A las ocho de la mañana de un lunes cualquiera de 2025, James Falcao Casiani, para la nueva ideología de género, un niñe del barrio Nelson Mandela de Cartagena, llegó en compañía de su padre a una oficina de la registraduría en el centro de la ciudad. Acababa de cumplir 7 años y acudía feliz a obtener su Tarjeta de Identidad.
El funcionario cumpliendo fielmente con el nuevo protocolo establecido por el Gobierno Woke del momento, o lo que es lo mismo, la involución de la izquierda, le preguntó al niño, eres binario o no binario, el niño asustado por la pregunta, además porque era la primera vez que salía de su barrio e iba al centro de la ciudad, y entraba a una oficina, levantó la mirada con esos inmensos ojos negros que caracterizan su raza afro, pura y palenquera, de San Basilio, buscando ayuda en su padre.
El padre se animó a ayudarle, pero inmediatamente fue interrumpido por el funcionario: “usted no puede intervenir, deje que el niño conteste, que exprese libremente su personalidad”. “Te repito si crees que eres binario, continuó el funcionario, debes decir que tipo de binario eres, le dijo a James Falcao, sacando un cartón con un plastificado ennengrecido por el uso diario a más de 30 grados, en el que había una lista de palabras que empezó a leerle al niño. “Otra vez te digo, si crees que eres binario, dime: eres binario de género fluido, queer, agender, bigender, trigender, de genero no conforme, binario de dos espíritus o binario de género androgínico”. “Y si eres de Identidad extensiva, dime cuál de estas: demigénero, género cósmico, género espiritual, género fluido continuo, o género mutante. Y contéstame rápido que tengo 20 niños más esperando”.
James Falcao ahora si asustado, tembloroso, como cuando la maestra de la escuela en el Nelson Mandela lo pasaba al tablero, buscó nuevamente refugio mirando a su padre a quien mantenían impotente rigurosamente alejado detrás de una reja de madera, hizo acopio de sus escasos pero sabios 7 años de barriada en el Mandela, miro su entrepierna, cubierta por un viejo pantalón mocho, se tocó, y con voz temblorosa pero valiente, dijo: “yo tengo pipí”.
El funcionario público, lo miro ahora entre risueño y desesperado, pero comprensivo por la experiencia de los 20 días que llevaba tratando de implementar la nueva norma y con ello de ver las estupefactas caras de los niños y las niñas ante su interrogatorio y sus explicaciones. “Ok, listo, me convenciste, eres heterosexual”, dijo finalmente el funcionario.
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Situaciones similares a la hipotéticamente narrada en el párrafo anterior, en mayor o menor medida podrían ser las que empiecen a vivirse en las oficinas de las registradurías de Colombia, si llegase a aprobarse el proyecto de ley que permite que los menores puedan cambiarse el género en los documentos oficiales.
Nada más desastroso cuando se legisla sobre el ser humano y su comportamiento, ignorando a la ciencia. No obstante que la Identidad es un concepto de suyo complejo y por ende difícilmente comprensible, en algo no difieren las argumentaciones jurídicas, de las filosóficas y del saber de la ciencia psicológica, y es en que la identidad, es una construcción mental, sí, pero que se elabora sobre elementos concretos, esto es; biológicos y sociales, y se mantiene a través del tiempo.
Así, desde el punto de vista del saber psicológico, la identidad se refiere al conjunto de características, creencias y experiencias que hacen que una persona se reconozca a sí misma como alguien único y diferenciado de los otros. Es decir que la identidad se fundamenta en el autoconcepto, la autoestima y la percepción consistente de sí mismo a través del tiempo. Así lo sentía James Falcao Casiani a sus 7 años en el Mandela.
Para Erik Erikson, uno de los más reconocidos y sobresalientes investigadores del desarrollo psicológico, la identidad es un proceso del desarrollo humado, y la formación de esta es un proceso central en el desarrollo, particularmente de la adolescencia, donde se define un “yo estable”, que integra los roles sociales y personales del ser.
En tal sentido la Identidad para la ciencia psicológica la componen: la Identidad Personal, es decir; cómo la persona se ve a sí misma como individuo; La Identidad Cultural y la Identidad Social, referidas a los valores, las creencias y a la pertenencia a grupos de preferencia a lo largo del tiempo.
Indudablemente se pueden producir cambios en la identidad a través del tiempo sin que ello represente deterioro en la cordura del individuo, pero también cambios abruptos y radicales en la identidad ante lo cual sí estaríamos frente a evidentes procesos patológicos a nivel de percepción, pensamiento y afecto, e incluso de algunos otros procesos psíquicos. Es decir; difícilmente una persona puede de un momento a otro empezar a percibirse como un ser esencialmente distinto sin que estemos por lo general frente a cambios que deban explicarse psiquiátrica o neurológicamente.
No obstante, obviamente, cuando los cambios en el actuar o el pensar en una persona, aún si son profundamente radicales en términos de autopercepción y autoconcepto, obedecen a un descubrimiento de rasgos de su personalidad, muchas veces producto de la orientación psicoterapéutica, o resultado de otros procesos similares, u ocasionados por experiencias emocionalmente significativas, que habían estado reprimidos, o que sencillamente se van construyendo con las experiencias, deben entenderse como cambios totalmente adaptativos y claramente liberadores para la persona.
Para la filosofíala identidad es un concepto ontológico y epistemológico, articulado alrededor de la pregunta sobre qué es lo que hace que una persona sea la misma a través del tiempo no obstante los cambios físicos, psicológicos y las experiencias que pueda tener. Se pregunta entonces por la continuidad del yo a lo largo del tiempo y sobre las características que determinan la esencia de la persona.
Desde el ámbito jurídico la identidad está referida a los atributos que permiten el reconocimiento y la distinción de la persona de cualquier otra. Desde el derecho, la identidad es la base para el reconocimiento de la personalidad jurídica, con lo cual se garantizan los derechos y deberes de un individuo frente al Estado y la sociedad.
No es pues la Identidad, para ninguno de esto saberes, un constructo volátil, mutable y en extremo cambiante, incluso si se dan cambios físicos importantes.
Muchos estudios acerca de la identidad de género demuestran que la mayoría de los niños que en la infancia experimentan alguna forma de disforia de género (malestar con el género), se resuelven en la adultez sin ningún tipo de intervención médica, psicosocial o psicoterapéutica. Estas investigaciones muestran que gran parre de las disforias de género en la infancia son transitorias, y es por ello que se debe ser cauto y evitar ser afirmativo en esos primeros años.
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Varios estudios longitudinales han comprobado que los sentimientos de incongruencia con el sexo biológico no persisten en gran parte de los adolescentes que cuando niños los tuvieron.
Zucker y Bradley, en un seguimiento a largo plazo de niños con disforia de género, entre el 70% y el 80% de los participantes ya no experimentaban disforia en la adolescencia.
Steensma, examinó a niños diagnosticados con disforia de género y encontró que aproximadamente el 84% de los niños no persistían en su disforia al entrar en la adolescencia.
Devita Singh, encontró que alrededor del 80% de los niños diagnosticados con disforia de género en la infancia no la experimentaban en la adolescencia.
El desarrollo humano y con ello la identidad se da a través de crisis que representan para muchos autores los puentes entre las etapas que lo componen. Así lo es para Erikson, Zazzo, para Vigotsky, Levisnton y también para Piaget. Este último, del cual ahora se aferran estas nuevas tendencias en ideología de género, solo que lo hacen mal, y además lo hacen sin pudor, después de haberlo vilipendiado y expulsado del Olimpo de los psicólogos hito, todos estos defensores de esta forma de construccionismo que desconoce la psicobiología humana, y solo porque el Maestro Piaget no usó para sus experimentos los modelos epistemológicos venidos del positivismo.
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La identidad sexual se construye desde la prenatalidad, y se continúa en la infancia y durante adolescencia. En la construcción de la identidad inciden factores biológicos amplios y hormonales que moldean el desarrollo del feto. La Testosterona y el Estrógeno juegan un papel fundamental en la diferenciación sexual del cerebro, que si bien, hoy se sabe que no es tan gigante como antes, si hace que conductas muy primarias, aún en la etapa prenatal se den o no en niños o en niñas.
Obviamente también factores genéticos y los cromosomas sexuales influyen en la posterior identidad sexual. Negarlo como lo hacen, y creer que todo es cuestión de elección y que la misma ya pueda hacerla en un niño de escasos 7 años, citando inapropiadamente a Piaget, es un contrasentido. Cuando esa edad es precisamente para Piaget, una edad en la que incluso, en términos ideales, se está lejano de construir pensamientos abstractos como los que requiere el supraconcepto de identidad, como también lo reconoce Steven Pinker, para quien la sola socialización no puede explicar completamente las diferencias entre los géneros.
El padre de James Falcao, un humilde estibador de un muelle de la zona de Mamonal, salió enmudecido de la oficina de la notaría. Pero lo que más lo confundió fueron las últimas palabras en tono amenazante del funcionario público; “y recuerde usted no puede meterse en la elección de la identidad sexual de este ni de ninguno de sus hijos, porque de lo contrario informaremos para que acuda a su casa un funcionario que garantice la buena educación sexual del niño”.