Amores plasmáticos
Opinión

Amores plasmáticos

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septiembre 17, 2013
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A propósito del día del “amor y la amistad”, me gustaría reflexionar acerca de los estados de la materia en el amor.

En los últimos siglos, porque no siempre ha sido así, nos han enseñado el ideal del amor sólido: Un amor definido, eterno, que se concreta en un matrimonio que dura “hasta que la muerte nos separe”. Es un amor sólido porque tiene forma predefinida, no importa si quienes se casan son de diferentes edades, etnias o clases sociales. Ese amor rígido ha funcionado para algunas y algunos, pero también ha derivado en infelicidades y amar-guras, en aguantarse a la pareja aunque se reconozca que es una metida de pata, o como dice el dicho. “aunque el matrimonio sea una sucesión de malos ratos y malos olores”. Y de todo tipo de violencias, le agregaría yo.

Aunque se llama matrimonio, está basado en el patrimonio: tratar de juntar y acumular los bienes de dos familias y en caso de divorcio, dividir los bienes y los males acumulados. Esta sacrosanta institución ha caído en una crisis gigante, inclusive en Colombia, país de tanto conservadurismo en sus costumbres. Según información suministrada por las 872 notarías del país a la Superintendencia de Notariado y Registro, en el 2011 se reportaron 15.326 divorcios, y en el primer semestre de 2012, esta cifra había aumentado en 26,2%, respecto al año anterior. Y eso, solo hablando de las parejas que aún se casan y se separan por vías legales.

Es más: solo alude a las relaciones heterosexuales y sabemos que por los lados de las parejas del mismo sexo también hay altos niveles de separación y desintegración de uniones. Por ejemplo, una amiga mía me dice que sostener una pareja con otra mujer es una tarea maratónica porque cuando una de ellas por fin superaba el mal genio y la hipersensibilidad del síndrome premenstrual, entonces empezaba la otra con los síntomas, y así se les iba todo el mes en desencuentros y susceptibilidades. De manera que decidió buscar novia, nunca más pareja para convivir.

De allí que estudios desde la psicología, la sociología, la antropología y otras miradas, hayan hablado del “Amor líquido”[1], una nueva tendencia en  las relaciones que se establecen en el capitalismo avanzado, caracterizadas por la falta de solidez, calidez y por una tendencia a ser cada vez más fugaces, superficiales, etéreas y con menor compromiso. Se afirma que al avanzar el individualismo, la autonomía personal se convierte en un valor supremo y con ella, las relaciones de largo plazo o sólidas, se convierten en amenazantes de dicha autonomía. También se afirma que hoy se presentan desencuentros entre hombres y mujeres en el sentido de que las mujeres han sido preparadas para buscar relaciones sólidas y los hombres para huir de ellas. Y circula con mucha preocupación entre algunas personas adultas que se preguntan mirando al cielo: “¿A dónde va a llegar la especie, si las mujeres se dedican cada vez más a cultivar amores líquidos?”.

También hemos conocido los amores gaseosos, esos que no tienen una forma definida, ni siquiera un objeto individual que los contenga. Cada vez hay más mujeres y hombres que han preferido renunciar al amor individual y romántico y desplazarlo hacia la humanidad en general, hacia los animales, hacia el planeta. Puede que tengan encuentros eróticos afectivos con alguien concreto o puede que no, que la sublimación de sus afectos en grandes causas les genere tanto bienestar, que no necesiten ubicar sus satisfacciones en un cuerpo o una persona concreta. Criticadas y juzgadas por muchas fuentes diversas, estas personas se sienten conectadas, aunque sus escasos vínculos afectivos sean criticados y juzgados como egoístas por los y las demás.

Tal vez sea hora de apostarle a los amores plasmáticos. El plasma presenta características propias que no se dan en los sólidos, líquidos o gases, por lo que es considerado otro estado de agregación de la materia. Como el gas, el plasma no tiene una forma definida o un volumen definido, a no ser que esté encerrado en un contenedor; pero a diferencia del gas en el que no existen efectos colectivos importantes, el plasma bajo la influencia de un campo magnético puede formar estructuras como filamentos, rayos y capas dobles. La mayor parte de la materia en el Universo visible se encuentra en estado de plasma: los rayos durante una tormenta, la aurora boreal, las estrellas, la materia que existe entre los planetas y las estrellas, las nebulosas. Tal vez es hora de aprender de las estrellas, a brillar en solitario, pero también en pareja y en colectivo. Tal vez es hora de fluir en el amor, en lugar de encapsularlo, cristalizarlo y querer definir una sola forma válida de vivirlo. Tal vez necesitemos nuevos pactos y nuevas exploraciones para que el amor pueda hacerse y deshacerse a la medida de cada ser y cada relación y como dice Simone Beauvoir, que “se convierta en fuente de vida y no en un mortal peligro”.


[1] Ver: Zygmunt Bauman. (2005) Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México D.F. Fondo de cultura económica

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