Si tenemos en cuenta que las mujeres en Colombia apenas llevan 68 años con derecho al voto, y de manera coyuntural se acercan unas de las elecciones más polémicas del país, podemos decir que, sin el voto de las damas, no habrá realmente un cambio.
Gracias a la reforma de la Constitución política de Colombia, y aunque se aprobó en 1954, fue solo a partir del año 1957 que las mujeres contamos con el derecho al voto popular, a ser elegidas y ocupar cargos públicos, y donde es evidente que el aporte y la preparación de muchas, ha sido determinante en cargos públicos en los cuales se pueden tomar decisiones trascendentales para el país.
Se considera que, para las elecciones del próximo año 2026, el potencial electoral será de más de 40 millones de personas con derecho a ejercer el voto, y de estos, más de la mitad serán mujeres; para hacerse una idea, solo en 2022, la Registraduría Nacional del Estado Civil, informó que, del total de 39 millones de ciudadanos que conformaron el censo electoral para las elecciones presidenciales, 20´111.908 fueron mujeres y 18´890.331 hombres.
Lo anterior, reafirmar que la mayoría de los votos están en nuestras manos y que debemos elegir bien, porque en definitiva seremos las que pondremos al nuevo presidente de Colombia.
Las mujeres que somos las que tenemos generalmente en la cabeza la familia, que podemos trabajar, ser mamás, esposas, hijas, empleadas, emprendedoras, cuidadoras, entre otras cosas, analizamos y tenemos la sensibilidad por la verdad, y en nuestro sexto sentido, sabemos lo que está bien y lo que no.
Por eso, debemos salvar a Colombia, que quede lejos la ideología de género con la que quieren convencer a nuestros niños y jóvenes a través de cartillas y movimientos progres, dejar la corrupción que ha inundado este gobierno, más que cualquier otro, volver a poner a Dios por encima de todo y sobre todo, lograr un país próspero, unido y remando todos en una misma dirección, para dejar de ser un país tercermundista en algún momento.
Históricamente, la mujer en Colombia no ha alcanzado a llegar a la Casa de Nariño en la Presidencia, se ha tenido que conformar con la vicepresidencia en diferentes ocasiones. Las causas pueden ser muchas y van desde un marcado machismo que le ha cerrado las puertas, hasta una práctica errónea de la llamada liberación femenina, lo cual parece insensato. Irónicamente, todavía existen sectores de movimientos femeninos que protestan con violencia en manifestaciones, dañando los bienes comunes, atentando contra otros, mientras el objetivo es denunciar la violencia contra la mujer.
Desde un punto de vista práctico, parece ser que el hombre ya probó todo y hasta el cansancio demostró su incapacidad para garantizar una política honesta, que coseche desarrollo y que responda a las necesidades de la sociedad. Así pues, llegó el tiempo de la mujer protagonista en las urnas y en las oportunidades de demostrar su rigidez, su honestidad, su valor en la organización y su lucha por alcanzar sus metas individuales y colectivas.
¿Será que necesitamos en Colombia una imagen como María Carolina Machado, que impulse a las mujeres a votar y que llegue a la presidencia a arrasar en el buen sentido de la palabra, para lograr salvar a nuestro país?
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