La capital de Colombia con una extensión de más de 1.700 kilómetros y más de ocho millones de habitantes, se surte de agua de tres imponentes sistemas; Sistema Chingaza que Incluye el embalse de Chuza y San Rafael, y el subsistema río Blanco. Este sistema aporta el 70% del agua que abastece a la ciudad; Sistema Norte que se conforma de los embalses de Neusa, Sisga y Tominé, este sistema aporta el 25% del agua y Sistema Sur que incluye los embalses de La Regadera y Chisacá que contribuye con el 5% del suministro de agua de Bogotá.
El embalse de Chuza es una de las obras más importantes en la infraestructura hídrica de Bogotá. Su construcción fue un proceso complejo que implicó planificación, ingeniería y un profundo impacto en la región. A lo largo de los años, este embalse ha jugado un papel crucial en el abastecimiento de agua para millones de personas, además de ser testigo de un desarrollo tecnológico y ambiental significativo.
Los inicios del proyecto Embalse de Chuza: la necesidad de un suministro confiable
La historia de este importante embalse inicia mucho antes de su construcción y lo hace con los proyectos de los otros sistemas de abastecimiento de agua de Bogotá. En 1943 se hizo la planta de San Diego, se creó el sistema Sumapaz (constituido por el embalse de la Regadera, construido en 1938, y el de Chisacá construido en 1951). En años posteriores se hicieron los embalses del Neusa, del Sisga y de Tominé, y luego, con el nacimiento de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, a mediados de los años cincuenta, se empezó el desarrollo de estudios para traer más agua a Bogotá y comenzó la construcción de la planta de tratamiento Tibitoc que terminó en 1959 con una capacidad inicial de 3.5 metros cúbicos por segundo.
Después, a esta planta se le realizaron 2 ampliaciones que permiten hoy contar con una capacidad de 10.4 metros cúbicos por segundo. Esta planta se constituyó en el primer sistema de gran envergadura de la ciudad. Se surte de las aguas del río Bogotá que llegan por bombeo a la planta. Ante el acelerado crecimiento de la ciudad, la EAAB puso en marcha el proyecto Chingaza.
La historia del Sistema Chingaza, también es las memorias de decenas de trabajadores, entre obreros e ingenieros, que durante años tuvieron que establecerse en campamentos construidos a más de 3 mil metros de altura, en medio de las inclemencias del páramo y la precariedad de medios de comunicación para lograr construir el embalse de Chuza.
A los campamentos se ingresaba por carretera destapada y los recorridos hasta los diferentes sitios de obra se hacían a lomo de mula, tras largas horas de camino. En 1933, 39 años antes de que iniciaran las obras, el ingeniero Luis José Castro emprendió viajes a lomo de mula por el páramo de Chingaza y fue el primero en advertir sobre la riqueza de su recurso hídrico, que proyectó en cuatro metros cúbicos por segundo. Pero a la ciudad le pareció costoso e innecesario debido a que en ese momento solo necesitaba la tercera parte de ese caudal.
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Fue hasta 1966 cuando se presentó el primer informe sobre Chingaza como fuente probable de abastecimiento, esto debido a la expansión constante de la ciudad para aquella época, en el cual se proyectaba un flujo de 6 metros cúbicos por segundo, 15 mil hectáreas de hoyas hídricas, embalse en el río La Playa, conducción por 61 kilómetros de tubería, cuatro túneles y un costo aproximado de 743 millones de pesos de la época (poco más de mil millones, actualmente). A pesar de la magnitud de la cifra, Chingaza era la fuente elegida, tanto por la calidad del agua como por el sistema de conducción por gravedad.
Entre 1966 y 1972, se hicieron los estudios de planeación técnica, financiera y se dio inicio a las obras de construcción del sistema. En la primera etapa se construyó el embalse de Chuza, de donde el agua es transportada por túneles hasta la Planta de Tratamiento Francisco Wiesner (antigua Planta El Sapo), localizada en el valle del río Teusacá. El sistema Chingaza se complementó con la construcción del Embalse de San Rafael que empezó a funcionar en 1997 con una capacidad máxima de 75 millones de metros cúbicos.
La vez que se crearon nubes artificiales para hacer llover
En 1983 la vulnerabilidad de los túneles del Sistema Chingaza, frente a la inestabilidad de la cordillera y factores geológicos hicieron que se registrara una pérdida de presión del túnel Palacio-Rioblanco, que para enero de 1984 llegó a cero. Fue evidente que los derrumbes al interior del túnel lo taponaron.
Este cierre coincidió con la peor sequía que el país registraria en los últimos 20 años, hecho que sumado al descenso de un 71% en el nivel de los embalses a causa del intenso verano, obligó a Bogotá a decretar un drástico racionamiento. Llegó abril, el mes en que se supone debía llover, pero no sucedió; el nivel de sequía puso en alerta a las autoridades y ocurrió uno de los casos más sonados en la historia del Acueducto, el 'bombardeo de las nubes'.
Fue así como la administración contacto a la NASA para ver la posibilidad de hacer llover sobre los embalses del norte de la capital de manera artificial. La medida fue efectiva, el bombardeo produjo 13 millones de metros cúbicos de agua sobre los embalses y pese a polémicas, debates, opiniones y caricaturas, el 16 de junio la empresa suspendió el racionamiento.
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