Chatarra, óxido y pandemia

Chatarra, óxido y pandemia

Mauricio se dedica a este negocio. Durante los meses más duros del COVID-19, sobre todo, tuvo que sortear todas las desventajas del trabajo informal. Esta es su historia

Por: Karen Lizeth Naranjo Pérez
marzo 26, 2021
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Chatarra, óxido y pandemia

En Colombia, la chatarra es un negocio rentable pero inestable, que en su mayoría no es tan conocido, ya que se le ve directamente como un tipo de reciclaje. No recibe gran importancia a pesar de que la mayor parte del cobre y aluminio que se exporta en Latinoamérica a países como China y Europa es gracias a lo que provee Colombia.

A las 6 de la mañana, Mauricio inicia su día, se apunta sus botas punta de acero, junto con su jean grueso (el cual usa para evitar rasguños en sus piernas), seguido de un buzo manga larga para evitar quemaduras del sol (o por lo menos más quemaduras de las que ya tiene), sin dejar atrás un elemento indispensable por estos días, su tapabocas, que a decir verdad la mayoría del tiempo mantiene bajo su boca, en su quijada y al finalizar el día no se diferencia entre la mugre y la tela.

Son alrededor de las 6:15 de la mañana y el sol ya muestra su mayor claridad. En ese instante Mauricio ingresa a la cocina, abre el gas y prende el fogón de la estufa para calentarse un tinto (algo muy cotidiano de él). Es lo primero que toma en horas de la mañana y en ocasiones lo único, ya que su trabajo muchas veces no deja tiempo ni para desayunar o comer. En seguida, luego de tomar algo de energía, se prepara para iniciar otro día en su trabajo con la chatarra. Sube a su camioneta (una con estacas y mucha fuerza para cargar todo lo que le vendan), la enciende, mete primera e inicia su travesía.

En un inicio recogía en gran parte del municipio, en lugares como fincas y casas de donde las personas le llamaban para vender cosas que ya no usaban, pero que eran chatarra y que para el negocio de Mauricio eran útil. Luego de cargar la chatarra en su camioneta daba la vuelta y regresaba a su negocio el cual se encuentra ubicado en su mismo lugar de vivienda. Una de las ventajas de su trabajo informal es el no cumplir con horarios (aunque esos horarios que Mauricio lleva a cabo son más extenuantes que los de un trabajo formal), ni rendir explicaciones de sus actos a ningún jefe. Aunque así como tiene ventajas también posee desventajas y una de ellas es no contar con un ingreso fijo y como es de esperarse tampoco un seguro, ni cosas de ley. Eso conlleva a que tenga que valerse por él mismo.

Mauricio vive a las afueras de Bogotá, en donde la vida no es de ciudad, pero tampoco es de campo de manera que no es bueno, ni malo. Aunque para después de los meses de marzo y abril del 2020, vivir fuera de la capital era algo conveniente, pues el virus se encontraba más fuerte en la ciudad, pero al mismo tiempo era un factor  laboral negativo, o por lo menos para el negocio de Mauricio significó frenar sus actividades, ya que con la emergencia sanitaria del COVID-19 el país vivió una experiencia que provocó el cierre de todo.

La industria de la chatarra fue unas de las directas afectadas, ya que, con el cierre nacional e internacional, la exportación de estos y todos los materiales no eran posible. Cabe mencionar que las empresas de chatarra exportan a China y Europa en su mayoría además de otras partes del mundo y al no ser posible esto se convierte en un déficit para las que se dedican a este sector. Entre las ciudades que más comercializan se encuentran Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena, resaltando que la costa caribe recibe grandes beneficios en este sector, ya que cuenta con acceso directo a la exportación debido a su buena ubicación geográfica.

Mauricio experimentó un gran freno en sus actividades y al preguntarle qué fue entonces lo que hizo en ese momento, menciona que se dedicó a acumular y acumular lo muy poco que llegaba. En realidad no se podía hacer mucho, ya que todo estaba cerrado, desde las empresas hasta las carreteras y las personas que iban a venderle las cosas a su negocio dejaron de asistir por unas semanas, ya que la escasez fue bastante fuerte.

La madre de Mauricio, Doña Anita, una señora de no más de 65 años, ama de casa, quien posee en ocasiones un humor un tanto difícil, pero quien nunca ha dejado la mesa sin un plato de comida, también experimentó la situación de la tan famosa pandemia, y también tuvo que permanecer confinada, aunque con más cuidados, pues ella hace parte de la población con más riesgo de contraer el virus.

La cuarentena, así como en muchos lugares, en donde vivía Mauricio y su mamá hizo que la gente se adaptara y actuara de otra manera. Los negocios en su mayoría estaban cerrados; los restaurantes (los cuales eran uno de los principales atractivos) permanecían sin clientes y con sus sillas encima de la mesa; los viveros, a punto de colapsar porque no vendían sus plantas y todas estaban muriendo; y el portón no muy fino, pero que siempre se mantenía abierto de par en par del negocio de Mauricio, ahora se encuentra cerrado y amarrado con un lazo.

Los vecinos del sector, quienes iban con frecuencia a hacer conversa a Mauricio y Doña Anita, ya solo salían a comprar mercado para sus comidas. Así fue como de un momento a otro la vida social se redujo a un “buenos días o buenas tardes” desde un extremo al otro extremo de la carretera y si en el día casi no había ruido, hablar de las 5 o 6 de la tarde es saber que existía un total silencio (algo así como un pueblo fantasma, en donde cada quien está dentro de su casa, y no hay necesidad ni de asomarse a la ventana). Pero a pesar de todos los cambios, lo único que sí se mantuvo fueron esos hermosos atardeceres que a veces se dan en este lugar.

La industria chatarrera es uno de los negocios más inestables que existen, Mauricio menciona que puede que hoy la chatarra se encuentre a un alto precio, pero que lo más seguro es que mañana este precio baje y pasado mañana siga bajando, aunque de un día para otro vuelva subir. “Todo depende de la demanda” dice Mauricio. También menciona que al inicio de la pandemia “los precios bajaron en un 70% más o menos”, lo cual significó para este negocio grandes pérdidas.

Un ejemplo de la inestabilidad que experimenta la industria es que para el 2018 el precio del cobre cayó significativamente en países como Argentina, Venezuela y Colombia, pero para meses como septiembre y octubre del mismo año, se estabilizó el precio, ya que experimentó  un alza en 1,2%, lo cual se da por la debilidad de la divisa colombiana. En seguida de esto, en el 2019 el precio del cobre registró un aumento del 5%, que permitió por unos meses la estabilidad industrial.

Con el paso de la pandemia y a pesar de aún estar con la problemática en la calle se vio la necesidad de volver a la reactivación, pues la economía del país en general lo necesitaba. Es así como sectores como el de Mauricio tuvieron la oportunidad de volver a sus labores, a los quehaceres que les brindan el sustento de su vida. Claro está que las cosas cambiaron, pues se vio la necesidad de adaptarse a nuevas medidas de seguridad, lo cual exige mayores responsabilidades. Pero la necesidad de sobrevivir lo exigió. También es necesario mencionar que en ese momento que se permitió volver los precios no eran nada convenientes para el negocio, pero sea como sea se tiene que subsistir y volver a empezar.

Para los meses de septiembre y octubre los precios no eran buenos, ni malos, pero se tenía un diagnóstico no muy positivo en los meses siguientes, pues, como lo mencionó Mauricio, se cree que para meses como diciembre y enero la industria de la chatarra no tendrá precios que permitan ganar en el negocio.

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