"Busco chinita para que me haga los oficios"

"Busco chinita para que me haga los oficios"

El criadazgo, considerado como una forma de esclavitud moderna que priva a los niños de su familia y de su niñez, sigue siendo una práctica común en La Guajira

Por: Estercilia Simanca Pushaina
julio 25, 2018
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Foto: Flickr Policía Nacional de los colombianos - CC BY-SA 2.0

Busco chinita para que me haga los oficios, preferiblemente que sus padres sean de Manaure o de Uribia, porque si son de aquí cerca, ¿quién aguanta a esa paisanera pasando todos los días, hablando con la chinita por la reja o por el portón?

Que tenga 10 años y menos de 15, porque aquí hay hombres, tengo hijos, hermanos y esposo, usted sabe cómo son las cosas, ellas se enamoran.

Por eso prefiero a las chinitas de seis años, son más dedicadas, lo malo es que lloran mucho. Les cae una lloradera por las noches y así no se puede dormir. Además, sus deditos pueden limpiar el tallado de los muebles y sus manitos lavar bien las cosas pequeñas, aprenden más rápido el español y olvidan más rápido las palabras en wayúunaiki.

Solo la necesito para los oficios, pero si puede traerme otra para mi vecina, que en estos días va a parir, yo podría hablar con ella para que le haga el favor de tenerla y a cambio le ayude con el muchachito que va a nacer.

Los indios pasan tanta necesidad en el monte que lo mejor es que me las traiga a todas, yo conozco mucha gente que las necesita, así las ayudamos y serán menos bocas que alimentar en su ranchería.

Ustedes tienen costumbres tan raras que primero comen ustedes y a los niños los dejan de últimos. Aquí también comen de último, pero comen, así sea un pan de sal.

Aquí las atiendo bien, tengo una estera donde duermen por dos razones: porque se caen de la cama y porque se orinan, además porque a mí no me gusta guindar chinchorros en los cuartos, esas son costumbres de indios.

Yo tengo mi rabito wayúu, por allá bien lejos, pero lo tengo, por eso me gusta ayudar a los paisanos. Uno ve a esas mujeres pariendo de tres, de cuatro, de seis, para ponerlos a pasar hambre, mientras el marido se la pasa borracho tirado en el chinchorro, esperando que sus hijas y sobrinas crezcan para casarlas con otro igual a él.

A mi tráigame a todas las chinitas, que aquí las ayudamos, aquí las ubicamos, aquí lo que hay es casas donde trabajar.

Eso sí, lo malo de las chinitas es cuando se enamoran, por eso cuando las veo enamoradas las devuelvo para la ranchería.

***

A ninguno en La Guajira le parecerán extrañas estas palabras, puedo imaginarme cómo recrean el relato en sus mentes, algo así como mirándose al espejo. Todos tenemos a alguien cercano que usa esta modalidad de prestación de servicios, sin horarios definidos, de duración indeterminada y sin contraprestación moral y económica alguna. Sin embargo, el tema es tan cotidiano que muchos wayúu hemos pensado, incluso, que así sería menos grave la situación de nuestros menores, pero resulta que no, porque es el inicio del desarraigo, de la vergüenza étnica y la aceptación de esta forma de esclavitud moderna.

Muchas de estas familias que buscan y aceptan niñas wayúu para los oficios domésticos, los mandados al mediodía bajo la canícula, ser niñeras de niños tan pequeños como ellas, no han tenido en cuenta algunos aspectos: uno de ellos es que se trata de niñas bilingües y por lo tanto su rendimiento en el colegio en un principio es menor, les cuesta trabajo. Por eso muchas sentencian con esta frase: "La saqué del colegio porque es muy bruta", olvidando también las horas de sueño perdidas mientras cuidan a una anciana de 80 años o niños, según sea el caso.

De igual modo, otro aspecto es que estas niñas han abandonado en contra de su voluntad son sus rancherías, porque sus padres, por lo general sus madres, creen que en el pueblo de los alijunas ellas podrían tener un futuro distinto, especialmente si estudian en el colegio que tiene el nombre de su comadre o el de su compadre, que un día estuvo de paso por su ranchería, en cualquiera de los municipios de La Guajira.

Hemos aceptado tanto esta práctica que muchos abogados solo aplicamos los derechos de los niños a los menores de nuestras casas, sin embargo nos atrevemos a decir "nuestros niños wayúu" cuando sus derechos no se restablecen porque una vez al año les hagamos regalos y nos tomemos fotos con ellos que después compartimos en internet.

Hoy mi pregunta va para el ICBF: ¿tienen las estadísticas de esta forma de esclavitud moderna?

En los últimos años se ha visibilizado, solo eso, visibilizado, la violencia contra la mujer, afloran colectivos feministas en La Guajira, incluso wayúu, en este terreno árido para las luchas sociales. He recibido visitas de organizaciones internacionales tratando de aportar una solución a este problema que ellos han visto con preocupación porque para ellos esto no es cotidiano y por supuesto no es normal, pero se ha quedado en eso, en visitas. Espero que una vez lean este escrito me vuelvan a contactar.

Mi oficio parte de una profunda observación de lo cotidiano en mi comunidad, deshojo cada situación común y corriente para develar que no es normal, ni es una costumbre sana, ni de parte de los wayúu, ni de parte de los alijunas practicar el "criadazgo". No niego que existen casos exitosos donde niñas wayúu lo lograron y hoy son profesionales, llegaron a hogares donde la igualdad más que derecho es un principio y la bondad no es aprendida repitiendo el mandamiento "amarás a tu prójimo como a ti mismo", sino poniéndolo en práctica, pero no siempre es así.

Por otro lado, he concluido que el criadazgo también da cierto estatus social. De hecho, he observado cómo ahora las uniforman con trajes de telas antifluidos, así mientras la madre de los pequeños sale a mirar vitrinas en algún centro comercial, la niña adolescente wayúu camina tras ella cargando a un bebé y siendo vigilante de los otros. Muchas mujeres, así como lo vieron en Bogotá y en Barranquilla cuando fueron a estudiar, usan estas tácticas, ignorando que si no le pagas el salario que manda la ley, pero sí le das dotación en uniforme estás aceptando tácitamente que ya hay una relación laboral, pero sin el respectivo permiso del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

He sido confundida ene veces, como suministradora de niñas niñeras wayúu en casas de familia, cuando me dicen: "Oiga, usted que es wayúu necesito una chinita para que me haga los oficios". Otras personas un tanto incrédulas por mi hoja de vida me preguntan: ¿Y a usted, qué familia la crió?

(*) Chinita: forma despectiva de llamar a las mujeres wayúu.

 

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