Aislando las típicas mentiras de campaña, repasemos el “decálogo” que promulgó mediante su discurso de posesión. 1. Gobierno de la Paz. No “acabó con el ELN”; procrastinó el cumplimiento de los acuerdos con las FARC, y el ejército no revolucionó la construcción de distritos de riego, casas campesinas ni caminos vecinales.
- Política de cuidados. Nunca existió; tampoco intervino la “economía del trabajo no remunerado”, y los nadie son testigos de que gobernó de manera descuidada. 3. Igualdad. El ministerio que fundó no hizo la diferencia. La inequidad se agravó con la reforma de Ocampo y Mr. Taxes, pues degradó el recaudo empresarial, y los bienes de la SAE no activaron productivamente a las organizaciones campesinas, cooperativas urbanas de jóvenes ni asociaciones populares femeninas.
- El diálogo será mi método, los acuerdos mi objetivo. En este país cada persona cree que concertar es que la contraparte se someta, aunque así se mantenga la miopía hacia el interés general o de los más necesitados. No hubo gestión del cambio, estrategia de comunicación ni control de cambios. Además, la sordera selectiva y la ruidosa «trinadera» silencian al disenso. 5. NO se gobierna alejado del pueblo y desconectado de sus realidades […] No quedaré atrapado entre las cortinas de la burocracia. Descarado, como cualquier parlamentario, reinó su ausentismo.
- Las vidas salvadas será nuestro principal indicador de éxito. Los sobrevivientes continúan soportando indignas condiciones. 7. «Cero tolerancia» con la corrupción. Además de los “desastres” materializados, quienes roban al estado siguen recibiendo contratos, rebajas de penas o mansiones por cárcel.
- Enfrentar la deforestación e impulsar las energías renovables. La economía ilegal sigue diversificándose, y erosionando. Entretanto, la institucionalización del teléfono roto derrumba o contamina cualquier iniciativa limpia. Finalmente, nunca se aclaró la ruta de la “transición”. 9. Desarrollaré la industria nacional, la economía popular y el campo. La tal soberanía-seguridad alimentaria no existe; la actividad manufacturera sigue agonizando, y los emprendimientos de subsistencia permanecen mal remendados.
- Cumpliré y haré cumplir nuestra Constitución. Tampoco diseñó un tablero de indicadores de cumplimiento constitucional, ni desmintió las malogradas mediciones de desempleo, clase media, mínimo vital o calidad de vida.
Ahora, auditemos las “principales metas” del Plan de Desarrollo que “aterrizó” con su gente (https://t.ly/Kx6k4), señalando el continuismo en los indicadores, y las mediocres metas anunciadas. A) Derecho Humano a la Alimentación. No incorporó controles de precios y persiste la inflación por avaricia. B) Ordenamiento del Territorio. No democratizó la propiedad, continuó subsidiando las tasas que concentran la riqueza, y el catastro multipropósito está desubicado. C) Blablablá…
Perjurando que se había preparado toda su vida, asumió la presidencia sin tener listas las reformas, y perdió tiempo. Construyó su gabinete sin tener esos planos, y su equipo de gobierno nunca fue confiable, permanecía incompleto y actuaba como guardaespaldas: no gestor. Así, la demora, presión e improvisación, afianzaron su ralentización, pérdida de oportunidad, desaprobación y polarización (ver La Quinta Disciplina / ¿Prisioneros del sistema, o prisioneros de nuestro propio pensamiento?).
Lo único bueno que hizo fue solicitar la condonación de la asfixiante deuda multilateral, y desafiar los disfuncionales intereses del BanRepública. Profecía autocumplida, el actual embajador de Colombia en Estados Unidos advirtió públicamente al otrora alcalde Petro, que “No basta con tener los principios correctos ni la razón científica. Un déspota […], por ser de izquierda, no deja de ser déspota".
Me despido de Petro, a quien cualquier sociedad desarrollada habría despedido. Además, le sugiero redactar su versión de lo que aprendió de su predecesor: i) lávese las manos, ii) acuse a sus opositores y ii) culpe a las coyunturas.