El nuevo ministro de la Igualdad nació en Buenaventura. Es un hombre que conoce bien qué pasa en las comunidades negras, sabe cuáles son los problemas porque los ha tenido que vivir en carne propia. Desde sus años de colegio en Cali y los miles de kilómetros recorridos hablando con la gente, su gente, en veredas, a la orilla de los ríos, en las selvas del Pacífico, en canoas para llegar a los pueblos costaneros. Sabe bien lo que significa nacer en un país que duró más de 50 años en guerra es de por sí un contexto difícil; si encima de eso se es negro, pobre, con poca educación, sin un sustento estable y con la amenaza constante de ser desalojado del territorio que perteneció a sus ancestros; las posibilidades para salir adelante parecieran estar en contra.
En ese contexto se ha movido Carlos Rosero, antropólogo de la Universidad Nacional de Bogotá, quien ha intentado darle una explicación a esa realidad en la que la guerra se convirtió en una forma de supervivencia para muchas personas, sobre todo afrodescendientes, como él lo cuenta.
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En esa lucha resaltan muchos matices, pero uno de sus aportes más grandes ha sido impulsar la ley que reconoce la propiedad colectiva de la tierra de las comunidades afrocolombianas que históricamente han habitado en un territorio. El espíritu de la Ley 70 de 1993, que se basa en un principio fundamental de la cultura negra: el de la propiedad colectiva de la tierra.
Para él, los municipios más pobres y atrasados de Colombia tienen rostro: el de los negros e indígenas que han vivido en una desigualad histórica. Esa es su lucha; el bonaverense es considerado como uno de los más importantes activistas y militantes del movimiento negro. A nivel nacional es co-fundador del Proceso de Comunidades Negras en Colombia (PCN), la organización afro más representativa del país a la que la vicepresidenta Francia Márquez acaba de renunciar. A nivel internacional, participó de la conformación e hizo parte de la Coordinación Política de la Alianza Estratégica de Afrodescendientes de América Latina y el Caribe.
En 1990 fue candidato a la Asamblea Nacional Constituyente por Comunidades Negras de Colombia, apoyado principalmente por el norte del Cauca, Valle y un grupo de activistas de Quibdó. Es parte del Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano CONPA y de la Comisión Étnica para la Paz y la Defensa de los Derechos Territoriales.
Como la suerte de muchos líderes sociales en Colombia, el 4 de mayo de 2019 su vida estuvo en riesgo cuando adelantaba una reunión junto con Francia Márquez, Víctor Hugo Moreno, Clemencia Carabalí y Sofia Garzón, en el Cauca. Fueron víctimas de un atentado con armas de fuego y una granada en la Vereda Lomitas, del municipio de Santander de Quilichao. Los líderes y lideresas de estas organizaciones sociales y populares afrocolombianas asistían en ese momento a una reunión de preparación de los diálogos con el Gobierno colombiano sobre los acuerdos con la Minga Indígena.
Su activismo ‘estorba’. Ha luchado contra una de las grandes maquinarias: la expansión minera y los intereses privados sobre sus tierras. En esa pelea el PCN ha venido ganando espacio en la protección del ambiente en sus territorio que particularmente son ricas en tierra y agua, apetecidas por grupos empresariales y actores ilegales. Una pelea contra poderosos.
A pesar de los obstáculos, el PCN sigue siendo una de las organizaciones afro más fuertes de Colombia, representando a más de la mitad de los afros del país, sobre todo del área rural. Y Carlos Rosero, ahora como ministro, sigue igual de fuerte como desde sus inicios, cuando fue líder estudiantil en la Universidad Nacional y era activista del Partido Socialista de los Trabajadores.
Aunque muchos lo consideran líder del PCN, Rosero rechaza este calificativo. Siempre ha dicho que solo forma parte del Equipo de Coordinación, donde se toman las decisiones. Todo se decide de manera consensuada y las ejecutan equipos de trabajo que están distribuidos local y regionalmente. Nunca ha querido entrar en ese ‘rollo’ de las jerarquías porque no le importa figurar: en redes usa un seudónimo, su apellido africano y el nombre de uno de los fundadores de Quito junto a Sebastián de Belalcázar.
Ahora su voz pausada y serena se está haciendo oír desde los consejos de ministros. Es el reemplazo de su quien por muchos años fue su pupila tanto en la política como en la lucha social afro. Hoy como cabeza del ministerio de la Igualdad se enfrenta al reto de luchar por el bienestar de las mujeres, los afro, los Lgtbi, los indígenas y sobre todo hacer lo que Francia Márquez no alcanzó y tanto le criticaron: invertir el presupuesto en los procesos sociales que ha liderado como activista y que ahora tendrá que ejecutar como ministro.
* Este texto se publicó originalmente el 20 de julio de 2021 con el título Carlos Rosero, la voz de los negros que resuena duro