Absalón y Afropacífico, a la conquista del encopetado público inglés

Absalón y Afropacífico, a la conquista del encopetado público inglés

El talentoso compositor y músico timbiquireño se presentará con su agrupación en el cotizado Festival Glastonbury de Inglaterra

Por: Ricardo Rondón Chamorro
mayo 14, 2019
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Absalón y Afropacífico, a la conquista del encopetado público inglés
Foto: Ricardo Rondón Ch

Apostado en la barra de La Bruja, Absalón Sinisterra Montaño apura un sorbo de Jack Wood, cóctel de autor que, a manera de cata, le ha compartido el barman, y los relámpagos intermitentes de las pupilas del negro timbiquireño sustentan las notas del brebaje con olor a bosque matinal, que tiene como base el bourbon preferido de los súbditos del rock pesado.

Tras la prueba, Sinisterra exhala un ¡aaaahhh! prolongado de satisfacción, y aunque se confiesa un neófito en tragos alquímicos, dice que su única y, seguramente, última borrachera, fue cuando estaba muchacho, con ingesta de viche, el aguardiente artesanal del Pacífico, destilado de la caña.

Queda entonces certificado que la única y noble embriaguez del líder de Afropacífico, colectivo de vanguardia, ha sido aquella que recoge lo más excelso de las músicas tradicionales del litoral (currulao, bambuco viejo, rumba, bunde, patacoré, meneabolsa, pasillo, entre otros), fusionado con el vals y el bolero ecuatorianos, el merengue, el porro, entre un sinnúmero de expresiones rítmicas locales y foráneas.

Son las once de la mañana de un viernes de mayo nublado en las goteras del centro histórico de La Candelaria, en Bogotá, vísperas de celebraciones de madre, y Sinisterra Montaño ha llegado puntual a La Bruja Aquelarres, convocado por la gestora cultural y productora de Barcú, Violeta Sarmiento, para una serie de fotografías, y de paso invitado por el emporio gastronómico y de bebidas espirituosas que regentan a pulso Laura Rubiano y Gregorio Fandiño, que han dispuesto para el cantor y músico del corazón de Timbiquí una exquisita carta de entradas con manjares del Pacífico, cócteles de la casa, y hasta una botella de viche en fino envase de cristal, curada especialmente por el barman de planta.

Absalón viste normal, con traje de combate y morral a la espalda, como el ciudadano de a pie que hace fila en TransMilenio, que se abre campo a contracorriente en la enloquecida manigua de hormigón y concreto, donde el transcurrir del día son afanes, neurosis, agresividad en calles y avenidas, dentro del transporte público, ese batallar constante desde que aclara hasta que anochece, en una Bogotá que hace mucho tiempo dejó de ser la ciudad de los cachacos y se transformó en una metrópoli, multiétnica y pluricultural, simbiosis de cualquier cantidad de acentos, modismos y razas.

Todo lo contrario a Timbiquí, el municipio caucano con piel y entrañas arraigadas en el Pacífico que lo vio nacer, rebosante de riquezas naturales, cultura, costumbres, su música autóctona, y ese amor ancestral y en cadena por la vida, el arte, el deporte, que se refleja en la amplia y perfecta sonrisa lechosa de lugareños de todas las edades, desde los más chicos hasta los abuelos, que por tradición son quienes asumen la crianza y la formación de sus nietos.

Tal cual como le tocó de pequeño y en adelanto a Absalón, bajo la protección y la sabiduría de su abuelo Felipe Herrera, maestro del bombo y de todos los cueros y maderas de la percusión ancestral, y de Donatila Sinisterra, su abuela, cantadora y ejecutora del guasá, como la mayoría de instrumentos de herencia africana, elaborado con un trozo de guadua hueca, sellado en ambos extremos por dos discos del mismo material, que contiene su en interior pepitas de maíz y semillas de achiras: una maraca traversa y enorme, si se quiere.

“Sucede con los muchachos de Timbiquí —relata Sinisterra—, que si no se enamoran a temprana edad de la música, del folclore, de las expresiones artísticas y culturales que nos representan, se casan con cualquier disciplina deportiva. Es que esta educación no solo viene de herencia, de casa, sino que se incentiva en las aulas escolares. De ahí que en el municipio la población oscile entre el folclorista, el artesano de instrumentos, el docente o el deportista. Y ahí está toda la familia comprometida en esa formación: abuelos, tíos, hermanos mayores, etc. Ya se podrá usted imaginar: en mi familia somos más de cien”.

Sin embargo, ese impulso orientador y creativo de los mayores para con los niños timbiquireños, aunado al talento, la disciplina y la vocación que imprimen a su aprendizaje, no siempre es suficiente para llegar lejos… para tocar el techo de la fama y el reconocimiento, si se trae a colación la opinión de un experto en promoción y marketing musical y discográfico, Aimer Otero, exgerente de Discos Fuentes, quien afirma que para poner a sonar en radio y dar a conocer en el competitivo mundo mediático y publicitario a un solista o a un colectivo, se necesita un monto mínimo de mil millones de pesos.

Absalon interpela que una cifra semejante no le cabe en la cabeza, y que el que cuente con ella que la sepa invertir y le saque el máximo provecho, porque lo de él, desde que empezó a evolucionar con el arte, en la adolescencia, su caballito de batalla tiene nombre propio: guerrear. Guerrear sin mirar atrás, demostrar la solidez de un trabajo de años hecho a conciencia, cimentado en el estudio, el entrenamiento y la experiencia, y en esa lucha sin tregua de golpear puertas, de convocar, de mostrar, de convencer.

Foto: Ricardo Rondón Ch

Foto: Ricardo Rondón Ch

Así ha trascendido su proyecto musical Absalón y Afropacífico, que en 2020 completará diez años, y que justamente tuvo su despegue con buenos vientos en Bogotá, donde los ritmos exóticos de la cultura musical del Pacífico cobran cada vez más interés y aceptación.

No obstante, Sinisterra manifiesta que es una labor compleja vivir solamente de la música, sostener un frente musical de academia, virtud y calidad, sin descontar el alto costo que significa radicarse en Bogotá, agarrar por los cuernos el toro de las dificultades, apretar el cinturón y sudar petróleo para salir adelante. Como tampoco es fácil ponerle tarifa a un toque, cuando se ha tomado por costumbre en bares y restaurantes convocar grupos, pero por amor al arte, dizque como plataforma de reconocimiento, sin un incentivo monetario, ni siquiera para el transporte, como si el artista fuera un cuerpo glorioso que se nutre de vítores y aplausos.

Lo anterior, agregado a que hoy el artista no vive de vender discos, como hace veinte o treinta años, sino de la promoción y venta de espectáculos, de la presentación en tarima, que para los neonatos en la música es uno de los mayores tropiezos donde se pone en juego creatividad, garra, poder de convicción, innovación, y aunque muchos lo desestimen, factor suerte.

Por fortuna, Sinisterra Montaño, placeado a pundonor a lo largo de una década, en múltiples escenarios, ha contado con el ángel de la buena vibra, no solo para cautivar públicos sino cazatalentos y empresarios, en ese guerrear cotidiano de aprovechar plataformas tecnológicas de interacción y difusión musical, participar en festivales de músicas del mundo en Italia y Argentina, y en Colombia al Parque, Estero Picnic, Hermoso Río, Barcú, donde consolidó su reconocimiento en 2018, y no parar de componer y producir, a la fecha con cuatro discos grabados, de notable aceptación —como el elogio de sus coterráneos, Herencia de Timbiquí—, y la reafirmación de alianzas estratégicas para que no se agote el oxígeno, traducido en patrocinio económico y mediático.

Una de estas alianzas, la integrada por el consorcio de galerías de arte Barcú, el Café Restaurante Bar La Bruja y Caracol Radio, que respalda en la actualidad a Absalón y Afropacífico, y que direcciona el colectivo en una permanente agenda de presentaciones, de las más esperadas por el genio timbiquireño y su agrupación, el Festival de Glastonbury, en Worthy Farm (Inglaterra), el 28 de mayo.

Un significativo logro hecho a pulso, que el cantor y músico resume como la anhelada recompensa de muchas noches en vela, pero con el sueño intacto. De creer y tomarse toda la confianza en el trabajo realizado. “Jamás uno puede esperar que el reconocimiento se alcanza en un abrir y cerrar de ojos. Es un camino sembrado de esfuerzos, sacrificios, de muchos intentos, de enorme fortaleza y una alta dosis de paciencia, que hace parte del espíritu de los de mi amada tierra”.

Absalón celebra con otro sorbo de Jack Wood, el estreno en plataformas de su nuevo tema, La casita de mamá, una deuda que tenía con sus abuelos, forjadores de su destino como músico y como ser humano. Asegura que con su mamá, que reside en Cali, tiene buenas relaciones, pero que a sus viejos, como él llama a Felipe y Donatila, nunca tendrá cómo retribuirles los esfuerzos y desvelos que invirtieron en su crianza para sacarlo adelante: “En medio de la pobreza y de las necesidades, nunca nos faltó un plato de comida caliente y a su hora, servido con mucho amor. Y eso es lo que vale”. De modo que tararea la estrofa que más le gusta:

Aquella casita vieja / la casita de mamá / di mis primeros pasos / aprendí a caminar / en aquella casita vieja / la casita de mamá.

Y, picado, conmovido, no se resiste a recitar un párrafo del bunde A mi viejo, dedicado a su abuelo Felipe:

Felipe mi viejo querido / hombre trabajador / paso a paso/ te ganaste la vida hombre conquistador. / La vida te ha premiado / con una linda esposa / con muy buenos hijos / y una familia numerosa.

Ese arraigado sentimiento, el del amor filial y paternal, lo comparte a diario con sus dos hijos pequeños, frutos de su unión de catorce años con una bogotana docente y artesana. “Ellos son las poderosas turbinas en este vuelo que elegí, el del arte musical, que me ha brindado grandes satisfacciones, y lo que falta, porque vamos en marcha y en pos de la conquista”. Quizás el codiciado Grammy Latino, de tantos galardones que hoy promueven las rutilantes empresas musicales.

Laura Rubiano y Gregorio Fandiño hacen un paréntesis en la conversación para invitar a Absalón Sinisterra a manteles. Hablan de una sorpresa, y seguro que lo es: sobre uno de los amplios comedores de esta acogedora estancia embrujada, están dispuestos manjares del Pacífico, una guarnición de generosos langostinos, acompañados de un encocado en salsa de chontaduro.

El timbiquireño, exaltado con los aromas, sabores y saberes de su amado terruño, huele, degusta, se extasía, y sus pupilas vuelven a relampaguear. Es cuando intercede el barman para acercarle en un envase de lujo la bebida tradicional del Pacífico: una botella de viche curada a su manera.

Vienen más fotos. El flash de las cámaras estalla en el curtido rostro de la raza en su pureza y herencia africana. Y como un príncipe de la bíblica Saba, Absalón firma atenciones con su amplia e inocente sonrisa perlada.

Foto: Ricardo Rondón Ch

Foto: Ricardo Rondón Ch

Absalón y Afropacífico

- Absalón Sinisterra Montaño: dirección general, composición, voz, guitarra, marimba de chonta.

- Manuel Zambrano: dirección musical.

- Javier Bonilla: voz y coros.

- César Martínez: multipercusión.

- John Sebastián Torres: multipercusión.

- Waiden Roots: batería.

Plataformas

- Spotify, iTunes, Deezer, YouTube. Twitter: @absafropacifico Facebook: absalonafropacifico Fan Page: absalonafropacifico

Próximas presentaciones

- Jueves 16 de mayo: La Bruja Aquelarres (Evento Barcú) Calle 11#2-80, 9:00 p.m.

- Martes 28 de mayo: Festival Glastonbury (Inglaterra).

- Viernes 31 de mayo: Candelario (Carrera 5°#12B-14), 9:00 p.m.

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