En la vía Panamericana, a la altura de El Pital, municipio de Caldono, norte del Cauca, un grupo de indígenas interceptó, el pasado primero de junio, a un vehículo transportador de cerveza. El licor fue bajado del automotor y destruido ante la mirada atónita de quienes se encontraban en el lugar, bajo el argumento que no caería nuevamente en la trampa.
Esa mañana miles de indígenas descendieron de las montañas hasta la vía Panamericana para presionar al gobierno en la firma de decretos autonómicos que serían aplicados en sus territorios y que abordarían varios temas: educación, salud, autoridad territorial económica ambiental, manejo de los recursos económicos procedentes de las transferencias y seguridad .
Los indígenas llevaban varios días en la carretera soportando la lluvia, el sol y el cansancio propio de jornadas de protesta con bloqueos, enfrentamientos con la fuerza pública y en general todo lo que implica estar por fuera de sus parcelas.
Dicen algunos comuneros que esta fue una trampa que les tendió el gobierno nacional, porque a la hora menos pensada, cuando ya habían disfrutado del “maldito licor”, ingresaron las tanquetas, las unidades del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía y les cobraron las cervezas con gases, garrote y daños en sus pertenencias.
Hombres, mujeres y niños debieron correr por medio de cultivos de pancoger, cafetales y viviendas particulares, para buscar refugio en sus cambuches mientras que la fuerza pública removía rápidamente las piedras, palos y llantas con las que se interrumpía el tránsito vehicular y quedaba despejada la principal carretera del país.
Dicen que en otra jornada similar les dieron la posibilidad de consumir leche que también les produjo serios problemas estomacales. Esto fue utilizado por las fuerzas especiales para ganarles una batalla.
