El regreso, nueva lucha de los desplazados
Opinión

El regreso, nueva lucha de los desplazados

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octubre 22, 2014
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Represa de Playón, vía a Guamanga. Foto: David Lara

Desde que la gente de Guamanga regresó a su tierra, luego de años como desplazado, ha recibido promesas del Estado, y reiteradas propuestas de compra de sus tierras.

Las promesas del Estado van bien: se reúnen, les exigen documentación, denuncias, títulos de la tierra, reconocimiento de su condición de víctimas, que cuenten y recuenten aquello que les pasó y se les invita a una próxima reunión.

En otra reunión hablan de “proyectos”, palabra que jamás estuvo en su vocabulario, ellos conocen “trabajo”, así llaman a un nuevo cultivo, a una roza, o cuando limpian y siembran, cuando recogen un cultivo, hoy a eso mismos trabajos les llaman “proyectos”.

A veces se reúnen con emisarios que no saben si son del Estado o de organizaciones privadas, o de otro tipo. Hablan con abogados, encuestadores, representantes del progreso, o con expansionistas de cultivos de palma, quienes aseguran que también tienen sus “proyectos”.

Una empresa privada de refrescos, en la zona de El Sena, por ejemplo, ha dado gallinas y semillas de maracuyá. Luego compran la cosecha para que las metrópolis tomen agua de fruta en cajitas.

La otra, las reiteradas propuestas de compra de tierras, se hacen con una mezcla de amabilidad andina y amenazas veladas sobre la negativa de “negociar” las propiedades. Si uno le pregunta a algunos dueños de tierras en Guamanga quiénes son los que hacen la propuesta, nadie sabe quiénes son. Todo esa través de emisarios, capataces, muchos de la misma región, que hablan en nombre de “Manes de Barranquilla”; “Señores de fincas del Magdalena”; “Señores del interior”; “Del Cabellón”; “Ricos con plata” o simplemente “Mi patrón” o “El patrón” Referentes de un pasado nefasto; infeliz.

Hay campesinos que han retornado, malvendido sus tierras a expansionistas de los cultivos de palma. Otros las han perdido en acuerdos y negocios que solo necesitan como garantía el original de la escritura. Se hacen ofertas de préstamos, insumos y asesorías, para asegurar todo, pero nada garantiza que la palma crezca y dé fruto. Se pierde la tierra, “pero negocio es negocio".

En algunas zonas hay gente que ha dicho que no quiere vender, porque dicen que van a comenzar “trabajos”, porque el Estado a través de proyecto de reparación de víctimas, les va a ayudar, porque son sembradores, o simplemente porque no les da la gana, porque es su tierra, porque es la herencia de sus hijos, porque es el legado de un abuelo, un tío, un sobrino, que fue asesinado “por hombres armados”, o porque “No vendo, no arriendo, no permuto”. ¿Hay alguien que no entendió?

Lo que ha pasado hace unos días es inadmisible. Unos expansionistas de la palma han hecho una carretera que atraviesa terrenos de aquellos que han dicho que no van a vender.

No han pedido permiso, no han dicho en nombre de quién vienen, han tumbado árboles y destruido la capa vegetal, han violado la propiedad, han destruido la naturaleza.

Los mismos campesinos dicen que Cardique les pide que no talen, pero estos señores sin permiso, tumban, talan, destruyen y abusan de la propiedad que no les pertenece.

Cardique se da cuenta que han tumbado un orejero, pero no que han desaparecido una fila de árboles y arbustos. Los expansionistas de la palma, han dicho que es el progreso ha llegado a Guamanga, pero los campesinos quieres estar tranquilos, no quieren volver a oír el ruido de las máquinas, las cuatropuertas, ni las motos ni las motosierras. Son felices con el sonido de las cotorras al atardecer, el currucucú que canta inocente al anochecer y con saber que al día siguiente habrá que labrar y recoger en su tierra.

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Represa de Playón, vía a Guamanga. Foto: David Lara

Cuando los desplazados de Guamanga decidieron retornar, hace ya tres años, muchos les decían que no volvieran, que abandonaran todo, que si regresaban los iban a matar, que por allá rondaban unas bandas peligrosas, pero los campesinos por necesidad, cansados de mal vivir en lugares ajenos, o simplemente recargados de valor: volvieron.

El gobierno los contó, los sumó con otros que volvieron en otras regiones y la cifra la presentaron como un triunfo, pero el abandono es el mismo. ¿Quién quiere entonces retornar?

Si en el pasado fue la guerrilla, el paramilitarismo, o la “violencia”, como dicen, para ocultar los verdaderos culpables del desplazamiento, algo parecido está pasando hoy con “cuadrillas de tractores” que, sin permiso, deciden hacer una carretera en terreno ajeno, porque “el progreso ha llegado” y las palmas ya están echando fruto.

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