Notas sobre la novela "Esa gordita sí baila"

Notas sobre la novela "Esa gordita sí baila"

"Escrita por la barranquillera Lya Sierra, es divertida, trata temas como el goce, la locura y el carnaval que todos los costeños deben leer"

Por: ROBERTO NÚÑEZ PÉREZ
marzo 05, 2020
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Notas sobre la novela

En el 2004 llegó a nuestras manos un ejemplar de la primera edición de Esa Gordita sí baila, la primera (y hasta ahora única) novela de la poeta Lya Sierra. A todos sus amigos nos sorprendió gratamente esta revelación, más aún cuando comenzamos a devorar una tras otras las 256 páginas del libro.  Siempre he dicho, y Lya lo sabe, que Esa gordita sí baila es una de las mejores novelas publicadas en lo que va corrido del siglo en la Región Caribe y en el país.  Estoy cada vez más convencido, como lo dice Ítalo Calvino, que si bien al releerlos “….  los libros siguen siendo los mismos, (aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva histórica que se ha transformado), sin duda nosotros hemos cambiado y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo.” Y eso me ocurre estos días al descubrir nuevamente a La Gordita.

Voy a contarles una experiencia de lectura muy personal. Cuando leí El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha por primera vez, me pareció un relato aburrido. Para entonces tenía yo unos 18 años.  Me ha tocado toda la vida escuchar a muchos ensalzar la obra de Cervantes. En verdad, ¿cuántos han leído la historia del caballero de la Mancha? El caso es que unos veinte años después quise releer el texto a ver qué pasaba y, prodigiosamente, se abrió ante mí uno de los libros más maravillosos con los que me haya encontrado. Me resultaba difícil desprenderme de él y hasta llegué a veces tarde a mi trabajo por no querer interrumpir la lectura.

Lo que quiero decir con lo anterior es que los buenos libros, los clásicos, diríamos, se hacen mejores con el tiempo. Y no exagero al concluir que algo similar me ocurrió con la novela Esa Gordita sí baila, aunque con una diferencia, desde la primera lectura la disfruté, solo que, más de quince años después, al encontrármela de nuevo, me parece mejor de lo que recordaba. Así como en la obra del Manco de Lepanto, en la novela de Lya Sierra reímos, sonreímos y nos reímos a carcajadas hoja tras hoja. Y es curioso,  porque si uno mira bien, las historias de ambos personajes en verdad son historias tristes. El Quijote no hace más que fracasar, al igual que La Gordita, como le dicen todos, como se dice ella. Ella que no hace más que huir de la tristeza, del desamor, del machismo y de las “culebras”; ella que nunca reconocerá su derrota, que intentará siempre ser feliz.

¿Y qué de malo tiene huir? Si huir es todo cuanto hacemos en esta vida que no sabemos cómo ni para qué vivirla y ante tanta desolación nos inventamos las religiones, las ideologías, la ciencia, la poesía, la música, el baile. El baile, el método de fuga de esta muchacha de clase media que no quiere complicarse la vida y que por no querer complicársela termina enredada. Porque la vida es un enredo, así queramos asumirla de la manera más simple: ella en sí misma resulta absurda y hay que tratar de desovillarla lo mejor que se pueda. Como El Quijote, La Gordita también termina siendo derrotada una y otra vez por los molinos de viento o por los puños de Milagros, la que se parece a King Kong o por sus vecinas que no aceptan el “desliz” de ninguna mujer.

Esa Gordita sí baila es una larga confesión que hace la protagonista a Anita Palau. Su relato comienza con una expresión profunda: “uno también tiene su historia”.  Todos deberíamos saberlo en estos tiempos en que nos quieren hacer creer que los protagonistas de la época aciaga en que vivimos van armados, llenos de poder y de dinero.  La mujer hace despliegue de sus amores y desamores, tristezas, deseos y frustraciones. Al igual que en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, aparece en la narración una innumerable cantidad de refranes y dichos, algunos todavía en uso, otros ya olvidados y que la poeta Lya Sierra rescata. Uno tras otro pasa ante nosotros expresiones populares:

“Este mundo es de los vivos, porque aquí el que espabila pierde “, “A mi abuela conmigo le dan las doce”.  “… y cuando dijeron los cantaleteros, ya mi hermanita iba con la bandera adelante”, “De pena se murió un burro en Cartagena”, “Me extraña araña “, “más blancos que una rana platanera”, “¿Qué comes que adivinas?”, “machete estate en tu vaina”,  “el buen chofer maneja lo mismo un renolito que una tractomula”, “Perro huevero no pierde el vició”. Palabras  y frases típicamente arenosas, típicamente caribes:  ardido, montar la llorona, tráfico de cuchara, nos pillamos, mamelludo, selele, tebillegar, ñoña, llavería, sulimba, clarinete (de claro), caribe (de caro), envarillao,  culebra (deudas), entramparse (adeudarse), merequetengue,  perratear, parrampampán, huesera….. Canciones: “Mamá, yo quiero saber de dónde son los cantantes”, “te voy a llenar  de mariposas, te voy a regalar el color de las rosas…”, “Ay, Anita… ábreme la puerta Anita, Anita tun tun tun”, “Pero de mi corazón un  pedacito tú tienes, tú tienes, tú tienes”, “Qué linda la fiesta es, en un ocho de diciembre”, “Songo le dio a Borondongo, , Borondongo le dio a Brenabé, , Bernabé le pegó a Muchilanga…”, “¿Qué es lo que tiene? El carnaval de Curramba, que tanto enloquece a la hija como enloquece a la mama”.

Y en una novela en la que uno ríe y ríe aparecen la pobreza, el machismo contra el que, inconscientemente y aún a su pesar,  lucha La Gordita, los conflictos interminables de los amantes,  y también la poesía escondida en  el lenguaje cotidiano, la música que se despliega página tras página sobre todo en forma de salsa,  la filosofía sin filósofos, la política sin grandes discursos, en fin .  Parece que todo estuviera en Esa Gordita sí baila.

A quienes no han leído esta novela, bien vale la pena; y a quienes ya lo hicieron, les recuerdo que releerla se convierte en una nueva aventura, mucho mejor, más enriquecedora que la primera; el libro que leemos es el mismo y no lo es, porque los lectores somos los mismos y ya no lo somos.

[i] Ítalo Calvino. Por qué leer a los clásicos, Tusquets (Marginales 122), 1993

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