Castrochavismo, el coco de los desubicados

Castrochavismo, el coco de los desubicados

"El sentido de este endemoniado e irónico término pierde importancia y empieza a acomodarse como una simple estrategia para espantar niños traviesos"

Por: Iván Antonio Jurado Cortés
febrero 13, 2018
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Castrochavismo, el coco de los desubicados
Foto: Reuters

Colombia despierta la atención por su peculiar folclorismo, ese que sorprende a otros pueblos en el planeta. No se cambian con nadie vociferando que este país es el más feliz del globo, hecho festejado por mucha gente que no ha entendido en qué lugar vive. Lastimosamente, esta actitud conformista ha permitido que políticos se apropien de esta debilidad y saquen provecho. Las campañas de este siglo han sido marcadas y muchas tomaron rumbo gracias a frases célebres que carcomieron la macondiana mente de los sufragantes, por ejemplo, seguridad democrática, prosperidad para todos, entre otras.

También han sido exitosos montajes fríamente calculados, asegurándoles ganancia a los ‘zorros’ de la patria boba. Muchas acciones bélicas y otras confusiones guerristas se han tomado como caballito de batalla para lograr el objeto de los sinvergüenzas caudillos. Cada ataque guerrillero o paramilitar es criticado por la mayoría de colombianos, pero aprovechado por los canallas de siempre, para luego decirle al pueblo hipnotizado que ellos tienen la solución a tan semejante barbarie, sin importarles las vidas que se pierdan y el sufrimiento de las familias.

Pero la palabra mágica que ha roto el récord hasta la fecha es castrochavismo, inventada por un astuto paisa que dedica su agitada vida a convulsionar un país que en un inicio lo consideró una alternativa de cambio, pero con el paso del tiempo se ha convertido en una seria amenaza para el desarrollo de las comunidades. Castrochavismo surge a raíz de la gran presión del pueblo a través de candidatos contrarios a la aseda politiquería, enfrentando a la enquista elite de la política nacional. El expresidente Uribe Vélez la sacó del estadio al intervenir el cerebro de un importante sector de la sociedad con tan compleja palabra.

Han pasado algunos años desde que esta expresión invadió las mentes de improvisados ciudadanos, quienes no dudan repetirla en coro cada que levanta el dedo el patrón del Ubérrimo. No es raro encontrar taxistas, desempleados y muchos empobrecidos económicamente balbuceando el maquiavélico castrochavismo, que significa mezcla de dos apellidos, Castro y Chávez, políticos y gobernantes en sus propias naciones, distintas a esta que se hunde en la miseria humana.

Sin embargo, el castrochavismo ha ido calando en las neuronas de desubicados que aún creen que la mamá de Kalimán existe, siendo estos mismos los replicadores de un inexistente vocablo en la Real Academia de la Lengua, cuyo eco en algún momento quiso posesionarse, pero luego empezó a esfumarse, así como las plumas de las aves en el aire. Lo bueno es que el sentido de este endemoniado e irónico término pierde importancia y empieza a acomodarse como una simple estrategia para espantar niños traviesos.

En nuestra época, los muchachos de campo por lo general siempre fuimos castigados psicológicamente cada que desobedecíamos. Los padres de aquella época utilizaban una frase tenebrosa: "te tomas la sopa o te hago llevar del coco", suficiente para obligar a nuestros estómagos a embutir comidas no deseables, para evitar ser arrastrado por el famoso fantasma. De esta manera los progenitores controlaron gran parte del crecimiento de los hijos, por lo menos hasta que tuvieran uso de razón. Fue una estrategia que funcionaba bien hasta que apareció el inevitable internet y mandó a volar al coquito.

En este caso, el patrón del Ubérrimo se salió con la suya, colombiano que se respete debe votar por su candidato, de lo contrario el castrochavismo se tomará a Colombia y muy pronto los compatriotas serán fiel reflejo de los hermanos bolivarianos. El castrochavismo fue determinante para que la masa saliera furiosa a votar en contra del plebiscito, cuyo objetivo era refrendar los acuerdos de paz entre gobierno y Farc. De esta manera se ha intentado seguir con esta macabra maniobra que con el paso de los días se ha desgastado considerablemente.

Como siempre suele suceder en época político-electoral, los candidatos producto del clientelismo son proclives a usar destrezas malintencionadas con el fin de lograr adeptos y fortalecerse, aprovechando el folclorismo del típico colombiano que, pese a la problemática socioeconómica del país, insiste en dejar su futuro en manos de otras personas ajenas a su propia realidad.

El castrochavismo ya no es el coco de los desorientados, más bien empieza a transformarse en una amenaza para niños cuando no quieran tomarse la sopa o realizar las tareas escolares. Ya nadie come cuento.

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