La biblioteca que aún recuerdo y que no volverá

La biblioteca que aún recuerdo y que no volverá

La biblioteca de la Universidad del Atlántico es ahora otra distinta a la que conocía en 2021. Está caída, no hay aire acondicionado ni buenos bibliotecarios

Por: Sam Simanca
octubre 12, 2022
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La biblioteca que aún recuerdo y que no volverá

Puede que nunca vuelva a ser la biblioteca la que conocí.

Entré a ser estudiante de la Universidad del Atlántico en el 2021, para el segundo semestre académico pero no fue hasta principios de este año que conocí los espacios de la universidad.

Recuerdo en tanto con gracia el primer día: Eran las 4:30 de la mañana, debía llegar a la estación del metro de Barranquilla, Transmetro, para hacer transbordo en un bus alimentador que llegaba hasta la universidad, su última parada, según mi hermano mayor que casi estaba pegado entre las sábanas con la voz roncona. Jamás había viajado en el metro.

Al cabo de cuarenta minutos llegué a la estación de retorno, pregunté por la ruta U-30, y vaya... una fila enorme, como esas que se hacen cuando el gobierno deposita Familias en Acción o Devolución del IVA o todos los programas que se han inventado para mitigar los desasogiegos de la gente.

Cuando llegué al alma mater, la estructura imponente me hizo sentir pequeño. No fue hasta salir de clases que me fui a explorar por ahí. Un primiparo. Antes de salir descubrí la biblioteca. Entré.

Las puertas, desde entonces y hasta ahora, han estado vigiladas por una negra bien formada, alta, de mirada fuerte. Nunca he preguntado su nombre. Entreabrió la puerta. Preguntó a dónde iba. Pasé.

La biblioteca era hermosa, estaba (según el olor a lavanda) recién trapeado, a demás, el aire acondicionado cubría todo el espacio. Sin embargo, para mí decepción –hasta hoy– los libros no estaba al préstamo ni el público podía leerlos. No sé porqué recuerdo, mientras escribo estás lineas a la biblioteca de abadía de Cluny en El nombre de rosa.

Semana tras semana llegué a la biblioteca, allí pasé horas de «huecos», y los libros, estáticos, sin lectores, en el rincón, cómo las cosas que fueron y ahora, no pueden ser. Tal vez por el polvo, el hongo... no sé a ciencia cierta que vainas serían.

Es el segundo semestre, la biblioteca ha decaído. Aunque hay libros para mí, para el otro, el público, no hay aire acondicionado ni buenos bibliotecarios, tampoco ese delicioso olor a lavanda todo el día. Es una pena. Sin embargo, la negra bien formada sigue ahí, aunque a veces la remplaza un tipo medio bajo que no determino a detalle.

 

 

 

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