Un trino, dos trinos, una feria, un movimiento

Un trino, dos trinos, una feria, un movimiento

"Esto que digo es cualquier cosa, una sin importancia, y así es mejor, yo no pertenezco ni deseo pertenecer a la farándula intelectual de Colombia"

Por: Jorge Salas
julio 25, 2018
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Un trino, dos trinos, una feria, un movimiento
Foto: Pixabay

A veces, en tu más profunda juventud, tienes ganas de tirar todo a la más hedionda basura y tomarte unas cuantas pastillas, salir corriendo, rendirte, crucificar tu soledad en un ejercicio lento de dolor y agonía frente al abismo de la nada. Pero luego ves la farándula comercial de los intelectuales y puedes ahorrar un poco de esa energía que el suicidio te brinda para reír un poco. Es sencillo al final, tienes el secreto de la muerte, pero el mundo tiene la realidad de los intelectuales y su farándula, puedes unirlo entonces y certificar tu desprecio por los otros en una enorme carcajada siniestra.

Sabes de lo que hablo, un día estás harto de todo, de tu familia, del Estado, de la escuela, de tu carrera, de tu pareja, de ti mismo y viajas por un universo de preguntas que concluyen siempre con una soga al cuello, sin embargo, mientras piensas en ello, ves un trino de la farándula de los intelectuales y te entretienes un poco, disfrutas de la soberbia intelectual y del arribismo vago y pobre de la bufonería que exhiben tales personajes.

Precisamente eso me pasó en estos días. Mira, yo estaba cabreado por la nada y vagaba en el ciberespacio cuando me encontré de pronto con aquel trino del caricaturista Matador tratando de ofender a los uribistas. El trino poco me sorprendió. Primero, se presentaba como el acto de una ofensa por medio del común intelectualismo cliché de internet y luego continuaba con una brutal respuesta de “La Niña Maya”, finalizando el principio de una simulación (de intelectual) con un espectáculo (de intelectual menospreciado); sin embargo, al momento comprendí cómo la farándula intelectual suele ser tan sencilla de conmover en su estructura más compleja.

Al igual, no paraba de preguntarme si aquello era real. Tú podías ver la gran cantidad de borreguitos continuando aquella cadena absurda de elogios y ofensas virtuales. Tú podías sentarte por horas y pensar en todo aquello, mirando la inmensa marea de publicaciones relacionadas con todo eso mientras sostenías una navaja con tu mano derecha y tocabas levemente tu suave garganta con la mano izquierda por varios segundos. Entonces, como todo el lío se había formado por una referencia citada a la falta de lectura, los libros y una feria, recordé sin mayores problemas el circo.

Hace poco se celebró en Bogotá la Feria del Libro y, mientras recordaba tal evento, no podía parar de preguntarme si aquel trino de Matador iba en serio. Bueno, tú puedes participar de la farándula intelectual en la red y nada interesa, puedes aparentar poseer el conocimiento y si algo te sale mal dices que era broma y ya, todo pasó, nadie te reniega un céntimo de tu genio; nada parecido a lo que sucede en la vida real, donde el aroma del cemento y los comentarios furiosos te atraviesan como ninguna otra cosa. Pero mira, aquel trino podía fácilmente llegar a un descaro que involucraba dos universalismos al mejor estilo de Kant, para saber que ninguno de ellos era, para decirlo certeramente, universal. No, no lograba llevarlo al plano de la realidad.

Me seguía retumbando aquel universal que afirmaba que los uribistas no iban a la feria del libro y que, por tal motivo, eran uribistas. Lo leía y lo leía mientras más acariciaba mi garganta. No lo podía creer, por más que fuera un mal chiste. Porque no existe algo peor que un mal chiste salido de las entrañas más cibernéticas de un intelectual de la farándula. Recordaba nuevamente la feria que se celebró este año y no veía algo que pudiese diferenciar a un uribista de un petrista, a un burgués de un comunista, a un verde tipo marihuana de un verde tipo plastilina. Las ferias acumulan en sí mismas el collage de lo novedoso, de las ideas que pululan en las cabezas de todos. Ya lo habrás notado, lo sé. Hay un multiverso allí, un dadaísmo perverso donde cada quien tiene su espacio-tiempo. Pero no es eso lo que más recuerdo, o lo que más me interesa contar.

Recuerdo que mientras vagaba por aquella feria viendo el gentío ensimismado en su propia intelectualidad frívola (incluyendo la mía, claro) vi que se estaba presentando en el stand de las universidades un movimiento. Ello me causó cuidado. Si lo viste o tienes el material que publicaron, sabes a lo que me refiero. Era un grupo de adolescentes que hablaba del movimiento cuántico en el alma de las personas, de la poesía, el arte, de la época del destierro juvenil que se vive actualmente y de un desprecio, pero mira, enorme, a la frenética extensión de diversos signos que se reproducen unos sobre otros sin interesar el por qué o el cómo en la humanidad. Cuando los escuché abrí mis ojos y algo me violentó por dentro.

Luego de ello me entregaron el material que tenían y detallé profundamente su forma y su contenido. Decían con franqueza que, si en la época actual un comunista puede ser rico, un asesino pacifista, un hombre mujer, por medio de la multiplicidad de signos puestos descontroladamente en la psique de las personas, pues fácilmente la feria del libro podía ser (y sé que lo es, porque lo que decían iba en serio) un circo lleno de payasos que vagan creyendo habitar el universo de la palabra, enseñando a carcajadas en sus redes sociales una foto en la feria, viendo monstruos-libros, aparentando leer a las grandes figuras del ámbito del arte y la filosofía, pero que, al fin de cuentas, como cualquiera lo pudo comprobar, aquellos autores no se venden muy bien, además de andar ocultos a precios no muy asequibles en esas maquinarias enfermas de la cultura.

Entonces…, me seguía cuestionando interiormente el otro universal, ¿será que ir a la feria en realidad nos hace inteligentes o, para Matador, no uribistas, que es lo mismo a ser inteligentes? Continuaba sin creer aquello. Al igual, me reía de lo imbécil que suena todo eso cuando lo dices en voz alta, acariciando tu garganta con tu mano izquierda mientras sostienes con la derecha una navaja sedienta por tu sangre. Ya lograba comprender la brutal y vana respuesta que le concedió “La Niña Maya” y luego la inútil charlatanería de la farándula intelectual, nuevamente fundamentando sus payasadas con conceptos supuestamente muy elaborados. Los uribistas y los mataliebers se daban unos contra otros, boxeando incoherencias y graciosas opiniones.

En verdad aquellos chicos de la feria sí que me impresionaron, afirmar que la feria del libro es solamente un circo mercantil me recordó de inmediato lo estúpido que suena aquel trino y sus posteriores respuestas. Un trino que bien puede ser tomado como la extensión de ese circo al universo de la vida cotidiana, donde los bufones no hacen comedia política sino intereses politiqueros desbordados en sus chistes, y los congresistas le pelan las nalgas de forma pedagógica a sus compañeros —una buena cantidad elegidos por voto popular— para pelarle inmediatamente las nalgas a la débil democracia y reconocer que, sea como sea, eso no tiene valor, que a todas las instituciones se las puede pasar por alto con un gracioso comentario, con un performance que demuestra que nada interesa, que igual todo es un simulacro como aseguran los semiólogos, o un mundo habitado por el último hombre, el bufón del cual habló Nietzsche. Mientras la oposición es pedagógicamente incomprensible y patológicamente estúpida otros siguen dándole duro al país, con sus intereses y su leviatán entre el cabestro. Pero bueno, entiendo que esto que digo es cualquier cosa, una sin importancia, y así es mejor, yo no pertenezco ni deseo pertenecer a la farándula intelectual de Colombia. No, ni que se piense.

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