1658 caballos que ya no son maltratados en Bogotá

1658 caballos que ya no son maltratados en Bogotá

Estás son las zorras que pasaron a mejor vida ¿En donde están ahora?

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julio 25, 2013
1658 caballos que ya no son maltratados en Bogotá

Daniel Moya ha sido carretero desde que tiene memoria, era el oficio de su padre. Hoy, además, es el de su hijo, su esposa, su cuñada y toda la familia. También tiene un profundo amor por los animales, en su casa tiene un loro y dos gatos, “y dos cotorras”, añade su mujer, señalando a sus dos pequeñas hijas que revolotean a su alrededor mientras hacemos la entrevista. “A mí me da mucha tristeza porque extraño a mis caballos, pero yo creo que deben estar mejor que aquí. Es verdad que tenían que trabajar mucho, y yo ahora tengo más tiempo para estar con la familia porque a los animales había que atenderlos los fines de semana y a todas horas. De todas maneras extrañamos mucho a Timoteo y Canela, eran parte de la familia.”

Daniel es uno de los 2890 carreteros que entraron este año al plan de Petro para acabar con los vehículos de tracción animal en la ciudad. “Ahora seguimos siendo carreteros, tenemos el mismo oficio, pero con un camión”. Daniel vive en Las Palmitas, en la localidad de Kennedy, cerca a la ribera del río Bogotá. Fue uno de los líderes de carreteros que estuvo en la mesa de movilidad y uno de los primeros en reemplazar su caballo por un automotor.

Timoteo es un caballo ‘negro tapado’ de unos 6 años y Canela una yegua, un poco más joven, con una mancha blanca en la frente, es decir ‘negro lucero’. “Eran esposos” me dice Daniel. También eran el eje de las fiestas familiares en las que solían compartir un sancocho o un asado alrededor de los caballos. “Timoteo era a veces rebelde, a veces consentido. Canela era un poco más dulce.”

La noche que los entregaron a la la UDCA (Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales) fue inolvidable para toda la familia. Llegaron a La Mariana a eso de las 10:00 pm, Daniel iba acompañado de una de sus hijas que quería despedirse. A eso de las 12 llegó a Bavaria la procesión que contaba con unos 80 caballos. A las 2:30 de la mañana llegaron a la 170 donde hubo una última charla con todos los carreteros. “Unos lloraron otros no. Creo que estábamos felices y tristes. Fue una procesión muy bonita y emocionante, era nuestro último viaje con los caballos, en el corazón nos estábamos despidiendo.” A la madrugada llegaron a las pesebreras de la UDCA donde serían examinados y dados en adopción.

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A la izquierda la carreta de Daniel Moya con uno de sus caballos, Canela. Derecha: Daniel Moya frente a su nuevo camión.

La familia de Daniel ya tiene un total de tres camiones, todos adornados con imágenes de los caballos y sus nombres. “Este era Bayron, el caballo de mi cuñada” y me muestra el sticker de un caballo que avanza brioso, pegado al frente de la carrocería. “Cuando usted vea un camioncito con dibujos de caballos” me dice la esposa de Daniel “puede estar segura que es de un carretero”.

El programa de Sustitución de Tracción Animal comenzó en enero de este año y termina en septiembre. A la fecha se han retirado 792 caballos de los cuales 688 han sido adoptados y a los carreteros se les han entregado 312 vehículos.  Por cada caballo entregado, el distrito entrega al carretero 36 salarios mínimos, es decir 21 millones, que servirán para arrancar un proyecto de empresa o financiarse un camión o una vivienda. La mayoría, 2720, ha optado por un vehículo automotor. Luis y Margarita, dueños de la tienda de la esquina, un popular punto de encuentro, se compraron una máquina para procesar algodón sintético y la prenden, orgullosos, para alardear con las visitas. Luis se asoció con otros carreteros que están esperando los camiones para iniciar una microempresa de algodón y espuma. “Muchos carreteros no creyeron que fuera a ser así, creyeron que nos iban a tumbar, por eso no se inscribieron en el programa y ahora están buscando formas para hacerlo. Otros no tenían licencia de conducción, pero están aprendiendo.” Me cuenta Daniel.

Aunque el plan de Petro ha sido exitoso hasta ahora, lo cierto es que muchos carreteros se quedaron por fuera, no saben manejar, nunca se inscribieron, o siguen manejando zorras a la espera del camión. El sonido de los cascos es como un metrónomo que marca la vida de las Palmitas. Lo primero que me aclaran todos es que no les gusta que les digan zorreros. “Es despectivo” me dice Daniel. Mientras me habla, el sol de las cuatro de la tarde ilumina el basurero donde va a parar el material de las zorras y que aún sirve de potrero para los caballos que quedan en el barrio “unos 500 calcula Daniel”. Los rayos salen de entre las nubes cargadas de lluvia como si fueran un dios postapocaliptico que se asoma al fin del mundo.

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Caballerizas de la UDCA y uno de los caballos subiendo a un camión rumbo a su nuevo hogar.

A las pesebreras de la UDCA llegan alrededor de 100 caballos por semana. “Tratamos dar en adopción a la misma cantidad cada semana, pero no todos están en condiciones de irse enseguida, al menos la mitad debe quedarse con nosotros un rato para tratamiento” dice Johana Díaz, Interventora de la Secretaría de Movilidad. “Entregamos al menos 50 caballos a la semana a hacendados con fincas cercanas que se inscriben en el programa a través de la página web.”

En la UDCA a cada caballo se le abre una historia histórica cínica y un examen. Se los identifica con fotografías, se les inserta un microchip, de bañan, se desparasitan, se vacunan y se les practican exámenes de diagnóstico. Los problemas más frecuentes son músculo-esqueléticos, usualmente porque las herraduras que usan están hechas con varillas de construcción redondas y corrugadas. Estas herraduras, y más aún caminando en el pavimento, le destrozan las patas a los caballos, les generan fracturas, desvío de los huesos y ostesarcomas. El segundo tipo de problemas más frecuentes son los de la piel: heridas, lasceraciones, hongos. “Vienen con muchas heridas en la nariz, y en el lomo” dice Díaz. También son frecuentes los abscesos generados por inyecciones mal puestas por los carreteros que han medicado a los caballos sin ir a un veterinario. Otro problema gravísimo es la alimentación. Los caballos llegan acostumbrados a comer sobras de restaurantes, que muchas veces tienen un mínimo valor nutricional. También llegan con los dientes fracturados, algunos con huecos que no les permiten tomar agua ni comer.

A Timoteo y a Canela los adoptaron juntos. Ahora viven en una finca en Pacho, Cundinamarca. Ricardo Morales, el adoptante, cuenta que se unió al programa porque siempre le han gustado los caballos. “Nos enteramos por la prensa y enseguida llenamos todo el papeleo necesario. Mandamos las escrituras de la finca, los certificados.” Una vez evaluadas las condiciones de la finca y los deseos del adoptante  -algunos los quieren para pasear niños, otros para trabajos menores, otros simplemente para jubilarlos- los caballos se asignan por sorteo. Son caballos que en este momento están pastando, comiendo, descansando. Todavía se pueden montar pero lo hacemos muy poco.” cuenta Ricardo, que vivió 13 años en el Llano y ha sido criador de caballos de paso. “Mi deporte favorito es el coleo” dice.

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Timoteo el día de su adopción.

Timoteo y Canela se están adaptando al clima a la rutina de que los bañen y los ensillen. “Son caballos muy nobles. Yo el día que los ví los recibí con panela en la mano. Hoy en día yo llego a mi finca y silbo en el potrero y ellos vienen.” dice Ricardo Morales. Están comiendo pasto fresco, zanahoria, melaza de panela, maíz y concentrado. El pasto verde sube 20 centímetros desde el suelo y se extiende hasta el horizonte. A Timoteo y Canela se les nota el cansancio, entre los potreros se ven menos imponentes pero más tranquilos. Sus cuerpos recuerdan las noches frías cerca al Río Bogotá, los golpes de sus cascos contra el cemento, el peso de la carga, y aún les cuesta un poco acostumbrarse a su jubilación. En la ciudad, Daniel Moya y su familia los extrañan, recuerdan con cariño los días en que ejercían uno de los oficios más difíciles y emblemáticos de la ciudad de Bogotá, que hoy, para suerte de carreteros y caballos, está en vía de extinción. En este caso, el pasto es, literalmente, más verde al otro lado.

Timoteo y Canela en su nueva vida.

Timoteo y Canela en su nueva vida.

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