Yopal: entre la llaneridad y el sincretismo cultural

Yopal: entre la llaneridad y el sincretismo cultural

'Esta hermosa población no podría ser clasificada como una población netamente llanera'

Por: Juan Carlos Niño Niño
julio 15, 2016
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Yopal: entre la llaneridad y el sincretismo cultural

A mediados de los noventa, el desaparecido director de cine Ciro Martínez Cuadrado me dijo en un restaurante francés de la 19 en Bogotá, que cuando filmó en la década de los cincuenta la película Carmentea en Yopal (la escena final se hizo en la antigua bajada del pajonal al río Cravo Sur), le llamó la atención que los habitantes de esta población no tenían muy clara su identidad, porque algunas veces cantaban y bailaban al son de una guitarra, un requinto y un tiple un hermoso bambuco o torbellino, y otras veces cantaban y bailaban al son de la guitarra, bandolina, cuatro y maracas, las magistrales composiciones del cantautor llanero Luis Arialdo Rey, que entre otras cosas tenía bien acentuada la influencia del bolero.

En otras palabras, esta hermosa población no podría entonces ser clasificada como una población netamente llanera, y la poderosa minoría (hombres honestos y trabajadores que han ayudado a forjar el desarrollo del Departamento) que en los últimos treinta años han logrado posicionar el folkore llanero como único referente cultural de la que ahora se considera una de las ciudades con mayores perspectivas en Latinoamérica (con una buena inversión de recursos de regalías), seguramente están incurriendo de buena fe en una flagrante equivocación, que iría en contravía del mismo génesis de esta población, sin desconocer ni lo maravilloso de la cultura llanera ni su aporte imprescindible en la consolidación de esta ciudad.

Esta población se desarrolla inicialmente como un sitio en donde las vaquerías o ganaderías hacían una parada para darle un descanso a los caballos y al ganado, antes de empezar el tortuoso camino de herradura a la Labranzagrande (Boyacá), que los conduciría finalmente al interior del País; y a la vez era el sitio en donde una diversidad de comerciantes de otras partes paraban ante de internarse en la inmensa llanura a distribuir sus productos; que conllevó a un fantástico intercambio personal, económico, social y cultural, que sin duda forjó una inédita y auténtica idiosincrasia que se embriagó con la fría brisa del piedemonte, el ruido constante del exótico río Cravo Sur y el exquisito olor del acacio húmedo, que ambientó a muchos de nosotros el milagro del primer amor (por ahí escuché una hermosa balada inédita de mi amigo Néstor Niño: "aguas del Cravo Sur... Déjame solo").

A principios de la década de los ochenta, mi padre Julio Roberto Niño Páez (Q.E.P.D) fue nombrado director de la Casa de la Cultura por el Intendente de Casanare Getulio Vargas Baron, en donde trabajó incansablemente en la difusión y consolidación del folclore llanero (con el respaldo de Colcultura), en donde logró que el grupo base de esta entidad (compuesto entre otros por el maestro arpista Ramón Cedeño y el genial bandolista José Ortiz (Q.E.P.D), fuera aclamado por primera vez a nivel nacional en el Teatro Colón, la Feria de Cali y el Festival de la Leyenda Vallenata (De hecho, mi padre alcanzó a convertirse en uno de los más experimentados cuatristas de Casanare, alcanzado altos niveles de interpretación que solo estaban reservados a los maestros de este instrumento).

Aún así era consciente que la ahora capital departamental era en esencia una expresión multicultural (que albergó un puñado de intelectuales, artistas y académicos del interior del País), por lo que implementó cursos de formación para niños y adolescentes en pintura, escultura, música y teatro, incluida la presentación de títeres en un teatrino, en donde se recreaba los grandes clásicos de la literatura universal, que se convirtió en el mejor espacio pedagógico para los niños (con engrudo hizo con los niños las temidas brujas "Zarrapia" y "Pancracia").

Pero a la vez se le convirtió en un dolor de cabeza porque el padre de uno de los dirigentes políticos más cercanos al Alcalde de Yopal JJ Torres, se fue lanza en ristre contra él en esa época al asegurar que "eso no era criollo", que "eso no era de la tierra plana", que "eso no servía pa' nada", lo que ocasionó desafortunadamente la intempestiva salida de mi padre de la Casa de la Cultura, como también la interrupción de ese proceso de identidad y formación multicultural en la población.

A principios del Siglo XXI, se impulsó en el Río Cravo Sur "el proyecto del malecón y el parque La Iguana, en donde se buscaba integrar la cultura llanera con la cultura urbana, incluida las culturas inmigrantes en crecimiento", explica uno de los pioneros el arquitecto Carlos Moreno, pero lo lamentable cuando el hijo de esa dinastía familiar Moreno - Izquierdo (que ha hecho un aporte Invaluable a la consolidación cultural de nuestra ciudad), avanzaba acertadamente en la formulación y desarrollo del proyecto, el entonces Alcalde Braulio Casteblanco contrató repentinamente a un tercero para construir un malecón que nada tenía que ver con lo que se venía trabajando con el Parque La Iguana, hasta tal punto que el malecón del mandatario quedó reducido con los años a "concreto con hierro triturado", perdiéndose la oportunidad de exponer por primera vez esa identidad suis géneris de Yopal.

A buena hora un sector de intelectuales, académicos, historiadores y ciudadanos propusieron en la discusión del Plan de Desarrollo en el Concejo Municipal, que se incluyera un ítem para adelantar una investigación sobre el inicio, desarrollo y consolidación de la ciudad, pero lamentablemente los cabildantes no tuvieron en cuenta esta excelente idea en los ajustes que le hicieron al documento de planificación, por lo que se pierde una vez más la oportunidad de conocer detalladamente el génesis de ese sincretismo cultural, con el agravante que si esa investigación no se hace cuanto antes, con el paso de tiempo no vamos a contar con esas personas que tuvieron el privilegio de ser testigos directos.

Coletilla: Esta columna no busca desconocer la cultura de los llanos, que está en mora de ser declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, sino en reiterar que la esencia de la ciudad está en un sincretismo cultural, más no exclusivamente en la idiosincrasia llanera, y que por lo tanto puede y debe convivir ajustada a esa realidad, en donde el Estado debe promover logística y económicamente las diferentes expresiones culturales que dieron origen a la capital departamental, y ahora más cuando se acerca al primer centenario de su fundación.

@jcninonino

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