¿Un código para la convivencia ciudadana y no para la Policía?

¿Un código para la convivencia ciudadana y no para la Policía?

"Mientras la rama judicial no sea independiente en cuanto a sus decisiones será imposible que los anteriores cambios denoten una transformación genuina"

Por: Cristian Camilo Rendón
enero 30, 2017
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¿Un código para la convivencia ciudadana y no para la Policía?

Buscando  un significado exacto del término “Código de la policía” encuentro algo similar a lo que sería para las religiones monoteístas, el Corán y  la Biblia. Es decir, un conglomerado de derechos y deberes que como funcionarios públicos deben tener presente y que hace parte fundamental de su compromiso para mantener la soberanía,  garantizar la transparencia, y justicia para todos los ciudadanos de la Republica de Colombia, por los siglos de los siglos Amen.

En uno de sus parágrafos sostienen que:  “Nunca actuaré ilegalmente ni permitiré que los sentimientos, prejuicios, animosidades o amistades personales lleguen a influir sobre mis decisiones. Seré inflexible pero justo con los delincuentes y haré observar las leyes en forma cortés y adecuada, sin temores ni favores, sin malicia o mala voluntad, sin emplear violencia o fuerza innecesaria y sin aceptar jamás recompensas”.

¿En un país como Colombia será posible tanta divinidad? Y, más aún en una institución que en los últimos años se ha visto permeada por la corrupción y la doble moral. Pero no todo podría ser tan desesperanzador, por lo menos cabe recordar que dentro de este establecimiento también se ha creado comunidad aunque sea la del “anillo”.

Todo este irrealismo e incoherencia entre los discursos retóricos y las falacias gramaticales que se suscriben en los textos y que forman parte de la leyes de nuestra patria, son quienes continúan engañando y promoviendo aquella nación imaginaria que se promulgo desde la misma independencia y que se ha suscitado en las ultimas 5 constituciones políticas y ni hablar de la tardanza con que se instauran cambios constitucionales en este país que al parecer se renueva cada cien años.

De otro modo, el código de la policía se mantuvo por algo más de 40 años.   Cuatro décadas en las cuales los organismos de control garantizaron la seguridad a diferentes generaciones. Esta modernización indudablemente se tenía que hacer. ¿Pero bajo que términos, tras qué condiciones?

En los 242 artículos de la nueva normatividad se han otorgado facultades especiales a la policía. Entre estas nuevas modalidades encontramos que ahora los señores agentes podrán entrar como “Pedro por su casa” a nuestros domicilios, sin mandamientos escritos ante una situación imperiosa. El reto está en que puedan entrar pacíficamente y no tumbando puertas y forzando chapas. Posiblemente, esto les hará  comprender que la autoridad no consiste en portar un arma de fuego o de hacerse valer a través de su bolillo, sino de usar el dialogo y la concertación como un mecanismo de cultura y convivencia ciudadana.

Por otra parte, uno de los procedimientos que mayor impacto podrá generar, es el de  procedimientos grabados, que consiste en grabar a través de un celular o cualquier dispositivo tecnológico las conductas implícitas y los comportamientos de las autoridades y de la ciudadanía.

Sin lugar a duda, esta técnica contribuirá a la transparencia de los procesos judiciales, puesto que el material probatorio será el que fue filmado en tiempo real. De esta manera cambiaran en gran medida los comportamientos abruptos de la comunidad hacia la policía, y no creo que los oficiales expongan ante las cámaras el abuso de poder que en su gran mayoría solían tener. Pues, cómo seres de doble moral que acostumbramos ser actuamos de diferentes maneras ante la presencia de un tercero que en este caso sería la presencia de un instrumento tecnológico.

Otra de las reformas introducidas en el nuevo código de la policía es el de  Derechos sexuales.

“Queda prohibido irrespetar manifestaciones y reuniones en espacio público o en lugares privados, en razón a la etnia, raza, edad, género, orientación sexual, creencias religiosas, preferencias políticas y apariencia personal”.

En el papel suena lógico y viable, que dentro de los nuevos parámetros que regirán las conductas policiales, se tenga en cuenta la diversidad de género y de creencias religiosas y más en un país multi-étnico como el nuestro, pero una cosa son los cambios de pensar y otra los cambios de ser y  más para una institución que a lo largo de su historia continúa  conservando aquellos rezagos conservadores que segregaron y aislaron a las minorías y  que por décadas asumieron el control de gran parte del territorio colombiano.

Mientras la rama judicial no sea independiente en cuanto a sus decisiones y sus proyectos de ley  será imposible que los anteriores  cambios denoten una transformación genuina y duradera. Hay una frase que explica muy bien lo anterior. “Haciendo leyes para Dinamarca cuando estamos en Cundinamarca”. No es posible legislar y después sensibilizar; Estamos en una sociedad en donde fuimos dirigidos por una sola religión, por dos partidos políticos y en una Colombia jesuita en la cual hace 80 años seria aberrante promover leyes que favorecieran a la comunidad LGTBI.

Por tanto, para que estas variantes sean concebidas, respetadas, y verdaderas  es necesario priorizar la cultura ciudadana que es realmente quien conlleva a modernizar la sociedad. Y, así poder dar a nuestros textos constitucionales y a nuestros planes de gobierno la veracidad que merecen.

Para terminar, es un poco alentador que hoy el código de la policía este más de lado de la comunidad que de sus intereses propios así sea solo en el papel, seguramente se dieron cuenta que la violencia causa más violencia y “del mismo modo en el sentido contrario”. Además de  las multas que se cobraran   por utilizar a menores para evadir el orden policial y por realizar necesidades fisiológicas en las vías. A veces es necesario cuando nos tocan el bolsillo para no cometer las mismas insensateces, pues es preferible  que las sanciones sean económicas, y no que se siga acudiendo al maltrato físico y a la agresión verbal como forma de hacer justicia.

Tal vez cuando entendamos que con autoridad no se educa sino que se adiestra es que comenzaremos a construir un país moderno y tolerante

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