Rosario Heins: la misma y otra
Opinión

Rosario Heins: la misma y otra

Por:
mayo 16, 2015
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Rosario Heins es una de nuestras artistas del Caribe colombiano con una de las obras más distintivas y reconocibles de nuestro panorama plástico, en virtud a la coherencia de un estilo consolidado que, siendo el mismo, cambia sensiblemente sin que aparentemente sea notorio.

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Desde su época de destacada dibujante entre los miembros de su generación en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla, Rosario Heins nos ha ofrecido siempre la grata noticia de un trabajo que tiene una importante marca personal que singulariza la elección de su mirada, el arduo trabajo de su dibujo y su pintura y un ámbito cultural y estético que le viene desde dentro, de un temperamento forjado en la luz, el calor, la música y la vida del Caribe colombiano.

Y allí está su obra como prueba inequívoca. Primero fueron aquellas negras palenqueras dibujadas al carboncillo, abiertas las sonrisas y con la carga de frutas tropicales en sus cabezas o entre sus piernas; luego fue interesante ver cómo de aquella composición, una que otra cosa, de forma aleatoria y desprevenida, empezaba a iluminarse de color de manera casi inevitable, pero tímidamente.

Así, en cada exposición suya los colores se iban tomando aquellos hermosos dibujos en blanco y negro, poco a poco, para empezar a dar un giro no sólo cromático sino conceptual a ese nuevo momento de su trabajo que resultó ser muy bien recibido por el público en las galerías colombianas e internacionales. Es decir, sus dibujos de negras y frutas en blanco y negro, que eran ya un referente en años anteriores, ahora se habían transformado en unas obras de colores espectaculares que ofrecían nuevos ángulos, nuevos detalles, nuevas ideas, que el dibujo y el acrílico explosivo disparaban a niveles extraordinarios de belleza y expresión.

Nuevos matices y nuevas variaciones se sucedían en esta misma línea de trabajo que fueron llevando el oficio de la Heins a otros planteamientos técnicos y conceptuales, como cuando empezó a fragmentar aquellos mismos motivos que venía trabajando pero deteniéndose ahora obsesionada en el vuelo de una falda, en una mano, un rostro, una bolsa de mamoncillos, en el corte de una fruta, en el conjunto repetido de una misma fuente con tomates de árbol que le daban a la cosa una cierto ademán pop que enriquecía sensiblemente las ideas estéticas de su trabajo.

En un penúltimo momento, Rosario Heins puso el interés de su mirada en otro motivo, también negro, también popular, que fueron los negros pintados de negros, como extraños minstrels en el Carnaval de Barranquilla, procedentes de la Danza de negros del Canal del Dique, al sur de las provincias de Atlántico y Bolívar en el Caribe colombiano, hasta llegar ahora a estos nuevos matices de su repertorio que ha mostrado en exposiciones en la Habana, en Barranquilla, en galerías de Francia, donde está radicada, y en este nueva exposición que llega a la sala de la galería de La Aduana.

En este sentido vale la pena recordar lo que alguna vez ella misma nos decía a este respecto, apuntando ahora precisamente a su nuevo motivo: “en este mi trabajo más reciente, sigo apropiándome de todos los elementos naturales y culturales de mi Caribe, vertidos en la luz directa que cae sobre los vendedores callejeros ubicados en  la playa; sobre las palenqueras que con su andar cadencioso ofrecen sus frutas y dulces a la sed y la curiosidad de los turistas; sobre los vendedores de flotadores con su carga a cuestas haciendo de ellos mismos  personajes especiales que desaparecen graciosamente bajo las  formas y el volumen de su mercancía, como fantasmas que solo flotan a través de sus piernas, produciendo figuras extrañas a medida que caminan o se alejan”.

Pero ahora su mirada abarca más en ese paisaje del “rebusque” en el que no sólo están ahora las vendedoras de frutas de siempre, y el más reciente personaje de los flotadores, sino que ahora se suman el niño negro que escribe un corazón en la playa, la niña turista que elige un flotador, las jóvenes masajistas, los muchachos que alquilan sillas plásticas…

Son los nuevos elementos que entran en escena para enriquecer un oficio, y cómo esos nuevos datos hacen arte del contexto de la búsqueda de siempre. Lo interesante aquí es el desarrollo técnico que logra Rosario Heins con el color al volver el acrílico casi una aguada transparente que permite ver a plenitud el prodigio del dibujo.

Esta obra sirve para demostrar cómo opera el arte para ver la realidad de otra manera. Como dice Rosario: “Ese trabajo informal conocido entre nosotros como ‘El Rebusque’ viste también al Caribe colombiano de color, de sabor y de alegría, inundando el paisaje urbano y humano de voces y risas y ritmos en un escenario de sol y mar”. Por supuesto, siempre hay otra lectura: la pobreza que se esconde bajo aquella leve carga de colores vivos, parece sugerir una nueva fantasmagoría de la miseria en las playas del Caribe.

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