El desgaste de una derecha que solo se dedica a perseguir en vez de proponer

La persecución política en Colombia, basada en odio y manipulación, es un mal negocio electoral que erosiona el debate y fortalece el deseo de cambio

Por: Germán Peña Córdoba
noviembre 28, 2025
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El desgaste de una derecha que solo se dedica a  perseguir en vez de proponer

La persecución es inherente a la mala actividad política. Se persigue porque, a falta de programas de gobierno y propuestas que beneficien al pueblo, se establece un régimen de terror donde la inteligencia es borrada por el oprobio sistemático. En el ambiente político colombiano, hoy no se propugna por imponer buenas ideas porque, además, se carece de ellas. En respuesta a lo anterior, se busca inocular odio de manera obsesiva, columna dorsal del programa político de las derechas. Esto se comprueba cuando se apela al recurso de insultar de manera reiterada, entrampar el pensamiento diferente de forma sistemática e incluso intentar aniquilar físicamente al adversario.

La nefasta persecución de la derecha colombiana que nos toca hoy, con sus conmilitones, sus noticieros, sus brazos políticos, agencian la barbarie enquistada que desplaza la confrontación directa de programas e ideas. En nuestro ambiente se confunde el sereno análisis con la pasión desbordada. Para quienes intentan anular el pensamiento crítico no existen adversarios, sino enemigos. Estamos a un paso de la eliminación física del adversario convertido en enemigo. El regreso al verbo “destripar”, como lo expresó el rábula candidato, está a la vuelta de la esquina. Por supuesto, esto sucedería si los dejamos.

Se confunde perseguir con debatir. Las llamadas, pomposamente, “instituciones”, representadas por los entes de control político y las altas cortes de la justicia —incluidos el penoso CNE y el politizado Consejo de Estado—, aunque ha habido intervalos en los que se ha actuado con transparencia, han prefabricado épocas aciagas en Colombia. Hoy las llamadas “instituciones” están diseñadas desde lo más alto para que prevalezca una sola visión social del Estado. Estas se encuentran entregadas a defender grandes intereses particulares y un ejemplo claro es cómo la Corte Constitucional impide la reforma pensional y cómo desde el “filibustero” Congreso (que no debemos reelegir) se ponen palos en la rueda a las reformas. Hoy las llamadas con fervor “instituciones” se atraviesan cuál mula muerta en el empantanado camino que transita el cambio.

Pero si la intestina y visceral persecución política que hoy presenciamos se realiza con el propósito único de escalar electoralmente, se equivocan rotundamente. Está demostrado que una persecución hasta en el baño al que va el presidente de la República, para averiguar desde lo escatológico cómo es su comportamiento, fastidia y enfurece a un electorado que ve avances tangibles en algunas políticas públicas que claramente lo favorecen y que ningún otro gobierno había tenido en cuenta.

Mal negocio electoral es inducir el intervencionismo de la gran potencia; al final es contraproducente para los protervos intereses electorales de la derecha porque exacerba el chauvinismo cuando compromete la soberanía. Agenciar de manera malsana, quebrantar emocionalmente al presidente, afectando directamente a su esposa e hijas, le dolerá, pero un verdadero revolucionario con férreas convicciones de cambio está preparado para resistir hasta la más cruel de las torturas.

Cuando caiga la noche y las estrellas brillen en el firmamento, el bullicio se decante y el ruido se silencie, aflorarán verdades incómodas para los detractores y, al final, se verá con claridad lo contraproducente que fue una persecución mezquina e infame.

¡Siempre que llovió, paró!

La persecución permanente cesa, como cesan las tormentas huracanadas, y al final brindará réditos electorales a las políticas del cambio. La gente votará con rabia ante el intervencionismo y aflorará el chauvinismo en el corazón de cada colombiano. Se equivoca la prensa, la radio y los noticieros abyectos a las élites políticas decadentes, que con su lluvia de mentiras piensan doblegar el ánimo y la consecuencia. La incesante persecución es un mal negocio electoral y, como todo se mira como negocio, entonces les recomiendo cambiar la fallida estrategia.

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