Lo que hace el ELN en el Catatumbo hoy, es un calco de lo realizado por ellos mismos en Arauca tres años atrás. Me parece curioso que no se haga mención a eso. Una ofensiva brutal contra los grupos identificados como disidencias de las FARC, particularmente los herederos del grupo que encabezó el finado Gentil Duarte, que se dan el nombre de Estado Mayor Central. En el mes de enero de 2022 se contaban en 300 los asesinados por el ELN en ese departamento.
En el Catatumbo se habla de por lo menos un centenar de muertos violentamente, más un número indeterminado de heridos, a lo que se suma una cifra superior a doce mil campesinos desplazados por la fuerza. Allí el ELN asegura librar la guerra contra los autodenominados Frente 33, grupo que se reclama heredero de las extintas FARC, como en Arauca se realizaba contra los autodenominados frentes 10 y 28, tan disidentes y falsos FARC como los del Catatumbo.
Resulta evidente la existencia de una vocación mesiánica en el ELN. Una vocación que ha alcanzado los niveles de la enajenación mental, un auténtico delirio. Antonio García, Gabino, Pablo Beltrán y los demás miembros de la dirección de ese movimiento perdieron hace mucho tiempo el sentido de la realidad, viven un mundo imaginario, muy distinto al del resto del país y el mundo, creyendo ciegamente en consignas y credos que nada significan para el resto de la gente.
Para el ELN, ellos, y solamente ellos, encarnan la única verdad en todos los órdenes. Tienen la fórmula económica, política y social que permitiría, una vez pudieran aplicarla, crear una sociedad perfecta, justa, democrática y libre. Por ende, poseen la única ética válida y respetable, la moral revolucionaria verdadera, la que les permite cumplir con toda clase de acciones, sin el menor reproche de conciencia, pues hacen lo que le conviene efectivamente al pueblo.
Así este mismo no lo entienda muchas veces. Es cuestión de pedagogía, de años de educación en la nueva conciencia, la que ellos ya tienen, desde su nacimiento en 1965. Es esa fanática concepción la que les permite asegurar que ellos jamás se ocuparán de las consecuencias del conflicto, de lo que pase en este, por horroroso que pueda parecer, sólo están dispuestos a ocuparse de las causas, lo único que debe reparar en justicia la sociedad.
Tan optimistas se sienten con su visión, que aseguran que jamás pueden hacer nada malo. Todo lo que hacen es correcto, porque atiende al bienestar del pueblo, que ellos tienen sólo en su cabeza. Por eso no temen caer en inconsecuencias, como la extorsión generalizada a los habitantes de las regiones donde operan, las incursiones en todo tipo de negocios turbios, como el narcotráfico, el contrabando de ganado, los crímenes y abusos permanentes contra la población.
Obran iluminados, así se sienten. Y con esto no quiero, ni en broma, presentar a los demás grupos armados como más sanos o mejores. La Marquetalia de segunda, de Iván Márquez, se encuentra encabezada por un personaje que se comunica con Simón Bolívar mediante sesiones de espiritismo. Y es el espíritu del libertador quien le indica el devenir. Se puede imaginar cualquier cosa en consecuencia. Los otros, los EMC y demás, bandidos completamente descompuestos.
Conocí mandos guerrilleros y tropas en el Catatumbo. Ninguno de ellos da la menor referencia sobre los sujetos que aparecieron de la noche a la mañana encabezando los grupos que se reclamaron continuadores de Manuel Marulanda. Ni los campesinos ni demás habitantes de la región conocieron a ninguno de ellos. Alguien los inventó y envió a avivar un conflicto que casi desapareció con el Acuerdo de Paz de 2016. Lo que se vive son los efectos de esa decisión.
Ahora, las guerrillas se mueven en zonas rurales apartadas, donde la presencia del Estado es mínima o fugaz, así que, por la fuerza de las armas, revestidas de un discurso político, imponen un orden, del que los habitantes de esas zonas obtienen a cambio algún provecho. No hay alternativa, someterse o fracasar, una cuidadosa convivencia, una lealtad incierta. Por eso, cuando aparece otro grupo, viven un dilema muy difícil. Si ayudan al uno, los mata el otro.
Nunca se quiso escuchar la voz de los firmantes de paz de 2016, se los despreció.
Es cuando surgen los acuerdos entre los armados. Pactos de respeto mutuo a los negocios y relaciones del otro. Resulta apenas lógico que entre iluminados y bandidos los acuerdos se rompan. Por eso pasa lo que pasa hoy en el Catatumbo y ya comienza a reproducirse en otras regiones. Duele profundamente que así haya concluido el experimento de la Paz Total. Nunca se quiso escuchar la voz de los firmantes de paz de 2016, se los despreció.
Petro aseguraba que en tres meses tendría solucionado lo del ELN. Y confirió grados de organización política a las disidencias criminales. La fatalidad nos vuelve ciegos.
Del mismo autor: La verdad oficial y la condena a quienes dudan