Hago parte de ese grupo de ciudadanos comunes que viene ejerciendo el derecho al voto desde 1986. En el primer ejercicio democrático me correspondió el sufragio donde se eligió como presidente al Ingeniero Virgilio Barco Vargas; seis presidentes han pasado a representar el mayor cargo que una persona pude ocupar en el Estado desde ese año hasta hoy. De ellos dos han sido reelegidos, para mal o para bien; solo la historia los juzgará. Bueno y para qué este preámbulo.
Se acercan las elecciones del 2018 en donde elegiremos a quienes nos van a representar en el próximo cuatrienio, y los electores ya empezamos a vivir la tragedia de la desinformación. El ambiente se encuentra caldeado y el país se encuentra dividido: los acuerdos de la Habana, la desmovilización, los problemas de corrupción en donde se encuentran involucradas empresas públicas y privadas, políticos y civiles con un alto grado de responsabilidad, o mejor de irresponsabilidad; los problemas de nuestros países vecinos, la falta de liderazgo y los medios de comunicación parcializados. Comienza a crearse esa oscura “cortina de humo” que desalienta y desanima a la mayoría de personas actas para votar. ¿Quiénes salen beneficiados? Los mismos de siempre. Ellos tienen sus fortines regionales claramente identificados y tengan la certeza, no van a perder, porque esos electores son fieles, fieles a esas prácticas irregulares y corruptas, que los llevan a creer que lo que reciben en el corto plazo, será para siempre. Los resultados: miseria, pobreza, desigualdad, inseguridad, y nada de progreso, en otra palabra, corrupción.
Algunos datos nos pueden refrescar la memoria de lo que pasó en el país en las últimas elecciones presidenciales: solo votaron 15, 794,940 personas de un número potencial de 32, 975,158, el comportamiento para las elecciones parlamentarias fue similar. Hablar de un 47.88% de personas que no ejercieron su derecho democrático al voto, es preocupante, pero al parecer a muy poco les interesa. Las razones por las cuales este fenómeno se presenta, no son fáciles de catalogar. Me pregunto, ¿qué ocurriría si esta masa de electores votan a conciencia?, ¿qué ocurriría si esos 32, 975,158 votantes lo hicieran conociendo a fondo las propuestas de gobiernos que se presentan, para el próximo cuatrienio?, ¿qué ocurriría si se hace seguimiento efectivo a estos planes y se juzga por resultado y no por discursos y falacias argumentativas, que en algunos casos contribuyen a tapar la corrupción y ayudan al elector a seguir desinformado? Lo más seguro es que nuestra realidad sería diferente, pero ¿cómo cambiar esta realidad?
Un gobierno responsable se encargaría de rendirle cuentas, no a unos pocos, sino a toda la opinión pública, mostrándole a esos casi treinta y tres millones de potenciales electores lo que se hizo y lo que no durante su gobierno; utilizando un lenguaje que nos llegue a todos los comunes. Aquí los medios de comunicación juegan un papel importante, ellos deben ser imparciales y educar antes que desinformar a los votantes. Además, harían esa “traducción” de resultados en información eficaz, mostrarían las propuestas de gobierno de quienes se presenten como candidatos a las elecciones de 2018, para que cada quien saque sus conclusiones y tome la decisión que más le convenga al país.
Estos medios de comunicación no deben mostrar los resultados de la encuesta del grupo X, Y o Z, diciéndonos quién va punteando, sino educarnos frente a lo que proponen los candidatos. También, decirnos con argumentos si lo que plantean los políticos es viable o no, si es asequible o no. La objetividad hace parte de nuestro futuro y se encuentra en manos de muy pocos: los analistas políticos siempre son los mismos, los medios de comunicación igualmente son los mismos, los debates que realizan se hacen con los mismos, también los candidatos son patrocinados por los mismos y siempre con los mismos. ¿Qué podemos esterar? ¡Pues lo mismo!
Si queremos cambiar debemos exigir, esta exigencias debe hacerse ante toda la estructura privada y pública. No nos involucren en sus problemas personales, en su afán de noticias mediáticas para ganar audiencia, o en ese interés perverso de desmotivarnos para que no votemos. Busquen sus propios escenarios para dirimir sus diferencias, y luego propongan; propongan ya que lo que queremos es un mejor país, que no se encuentre cargado de dogmatismos, ideologías y sectarismos, cargadas de odio y rencor por cosas del pasado que no se pueden cambiar y que las nuevas generaciones no merecen heredar; pues la historia nos ha demostrado que eso solo le sirve a unos pocos para mantenerse en el poder, mientras la mayoría sufre las consecuencias.
