Alexis García, el timonel del Deportivo Pasto

Alexis García, el timonel del Deportivo Pasto

El deportista triunfó como jugador y ahora lo hace como director técnico de este club futbolístico. Entrevista

Por: Albeiro Arciniegas
mayo 02, 2019
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Alexis García, el timonel del Deportivo Pasto
Foto: Facebook Asociación Deportivo Pasto

Parte de una filosofía pragmática y una tranquilidad pasmosa al momento de entender las etapas que comprende un proceso tan complejo como ser el estratega de un equipo de fútbol profesional en Colombia.

Mientras espero para realizar esta entrevista, Alexis García se dirige al grupo de talentosos jugadores del Deportivo Pasto con quienes analiza el video de un partido de su próximo rival. El grupo luce concentrado, muy atento al análisis de Alexis.

Una vez concluye su labor, me presento y compruebo que el exjugador del Atlético Nacional y la Selección Colombia –de moda en el país por su destacada campaña con el Deportivo Pasto– le hace honor a la amabilidad de la gente de Antioquia y Medellín. No es muy alto y tiene una facilidad verbal impresionante y basta con intercambiar uno o dos minutos con él para darse cuenta que todo en este paisa es fútbol, lo ama, lo vive y lo conoce.

Es un hombre casado con cuatro hijos, incluida una niña que adoptó. Su familia reside en Cajicá, Cundinamarca; en Pasto vive solo. Sus hijos hombres juegan muy bien al fútbol; uno de ellos, Julián, jugó fútbol profesional, pero creció con el estigma de ser el hijo de Alexis García y le exigían un rendimiento superior cuando era un chico que tenía que formarse y desarrollar sus propias aptitudes.

Maestro Alexis García, ¿de qué región del país es usted? ¿Cómo inició su carrera en en el fútbol profesional colombiano?

Soy de un barrio que se llama La Floresta, en Medellín, un barrio clase media baja, claro que yo era de clase baja baja, y allí me inicié en las calles jugando desde pequeño; luego tuve la posibilidad de ir a la Selección Antioquia, me vieron jugando y me llevaron y, desde ahí empezó mi carrera profesional, porque entonces pasé a Once Caldas a jugar a nivel profesional y de ese equipo, al Atlético Nacional y Selección Colombia. La verdad jugué en muy pocos equipos, a nivel aficionado lo hice en Fabricato, que era el equipo más importante del fútbol aficionado de Antioquia en ese entonces.

Hablemos del Atlético Nacional. Su momento más importante, la final de la Copa Libertadores de América de 1989, una final de infarto ante Olimpia del Paraguay. ¿Qué recuerda de ese momento histórico para el fútbol colombiano?

Fue un momento muy emotivo, uno de los momentos más grandiosos que uno puede vivir en este campo del fútbol, porque ningún equipo colombiano había podido ganar una Copa Libertadores y éramos puros criollos, o sea, éramos todos jugadores colombianos e imagínese llegar con puros criollos a lograrlo fue una cosa histórica. Sobre todo porque fue en unos años de violencia del país, de bombas y magnicidios, y nosotros nos habíamos convertido en casi que una Selección Colombia; el Atlético Nacional representaba al país devolviéndole la alegría a la gente porque había una época de mucha desesperanza.

Esa final se definió mediante tiros desde el punto de pena máxima, usted fue uno de los jugadores que erró su tiro, ¿cómo vivió esos segundos?

Era muy duro, sobre todo porque yo era el capitán, era el seguro; todos pensaban que si el capitán lo hacía, lo hacía cualquiera, pero, al final también, si el capitán lo fallaba, cualquiera tenía confianza para patear sin miedo, como me lo manifestó Leonel Álvarez cuando volví hacia la mitad del terreno. Ese fue un momento difícil, afortunadamente El Loco René Higuita, tapó y tapó y tapó y nos dio el título.

Dentro del Atlético Nacional, ¿la amistad más íntima, más personal con quien la tuvo?

Me queda muy complicado mencionar uno de mis compañeros porque, incluso, tengo vínculos de familia con algunos de ellos, ya que terminé siendo padrino de sus hijos; entonces, digamos que René Higuita es un amigo entrañable, del alma, Chonto Herrera, Jaime Arango, Bendito Fajardo; ya en la Selección Colombia con Víctor Aristizábal, Faustino Asprilla con quienes mantengo una amistad grandísima.

De esos amigos y otros, definámoslos, ¿René Higuita?

Nobleza.

¿Leonel Álvarez?

Un guerrero, un hombre que nos inspiraba con su esfuerzo.

¿Chonto Herrera?

Ingenuidad, cariño puro.

¿Luis Carlos Perea?

La fortaleza del equipo.

¿Víctor Aristizábal?

El goleador, el que nos resolvía los problemas arriba.

En la Selección Colombia, ¿Carlos El Pibe Valderrama?

Un estupendo jugador, un estandarte de nuestro fútbol. Competíamos por el puesto, casi siempre me lo ganó, pero era un hombre al que siempre le guardaba mucho cariño y respeto.

¿El Bendito Fajardo?

Un crack. Un manual de talento.

¿Freddy Rincón?

Potencia pura. Entrega. Un todo terreno.

¿El Tren Valencia?

El Tren era la genialidad en el área contraria.

¿Iván René Valenciano?

Remate. Un rematador espectacular.

¿El director técnico Francisco Maturana?

Sabiduría. Inteligencia.

Han existido hechos trágicos para el fútbol colombiano. ¿Cómo enfrentó la muerte de Andrés Escobar, el defensa centro que tuvo la Selección Colombia en el Mundial de Estados Unidos 94?

Es la experiencia de vida que más me marcó, en efecto; sí, la muerte de Andrés Escobar fue terrible, un amigo entrañable, un hombre puro, un adalid a quien me tocó irlo a reconocer al anfiteatro cuando murió y me generó el impacto más grande que he sentido en mi vida, juntando la parte deportiva con la parte emocional.

¿Cómo se enteró de ese momento tan triste para el fútbol colombiano?

Me llamó René Higuita, más o menos a las cuatro de la mañana, cuando acababa de pasar el hecho. Él recibió la noticia y me marcó inmediatamente, yo estaba dormido y al recibir esa noticia fue un estruendo grandísimo, se me revolvió todo el corazón y El Loco me recogió y fuimos al anfiteatro a mirar.

Permanecemos en silencio. Quizá recordando lo absurdo, lo perverso de ese 2 de julio de 1994 cuando, en pleno mundial de fútbol, los ojos del mundo se volvieron hacia Colombia. A lo mejor, las nuevas generaciones no sepan que ese día, Andrés Escobar, el caballero del fútbol, después de un autogol en el partido contra Estados Unidos regresó a Colombia y fue asesinado por apostadores con alma de traquetos. Miserables que una madrugada acabaron con el lirismo de un jugador irrepetible en la defensa de la Selección Colombia. Rompo la pausa –la breve y necesaria pausa– y le preguntó: Maestro, ¿cómo inicia su etapa como técnico de fútbol profesional?

Me retiro del fútbol activo en el 98 y voy a un curso en Holanda y España, estuve seis meses viviendo allá, y regresó para desempeñarme como gerente de Atlético Nacional. Al año siguiente me seduce ir a Once Caldas, me dan un permiso y dirijo a Once Caldas un año, la temporada en que se tuvo Copa Libertadores y se le ganó a River Plate 4 a 1 en Argentina y se vendió a Edwin Congo. Allí empieza mi carrera como técnico. Luego pasó al Deportivo Pereira tres meses, estaba cerca de descender y casi lo metemos al octogonal; dirigí al Atlético Bucaramanga, a La Equidad Seguros donde adelantó un proceso de siete años: lo tomamos en la B, ganamos un torneo, una Copa Águila y nos metemos a tres finales. En Junior duré seis meses, una experiencia dificilísima, no nos adaptamos a Barranquilla. De ahí paro y llegó a Santa Fe, dirigí 20 partidos, llegué a calmar un lío que había en Santa Fe; iba de 14 con 9 puntos y terminamos con 37 puntos de segundo y, cuando me pidieron la renuncia estábamos de segundos; había mucha presión por el hecho de ser paisa y una serie de cosas que no entendí, hicimos el 63% de los puntos, pero tuvimos que salir y, bueno, ya de ahí vino lo del Deportivo Pasto, dos años después.

¿Qué concepto tiene de Pasto y de Nariño?

El mejor de los conceptos. Uno grandísimo en verdad, lo dije desde antes de llegar; el trato que he recibido de la gente ha sido espectacular, me han tratado como un ídolo, con un cariño enorme que es lo que más me ha amañado por estas tierras. Yo estaba en una zona de confort en Bogotá y me vine sólo y lo que encontré es afecto y eso es lo que más motivado me tiene para hacer lo que estoy haciendo.

¿Cómo vivió la primera etapa, a su llegada, cuando Deportivo Pasto incluso tenía un alto riesgo de descenso por los pésimos resultados de campañas anteriores?

Con tranquilidad. El desespero estaba afuera sobre todo en los medios de comunicación, en los que no entendían lo que estábamos haciendo, eso es una cosa normal. Nosotros habíamos hablado de que así iba a ser. Porque Pasto había contratado jugadores nuevos, había sacado 21 jugadores y el equipo se tenía que reconstruir, y no era lógico que un equipo que no estaba contratando los mejores jugadores del país empiece ganando todos los partidos. Pero la gente no lo piensa así y tampoco los que informan y se estaba creando cierto desespero, aunque nosotros dábamos un parte de tranquilidad. Decíamos que sabíamos para dónde íbamos, que no iba a ser fácil, pero que ese era un comienzo normal mientras el equipo entendía la idea de lo que queríamos; y si bien no traíamos a los mejores de Colombia, hoy con los resultados se están convirtiendo en algunos de los mejores. Pelados humildes, que vinieron a cumplir un propósito, que se entregan al máximo, que escuchan y obedecen, que se la juegan por el Departamento de Nariño, que saben que tienen una misión. Y, en el momento que era, el equipo apareció y empezó a despegar y a lograr triunfos y hoy en día la gente habla de título, cuando ahora tienen que poner los pies sobre la tierra, como los tenían que haber tenido en el principio. El fútbol es ubicarnos, equilibrarnos y luchar por objetivos y nosotros estamos en ese proceso. No nos estamos creyendo, ahora que la gente está emocionada, los mejores, como tampoco nos creemos los malos porque perdemos un partido en este proceso.

¿Cuál cree que son las principales fortalezas del Deportivo Pasto en este momento?

La principal el corazón, este es un equipo con corazón, un equipo unido en todo el sentido de la palabra, de muchachos que se quieren, que se admiran, que se respetan, que respetan al entrenador y que creen en lo que estamos haciendo. Que quieren a Pasto y a Nariño y que les quieren dar una gran alegría.

¿Qué piensa de su grupo de jugadores?

Este es un equipo con gran potencial. Cuando lo vimos, pensamos que teníamos que hacer un trabajo importante más en la mente que en el cuerpo, para que desarrollaran todo lo que ellos saben. Y lo bueno es que hay obediencia, entonces los muchachos han empezado a mostrar cosas que ni ellos mismos se imaginaban y han empezado a tener un rendimiento espectacular como lo veíamos cuando tuvimos la visión de armar el equipo.

Nariño, y específicamente para la región de Pasto, le resulta difícil mantener un equipo de fútbol porque los equipos poderosos económicamente lo desmantelan cada torneo y toca arrancar de cero. ¿Cómo consolidar un grupo que no se desbarate tan fácilmente?

Primero que los tengan bien. Si se les cumple a los jugadores, si se les da cariño, se comprometen con el equipo. Acá no solamente ha sido por la parte económica, sino por otras cosas, por ejemplo, los técnicos los echan apenas un periodista pide la cabeza y ahora esto cambió; el presidente ya ha tenido la valentía para sostener un proceso y considero que lo va a llevar por un buen camino.

¿Con qué sueña Alexis García?

Con el sueño que tuve desde que llegué aquí, un propósito que Dios me dio y es darle mucha alegría a esta región del país, no hay nada que me emocione más que ver feliz a la gente de Pasto y Nariño y esa va a ser mi misión mientras esté en esta ciudad. Espero dejar un legado importante, un equipo con una filosofía y una identidad propia, un equipo que no se esté reconstruyendo cada seis meses, un equipo que no se mueva al vaivén de las críticas, ni al vaivén de las tormentas, sino que sepa claramente para donde va. Ese legado lo vamos a dejar y, cuando estemos lejos, también lo vamos a disfrutar.

 

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