Un cenicero llamado "ciudad"
Opinión

Un cenicero llamado "ciudad"

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mayo 31, 2014
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Hemos luchado mucho, muchos se han enfermado y la mayoría se han muerto en esta guerra. No es una guerra de unos ciudadanos contra los otros; es una guerra entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte. La discusión siempre se ha centrado en las decisiones personales, en la libertad de escoger lo que hacemos con y contra nuestro propio cuerpo. Pero, ¿y el de los demás? Como muchos temas ambientales, el cigarrillo es otro ejemplo claro de lo que los economistas llaman “externalidades negativas”.

Ciento treinta y nueve mil cigarrillos son fumados y desechados cada quince segundos, solo en los Estados Unidos (todos en esta obra de arte). ¿Cuántos de estos van al suelo? ¿A quién se le ocurrió que las colillas no son basura? Las colillas son el tipo de residuo que más se desecha en el mundo: más de 4,5 billones cada año(135 millones de libras al año en Estados Unidos), tal vez segundadas por las gomas de mascar. Cada persona en el planeta tendría que recoger 642 colillas cada año para deshacerse de este desecho. Tan comunes son, que es casi un instinto tirarlas al suelo (algunas veces sin siquiera tener la decencia de pisarlas para apagarlas). Y lo peor es que la sociedad acepta esta conducta, aunque condena casi cualquier otro tipo de basura que se arroje en las calles (bueno, por lo menos en las ciudades “civilizadas”).

Nadie parece percatarse del peligro que estas colillas representan, hechas de materiales difíciles de degradar(no, los filtros no están hechos de algodón, sino de acetato de celulosa) y llenas de los venenos que, por diseño, atrapan en su interior (nicotina, etilfenol, arsénicoy alquitrán, entre ellos). Playas, calles y jardines inundados de estos residuos que casi se volvieron sinónimo de “urbano” y de “ciudad” y a los que están expuestos niños y adultos… y ni mencionar aves, perros y otros animales urbanos que no tienen cómo protegerse.

Incluso los fumadores, estoy seguro, detestan el olor a “cusca” (sino, se la meterían al bolsillo para botarla después). ¿Por qué no se dan cuenta de que tienen nuestras ciudades pasadas a este olor nauseabundo? Olor proveniente de miles de colillas dañando la estética de la ciudad, tapando los desagües, contaminando las aguas, ensuciando las playas y envenenando el suelo. ¿Cuántos millones se gastan anualmente en campañas para reducir el consumo de tabaco y en tratamientos de salud para tratar a los afectados (incluyendo a los que tenemos la mala fortuna de vivir en el mismo planeta y respirar el mismo aire)? Ahora resulta que hay que gastar otros cuantos millones en limpiar las calles o en educar a los maleducados fumadores (es decir, la gran mayoría) que probablemente regañan a sus hijos cuando tiran una envoltura de helado al suelo.

Entiendo lo difícil de penalizar a quienes lo hagan, pero deberían recibir el mismo trato que aquellos que orinan en la calle, ya que básicamente hacen lo mismo: ensucian el espacio público, lo dejan maloliente y ponen en peligro la salud de los demás ciudadanos y de la naturaleza. Por supuesto, la tecnología solucionará el problema. Justo cuando pensábamos que le habíamos ganado la guerra al humo de cigarrillo de segunda mano… llegan los cigarrillos electrónicos y nos devuelven 60 años. Ahora los fumadores encontraron una excusa (desinformada, por supuesto) para volver a irrespetar los espacios cerrados y lo que es peor: a los niños y otrosinocentes seres que se chupan el humo porque “no es humo, es vapor”. ¡Cómo ño moñito!

Las decisiones personales hay que respetarlas, pero el límite se traza cuando estas afectan las vidas de los otros. El que quiera fumar, que fume, lo que quiera fumarse y en la cantidad que le plazca. Pero, ¿por qué tiene que dejarnos a los demás las consecuencias de sus actos?¿Por qué tiene que tirar la colilla al suelo? Muchas ciudades modernas están llenas de canecas de basura por todos lados. Lo irónico es que esas mismas canecas están quemadas por fuera (porque los fumadores apagan sus cigarrillos en ellas) y rodeadas de cuscas en el exterior (porque los fumadores tienen muy mala puntería). Algunos han sugerido soluciones innovadoras, como esta, esta, estay esta, pero el problema hay que arrancarlo de raíz.

Prohibir el cigarrillo es un tema complicado y no es lo que discuto aquí. Como muchas cosas, el civismo empieza por casa: hagamos caer en la cuenta a nuestros amigos y familiares de este hábito que se ha vuelto tan natural, pero que es de tan mal gusto (para algunos es un deporte: “lanzamiento de cusca”). Las calles de las ciudades no son ceniceros ni sus habitantes filtros para el humo de otros; ya suficiente tenemos con la contaminación proveniente de otras fuentes. Con la salud no se juega ni se experimenta; eso es lo que quiero que discutamos.

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