Yo no soy vegetariano
Opinión

Yo no soy vegetariano

Por:
octubre 18, 2014
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Hace ya cuatro años que dejé de comer animales. Pero no soy vegetariano. Yo no fui reclutado por ningún grupo con intereses particulares o con un reglamento interno que haya que seguir, sino que solo, por mi propia cuenta, llegué a la conclusión de que los animales no-humanos tienen el mismo derecho que los animales humanos a no sufrir miedo ni dolor y a no ser tratados como un medio para lograr un fin, y que justificar este tratamiento basados en la especie no es muy diferente que justificar, por ejemplo, el maltrato a las mujeres por su sexo o a los negros e indígenas por su raza.

Hace poco, conversando con un amigo (quien trata a su perro como si fuera un niño humano —o incluso mejor— pero disfruta matando peces, aves, venados y alces —con su ayuda—) le comenté que había decidido dejar de comer productos de origen animal, por los mismos principios mencionados anteriormente. Por supuesto, me categorizó como “vegano” y su primera reacción fue preguntarme si “se me permitía” consumir miel. Le aclaré que yo no estaba pensando hacerme miembro de una secta llamada “veganismo” y que por lo tanto, no entendía quién establecía lo que yo podía o no podía comer aparte de mí mismo. Su razonamiento equivale a decir que el hecho de que uno crea que no se debe robar, matar, quitarle la esposa al vecino, irrespetar a sus padres o decir mentiras lo convierte automáticamente en católico (aclaro que no estoy diciendo que uno necesite de un deidad y de unas tablas divinas (dos veces) para llegar a esa conclusión tan obvia). Yo, solo, llegué a una conclusión que me hacer sentir tranquilo con lo que como y con mi relación con la naturaleza y otros seres que son conscientes, sienten miedo y dolor, y sufren por los miembros de sus familias igual que mi grupo evolutivo sufre por los de las suyas.

Como nos estábamos tomando una cerveza, mi amigo me dijo que entonces no debía consumir cerveza porque la cebada y las hierbas que se utilizan para su producción son polinizadas por insectos (abejas, entre ellos). Aunque caí en la trampa de explicar lo que para mí es la diferencia, me di cuenta de que lo que sucede es que cuando a uno lo categorizan, las personas encuentran de repente una caja de herramientas y de argumentos “inteligentes” predeterminados para manifestar su desacuerdo. No falta quien saca de su bolsillo el comentario de que “Hitler también era vegetariano” (lo cual es falso, por cierto. Y aunque no lo fuera, no lleva a ninguna conclusión inteligente: Stalin, Idi Amin Dada, Bush y Garavito muy seguramente comieron/comen animales).Otro comentario que es común escuchar es “¡pero tú siempre comiste animales!” ¿Y entonces? Seguramente también comía mocos cuando era chiquito, pero nadie se quejó cuando dejé de hacerlo. Y el más común de todos: “algunos animales también comen animales”. De acuerdo, pero esos animales también tienen sexo donde se les antoja, defecan a cielo abierto y matan a los cachorros de los rivales de su misma especie. ¿Qué piensan las sociedades modernas de quienes se comportan de esa manera?

Debo reconocer que muchas veces la culpa la tenemos quienes nos comportamos diferente de lo que la sociedad en la que nacemos considera como normal, porque nosotros mismos nos etiquetamos. Mi punto es que decir “soy vegetariano/vegano” es pegarse un tiro en el pie, porque eso parece darle a los demás la autoridad para controlar que uno cumpla las reglas que ellos piensan que rigen a un grupo al que creen que uno pertenece. ¿Cuándo en mi vida se había preocupado alguien por lo que como, aparte de mi mamá? De repente, un montón de personas encuentran la decisión acerca de un acto tan personal como lo es el de alimentarse como un tema de discusión pública, o como un motivo para hacer chistes o comentarios “graciosos”. Entiendo ahora cómo se sentían aquellos que consideraban que las mujeres, los negros y los indígenas tenían derechos, en contra de la gran mayoría que los consideraba…. bueno, animales no-humanos (y por lo tanto propiedades, las cuales no tienen cómo defender sus propios intereses sobre los de sus dueños). Y es casi instantánea la reacción de buscar incongruencias en otros ámbitos de tu vida, como si encontrarlas falsificara la validez del argumento fundamental.

La categorización normalmente lleva a la generalización y no es por supuesto algo que aplica solo a los hábitos alimenticios o a quienes decidimos extender un poco nuestro círculo de compasión (como lo hicieron muchos en el pasado para incluir a los niños, a las mujeres, a los negros y a los indígenas). Por eso, he estado pensando si cuando en el exterior me pregunten si soy colombiano debo decir que no, pero que nací en Colombia. Así posiblemente me evitaré los típicos comentarios y chistes de mal gusto acerca de que por ende debo ser corrupto, narcotraficante, secuestrador o sicario y que “no puedo” hacer esto o aquello. Hasta tendrán que dejar de exigirme visados basados en lo que ciertos “colombianos” hicieron en el pasado.

 

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