Canciones de amor para asesinos en serie

Canciones de amor para asesinos en serie

Se cumplen 40 años de 'Unknow Pleausures', el álbum debut de Joy Division y uno de los más depresivos de la historia. Acá contamos la vida de su vocalista, Ian Curtis

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junio 22, 2019
Canciones de amor para asesinos en serie

Tenía 23 años y le faltaba una sola noche para cruzar el Atlántico y llegar a Nueva York y tocar el cielo con las manos. En 1981, Manchester era un paisaje gris, una distopía de fábricas abandonadas, de sueños rotos. El Punk era una plaga más que salía de esas chimeneas, de las manos de muchachos sin futuro. Ian Curtis, como tantos otros veinteañeros, tenía un grupo: Bernard Summer, Peter Coock, un nombre que no sonaba mucho, Warsaw y luego el cambio polémico: Joy Division, como los burdeles en los que se divertían los S.S en lugares tan infames como Treblinka, Joy Division, querían escandalizar, lo lograron desde el principio.

Tenía 23 años, un matrimonio, dos hijos y una epilepsia que se le manifestó justo después de un toque deprimente, en una camioneta deprimente, que iba por una carretera deprimente. Le recetaron fenobarbital, lo trataron como un freak, como un animal salvaje que nadie entendía. La depresión lo carcomía, los ataques se sucedían en el escenario, los fans creían que era parte del show pero nada que ver, era sólo Ian Curtis convulsionando.

Era el hijo mayor de un policía de transporte público. Adolescencia bohemia, adoración por David Bowie, por Iggy Pop, por las novelas de Ballard. Quería ser escritor, poeta, era un poeta que cantaba sus poemas. Era un sonido único, denso, espeluznante. Les empezó a ir bien: en enero de 1978 tocaron en Pips, la discoteca frecuentada por Bowie y Brian Ferry y en una noche Ian Curtis pasó de ser un muchacho tímido, con su convencional corte de emperador romano, para convertirse en el hiperkinético frontman que agitaba sus manos como si fuera un molino de viento humano. En ese lugar los vio Tony Wilson, los llevó a sus estudios, Granada, y, como a tantos otros grupos los presentó y de paso los lanzó al estrellato. El momento aún se puede ver en Youtube:

Ese año grabaron Unknow Pleasure en Factory, la compañía de Tony Wilson. Nadie había escuchado un sonido tan denso, tan deprimente, tan hermoso. El disco es considerado el mejor debut de la historia del Rock. Lo lanzaron en junio de 1979. Todos quedaron estupefactos. La fama poco a poco les empezó a llegar, Ian tenía una esposa, Deborah Curtis, tuvo dos hijos, los problemas crecían y, sumado a su depresión eterna, al bajón que le dejaba el Fenobarbital, a su trabajo de mierda en una oficina de correos –nunca alcanzó a vivir de la música- se sumó el vacío de conocer a la belga Annik Honoré, hija de un diplomático, elegante, sofisticada, nada que ver con las chicas de Manchester.

La epilepsia se intensificaba con los problemas, con el estrés. El 7 de abril de 1980, un intento de suicidio, sobredosis de fenobarbital. Dos semanas en un hospital siquiátrico. Desolación, nada. Cada concierto programado significaba un nuevo motivo para desvelarse: le daba vergüenza que, en la mitad de un show, le sobreviniera el decimonoveno ataque.

Cuatro de mayo de 1980. Deborah empezaba trámites de divorcio. El grupo solo cuenta las horas para emprender el viaje a Estados Unidos que le daría fama y fortuna.  Ese domingo fue a la casa. Hubo una pelea, Deborah se fue de la casa. Ian se quedó solo. Se puso a ver Stroyszek, la historia de un músico alemán que viaja a los Estados Unidos, se siente abrumado por el cambio cultural y se termina suicidando. Se levantó del asiento, en la casa se escuchaba El idiota de Iggy Pop, le escribió una nota a Deborah y se colgó en la cocina. Un par de horas después su esposa y sus hijos lo encontrarían balanceándose.

Han pasado cuarenta años de ese disco. Me invitan a una fiesta de acetatos en Estatua Rota, en pleno Park Way de la Soledad. Segundo piso y lo veo, veo el diseño que hizo Peter Saville basándose en la gráfica de un pulsar en explosión, las ondas que tantos adolescentes llevan en camisetas y que ni siquiera saben qué putas es. Lo pongo en la casa, invito a los amigos, fumamos bareta, atardece. Ni un día ha caído sobre este álbum. Se escucha como si se hubiera grabado ayer.

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