Apelando al amor

Apelando al amor

"Poner en discusión electoral los derechos de las personas LGBT ante una mayoría que no comparte su identidad es irónicamente antidemocrático. Resulta simplista"

Por: Yamid Enrique Cotrina Gulfo
mayo 02, 2017
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Apelando al amor
Foto: RTVE.es

Lo que me motiva el día de hoy a escribir estas líneas es la fuente de nuestro origen, lo que le da impulso a cada uno de nuestros sueños: el amor. En sus múltiples expresiones, el amor es absoluto. Independientemente de donde provenga, de la manera como se exprese, incluso de la persona quien lo reciba. El amor por ello obedece a nuestra infinita diversidad y es coherente a la expresión espontanea de nuestro ser, al cual el llamado es dejar de comprenderlo, para así aceptarlo y simplemente dejarlo ser.

Las normas jurídicas deben ir concomitantes a los cambios que surgen en la sociedad, estos cambios no obedecen a conductas que resultan “nuevas” ante los ojos de los tradicionalistas, sino aquellas que “trasgreden” lo más profundo del imaginario colectivo, amenazando con ser el fin de sus principios. La diversidad sexual resulta ser un fenómeno social por la trasgresión generada en su manifestación a los valores que fueron edificados a lo largo de la historia y transmitidos generacionalmente mediante patrones normalizadores de conducta.

Con el pasar del tiempo la diversidad sexual de la persona ha dejado de ser un problema, para serlo el resultado del amor expresado entre dos personas del mismo sexo que coinciden en su andar, ese amor resulta por consiguiente censurado al ser considerado como la materialización de una conducta reprimible, susceptible de toda la aversión colectiva concebida. Es por ello que surgieron las organizaciones sociales LGBT, con el fin originario de resistir a las conductas represivas por parte de la sociedad y legitimadas por agentes del Estado mediante el abuso y acoso policial.

La adopción de menores de edad por parte de parejas del mismo sexo fue el punto clave para que los sectores más arraigados a las tradiciones de la Colombia religiosa decidieran levantar su voz en contra de lo que consideran la oportunidad para las parejas del mismo sexo de perpetuar el modelo de vida que para ellos les resulta reprochable. Sienten que tienen el deber de imponer dogmas persiguiendo las diversas formas de expresar amor que les son ajenas a su modelo, haciéndolas su consigna, su bandera: evangelizando mediante el sectarismo, la discordia, predicando un amor que excluye, apelando a un amor que denigra al diferente.

Poner en discusión electoral los derechos de las personas LGBT ante una mayoría que no comparte su identidad, es irónicamente antidemocrático. Resulta simplista resumir la democracia en el ejercicio del derecho al voto, cuando la vocación de un Estado democrático es brindar oportunidades en igualdad de condiciones para todos los habitantes de un país, en especial a las comunidades históricamente marginadas y discriminadas. Con esto no afirmo que la adopción sea un derecho, es un trámite ante el Estado en el cual deben cumplirse ciertas condiciones establecidas por la Ley.

Cuando a una persona o a una pareja de personas por el hecho de ser sexualmente diversos, se les niegue la posibilidad de acceder a un trámite ante el Estado, vulnera esto su derecho a su Personalidad Jurídica, a la capacidad que tienen de adquirir derechos y obligaciones y que estas sean reconocidas por el Estado Colombiano. Es por ello que negar la adopción homoparental en Colombia, es desconocer el derecho a la personalidad jurídica de las parejas del mismo sexo.

Tengamos presente que hay una realidad que no podemos desconocer ni invisibilizar por más tiempo, no es debido apelar al amor para excluir, discriminar, marginar, segregar o en el peor de los casos erradicar a personas que piensan diferente, que sienten diferente, que aman diferente. No es correcto hacerlo, ni en nombre de Dios, de ningún dios, de algún dogma, principio heredado o convicción personal. Apelemos al amor para incluir, para cohesionarnos como país, para valorar la diferencia y vivir la diversidad.

Somos fruto del amor, el cual nos hace diversos.

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