Aretha… no te vayas

Aretha… no te vayas

"Ofrécele un nuevo concierto a Obama a ver si regresa a ocupar el vacío dejado. Allí no hay nadie"

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
agosto 21, 2018
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Aretha… no te vayas
Foto: Cecilio Ricardo, U.S. Air Force

Digámoslo lo más rápidamente posible, tanto como para que la eternidad no nos alcance jamás: la eternidad no existe.

Existe la única razón para que no exista. La eternidad no existe ni existirá jamás porque el tiempo con que pretenda medirse no es una variable separada; está inextricablemente ligada al espacio, tal como lo concluye el concepto relativista de espacio-tiempo. Esto es un corolario de una verdad hasta ahora inamovible, la velocidad de la luz es constante y finita. Siendo finita, siempre habrá una singularidad, información, más allá del horizonte de sucesos que no nos llegará jamás. Para colmos de remate, si la teoría de la inflación es válida, es decir, si hubo una segunda explosión después del Big Bang que nos arregló el universo tal como lo conocemos, esa explosión borró toda la información desde el Big Bang hasta allí con lo cual, se corrobora, jamás nos llegará tal información; única forma de que pudiéramos esperanzarnos en la eternidad. Si no existe hacia atrás desde donde nos llega información, menos nos llegará desde el futuro adonde ¿¡!? no accedemos a nada: cero pollitos, cero huevitos.

Entonces qué ha sucedido que nuestro lenguaje lo acepta como si la eternidad estuviera a la vuelta de la esquina, sido vista o visitada por alguien, y pudiéramos mandar a quien quisiéramos enviar hasta allá.

La historia es larga, bastante larga.

Digamos, para zanjarlo en un dos por tres, que el lenguaje está de este lado del horizonte de sucesos. Es demasiado reciente tanto que ni siquiera lo conocieron los dinosaurios aunque ya para ese entonces se cree que había cavernas donde se alojarían hoy algunos personajes de sobra conocidos.

Pero imaginemos que Aretha Franklin se haya ganado ese mérito, que quienes quedamos acá sin tener la esperanza de llegar, admitamos que lo ha logrado. Imaginemos a Aretha cantando en un escenario global universal de inmortales.

Debería ser en un escenario de más de cuatro dimensiones. Queda difícil de explicar porque ni siquiera sabemos, apenas nada, de las tres dimensiones. No se vaya a creer que las tres dimensiones son algo tan simple como Descartes nos enseñó a representar con tres rayas en un papel. ¡Olvídense de eso! Las tres dimensiones tienen implicación física, el universo es geométrico, y estarían inextricablemente ligadas al espacio-tiempo; y allí se enreda el asunto. Y si son más de cinco, apaga y vámonos que podamos verlas jamás.

Dispuesta Aretha después de su muerte ya casi está lista para su primera función allende la eternidad. Podemos imaginar que cantaría ante A. Einstein y un combo de estrellas. Ahora estamos interesados en el escenario.

Imaginemos algo absolutamente inconsútil. Algo de una vaporosidad un tanto espesa y lechosa donde apenas se vislumbran diluidos humos y entretelas evanescentes. ¿Planetas? Hay más que planetas disueltos allí, pero de igual forma, están todos juntos. Tanto el escenario como Aretha hacen parte de la misma esencia. Aretha sería cantante, escenario y Tierra al mismo tiempo, sin solución de continuidad.

Entonces Aretha empieza a cantar. ¿Aquella vaporosidad se vuelve un caos llevada por la presión de su Aretha? ¿Opera allí la entropía? Nada de eso. La inconsutilidad se organizaría. Los vapores evanescentes darían chispazos organizados, tenues, gráciles, que intentarían llegar a convertirse en algo material lo suficientemente abandonado como para dejar huella.

¿Cómo así? ¿Qué tiene que venir a buscar para acá? ¿Qué tiene que ver el caldo con las tajadas?

Bueno, el caso es que no hemos advertido que nosotros somos la eternidad. ¡Si! Si el universo ha venido hasta acá es porque nosotros representamos lo que ha evolucionado, somos su concreción más conspicua. ¡Nosotros somos del universo, la última información conocida, de la misma manera como Aretha se disuelve en la eternidad! Y para dónde vamos a echar si este es el único universo que podemos conocer. Si no existe una afuera del universo, la eternidad no puede estar más que rodeándonos por todas partes.

Solo cabe analizar, para aclararlo todo, algo que hemos dejado atrás. ¿Cómo es que Aretha pudo haber cantado en la eternidad? ¿Es así de fácil?

No, no es nada fácil. Aretha tuvo que haberse convertido en algo excesivamente simétrico o, digámoslo mejor, con una asimetría tan ínfima como para que apenas pudiera diferenciarse. Pero esa singular asimetría hizo que pudiera devolverse, pues solo siendo asimétrica pudo devenir en voz, es decir, convertirse en materia. ¿Qué edad de Aretha habrá escogido para representarla? ¿Elegiría de acuerdo con el perfeccionamiento de la voz o cuándo esta interpretó mejor el cuerpo de Aretha? Aretha, estaría bella tanto como ella hubiera preferido estarlo.

Para entender estas variaciones he tenido que volver a escuchar a Aretha cuando arrancó lagrimitas a Obama en el concierto con ocasión de su posesión presidencial. Aretha estuvo enfundada en un abrigo de piel y lucía maciza y entera. Se puso al piano y su voz alcanzó una sonoridad casi barítona, lo suficiente como para quedarse de este lado de las sensaciones del corazón. Llegué a pensar que fue más bella que su voz y viceversa.

Entonces ahí estaba Aretha recién regresada de la eternidad. Había ido y regresado mucho antes de poder aburrirse en aquella simetría estéril.

Después he ido más atrás cuando Aretha fue joven y salía en la portada del Times. En el Times no la blanquearon lo suficiente. Resulta que hemos estado resolviendo problemas del horizonte de sucesos: podemos simular traer el tiempo real, tanto si el sonido y las tres dimensiones fueran viajeros como la luz. Una abstracción posible y placentera. Y junto a la voz vimos su cuerpo de entonces, aquellas caderas que se movían a golpes del góspel y jazz, y supimos que Aretha estaba regresando en todas sus formas desde la eternidad.

Ofrécele un nuevo concierto a Obama a ver si regresa a ocupar el vacío dejado. Allí no hay nadie, Aretha.

Aretha… no te vayas. ¿Qué vas a hacer allí si luego tendrías que regresar?

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