Adoradores de Uribe: antes de que me maten, lean este mensaje

Adoradores de Uribe: antes de que me maten, lean este mensaje

"Todo uribista debe tener su corazoncito y aquí me lo tendrán que demostrar"

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
junio 18, 2019
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Adoradores de Uribe: antes de que me maten, lean este mensaje
Foto: Instagram @alvarouribevelez

Yo, escritor, articulista, docente, exseminarista, teólogo, cuasi sacerdote y, en especial, exvíctima del conflicto armado en Colombia, hago un breve repaso de mi vida. Y la expongo a la opinión pública en un momento en que nuestro amado país se debate entre el odio y el perdón, entre los que quieren construir la paz y los que pretenden destruir lo construido en esta etapa inédita llamada posconflicto. Este mensaje tiene una razón: algunos uribistas me ven como su enemigo y a la vez como enemigo de su líder político, y están completamente equivocados; por eso, espero que una vez lean por completo este texto ya no me odien ni quieran matarme, digo, al menos moralmente (sicarios morales diría su jefe), pues se han empeñado en injuriarme, difamarme y tratarme como si yo fuera un bandido. Todo uribista debe tener su corazoncito y aquí me lo tendrán que demostrar.

Mi mensaje es de perdón, pues muchas veces fui víctima de la maldad humana (digo fui, porque ya no me siento víctima, el perdón es sanador, liberador); por eso, hoy bajo juramento declaro que no siento odio por los que me hicieron daño, daño del cual tengo aún secuelas... y estoy dispuesto a perdonar incluso a los que maltratan a mis hermanos los animales, incluso a cualquiera que en algún momento de mi incierto futuro atentara contra mi propia vida. Porque conozco un poco la naturaleza humana y sé de su oscuridad, de su tendencia a la neurosis y tergiversación de lo real, precisamente por lo complejo de su cerebro y de su aparato psíquico. Tengo la suficiente autoridad moral para hablar del perdón. Es muy fácil juzgar, criticar, boicotear la paz cuando no se ha padecido el rigor, el dolor, las lágrimas de la guerra. Es muy fácil opinar en torno a lo que no les ha tocado sufrir en su propio pellejo o en su propia sangre. Esos momentos de indescriptible dolor cuando la muerte toca la puerta de nuestra casa.

No salgo en defensa de la guerrilla, yo mismo en distintos artículos de opinión he repudiado el terrorismo y los actos violentos de la extrema izquierda y en mi concepto son tan asesinos como los paramilitares, como la delincuencia común y las fuerzas oscuras y subrepticias del Estado. En cuanto a los que se sometieron a la JEP, afirmó que causaron mucho dolor y hondas heridas que nunca cicatrizarán... soy consciente de que la reparación y la justicia que se le hará a las víctimas, especialmente a los familiares de los desaparecidos y secuestrados es absurda. Toda guerra deja secuelas, traumas, dolor inconmensurable... pero prefiero el fin de la guerra, a un derramamiento de sangre sin fin. La paz no solo es el camino, es el único camino, y con la paz ganamos todos. Si alguien opina algo distinto, no comparto su pensamiento, pero igual respeto su opinión. Creo que los colombianos tenemos la capacidad de entablar el debate y podemos discutir cualquier tema sin necesidad de acudir a la violencia ni a los apasionamientos enfermos. Yo mismo tengo amigos y familiares uribistas y nos respetamos mutuamente. Respetemos la diferencia y no acudamos al lenguaje obsceno y bajo ni a los señalamientos irresponsables: ese es el primer paso hacia la paz.

A continuación enumero todo lo que perdoné. De niño fui víctima de abuso sexual, y en las circunstancias más humillantes... superarlo me llevó dos décadas, y sobrellevé la carga solo, en silencio, llorando también a solas, y lo peor culpándome de un acto criminal en el cual yo no tenía la más infinitesimal responsabilidad. Al abusador lo perdoné de corazón y la ejecución de la justicia la dejé en manos de Cristo. Cuando yo era todavía un adolescente, los paramilitares, asociados con fuerzas oscuras del Estado, asesinaron a mi hermano mayor, José Abad, quien era más que mi hermano un papá y un amigo. De 23 años lo mataron.... desaparecido, torturado de la peor manera... los mal pensados dirán como prejuzga la mayoría: es que la debía... o por algo le hicieron lo que le hicieron... así somos de facilistas y por eso estamos como estamos. Salgo en su defensa y demuestro las causas de su asesinato en mi novela Como una melodía, publicada por Sílaba Editores; aunque también lo menciona Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos.

Mi amado José Abad era un hombre sencillo, de brillante inteligencia y ante todo muy humano. En el mismo año de su muerte (1987) desaparecen al tío que yo más quería, Adolfo Cuervo. Los responsables: los paramilitares. Pocos años después las Farc asesinan a mi primo, a mi hermano del alma Bernardo Henao Sánchez. Meses después los paramilitares asesinan a mi prima Amparo Sánchez. En el 2004 los paramilitares asesinan de la manera más injusta a quien era más que mi cuñado un amigo, otro hermano: Ramón Restrepo. Y finalmente en el año 2008 el Ejército asesina a mi hermano Óscar. A unos y a otros los perdoné y jamás albergué en mi corazón deseos de venganza. Un santo y sabio sacerdote me enseñó: el perdón se resume en no tomar venganza, y en bendecir y orar por nuestros enemigos como decía el Señor Jesús. Un uribista me preguntó hace poco en qué Jesús creía yo y le respondí: en el único Jesús que existe: el que enseñó a perdonar y amar a nuestros enemigos.

Aprovecho la ocasión para pedir perdón a quienes por omisión o por inconsciencia les haya hecho daño. También pido perdón por el título que le puse a este artículo, lo usé como estrategia para que lo leyeran las personas a quienes realmente va dirigido este mensaje. Por último, perdonar no es solo un gesto humano, sino ante todo divino, porque eso fue lo que nos enseñó Cristo cuando derramando su sangre en la cruz pedía misericordia por los que lo torturaban. Perdonar es una actitud y una aptitud inteligente. El perdón libera, el perdón sana, el perdón puede salvar a Colombia.... y el perdón es la venganza de los buenos, amén.

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