'Yo creía que la vida era así'

'Yo creía que la vida era así'

Ese es el nombre de la exposición de Gabriel Mesa, un creador que se ilumina en las madrugadas y pinta antes de tener que emprender la jornada como gerente de Eps Sura

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octubre 12, 2015
'Yo creía que la vida era así'
Foto: Emanuel Zerbos, tomada de el colombiano

Hace un semana visité “Yo creía que la vida era asi”  la exposición de Gabriel Mesa Nicholls expuesta hasta el próximo 15 de octubre en la Universidad EAFIT de Medellín. Quise de inmediato hacerle una entrevista o escribir un artículo y durante días no supe por dónde empezar. No soy experta en los temas de arte y por eso prefiero hablar del artista.  Gabriel es un  personaje en el mejor sentido de la palabra, un artista “creador de mundos”  que si describo como lo percibo, los lectores creerán  que estoy hablando de un “ser imaginario”.

Alto ejecutivo de una de las EPS más grandes del país, es médico, papá dedicado y consagrado esposo. Hasta ahí todo normal. Pero Gabriel es un ser humano particular. Maravillosamente extraño. En el universo que se auto-inventa vive más de 24 horas al día, y de eso, hay pruebas fehacientes.  Las decenas de series y cuadros  en múltiples técnicas revelan un soñador noctámbulo que desde jóven, desafía la desesperanza y el  insomnio que ella le produce interpetrando con formas y figuras las preguntas que le genera  un mundo violento, corrupto, una indolencia que parece no comprender.   Con colores que mezcla, ovejas, alfileres, cosas viejas que recoge quién sabe dónde y a qué horas,  se inventa mundos que recorre buscando respuestas que no encontrará.

Cuadro de la exposición 'Yo creí que la vida era así' de Gabriel Mesa

Cuadro de la exposición 'Yo creí que la vida era así' de Gabriel Mesa

En una esquina de su casa se ha auto – construido un “refugio” de villanos y superhéroes en los que conviven gigantes corazones de Jesús,  ángeles, tigres y rebaños  pequeños guerrilleros, políticos y hasta un mini-juanes. Todos ahí,  se miran y se cuestionan entre ellos y hablan sin palabras de un país que Gabriel Mesa  habita donde quiera que viaje o este. “En el 2000 me fui de Colombia por que se había descuadernado” escribió alguna vez. Pero las hojas de “ese País de desesperanza y aparente sufrimiento eterno” se convirtieron en lienzo  y luego le trazaron el camino para volver.

Desde que regresó a Colombia, Gabriel crea personajes que le hablan del pasado y del presente, que batallan, que mueren y sobreviven y que  después lo acompañan en sus desvelos. Hombres miniatura con el corazón convertidos en un espejo para que nos miremos todos dentro de ellos.

Como escribí antes,  yo de arte no se. Sin embargo,  viendo sus obras entendí que a Gabriel le duele la vida pero es un masoquista empedernido que se lanza cada mañana a ella sin reparos para vencer con ternura, con sonrisa y con un extraño optimismo la mezquinidad que trae la misma existencia. “Me duele todo: la violencia, la injusticia, la corrupción, los niños, la naturaleza y la deforestación, el secuestro y las minas antipersona” escribió en el texto del catálogo que presenta su obra  y ese dolor se evidencia en cada trazo.

Pero Gabriel resiste. Resiste a punta de ilusión y algo de fantasía.

En las noches de tertulias que organiza generosamente en su casa, le da cita a cineastas, cantantes de opera, fotógrafos, críticos de arte, periodistas, miembros de ONG. A Expertos en acompañar a pacientes terminales. Desconocidos que ve en Facebook y que le parece interesante conocer, conectar con otros, simplemente escuchar o ayudar. En sus ojos es evidente que ignora los odiosos estratos, que no le importan las clases sociales y quizás por eso su mirada es tan transparente y particular.

Tiene una capacidad envidiable de fascinarse con la historia “del otro”.  La sincera curiosidad que expresa por quienes lo rodean me hace creer que le ha ganado la batalla a la pérdida de la inocencia. Todo esto esta en su arte.  La expresión de un rebelde profundamente sensible sin pretensiones y sin poses.

Es un comensal que se pone sombreros y máscaras en medio de una conversación política y que sale a servir el postre con pelucas de colores y zapatos de payazo,  mientras que  aborda con profundidad y rigor el tema de la salud de los colombianos, una de sus mayores preocupaciones,   el crecimiento del PIB o pregunta sobre el proceso de paz.

Gabriel es un renegado de las convenciones y los protocolos.  Nunca he sabido si es creyente o no, de izquierda o de derecha. Traté de encontrar respuestas en su arte, pero este solo me habló de la necesidad de rescatar la humanidad que aun sobrevive en medio de la desolación o la guerra. De que escuchemos y miremos a las victimas que por décadas decidimos hacer invisibles.

Exposición de Gabriel Mesa en Eafit en Medellín

Exposición de Gabriel Mesa en Eafit en Medellín

Una serie de cuadros hipnotizantes revelan la manera como sólo Gabriel Mesa  entiende lo que escribe alguien que vive con autismo y que es muy cercano a su corazón. O miles de alfileres penetrando una inmensa “marea roja”   la manera como siente el dolor de las victimas.  “Los alfileres que representan el dolor sembrado por los violentos por todo el territorio nacional con minas antipersona, “minas quiebrapatas”... ¿Podría pensarse en algo con más alevosía y sevicia?” Se pregunta Gabriel.  El Gerente de la salud que logró con el arte gerenciar primero su propio y complejo universo.

Además del ejecutivo, el médico, el gerente y el artista Gabriel encontró tiempo para certificarse como coach para “poder ayudar”. No me sorprendería que dentro de poco pinte o fabrique un reloj con 50 horas por día y basado en el organice su agenda. Y la de su familia que no sólo lo inspira, sino que le ayuda y le alcahuetea sin reparos su maravillosa locura.

Académicos como Juan Luis Mejía, curadores como Alberto Sierra  o fotógrafos como Jesús Abad Colorado han elogiado la humanidad artística que habita el trabajo de Gabriel. Inscriben su obra en tendencias, movimientos  y escuelas y lo comparan con artistas contemporáneos de mundo.

tres

 

Yo solo puedo decir que es imposible que conocer a Gabriel o visitar su obra lo deje a uno indiferente. Que este momento de Colombia, es especial para descubrirla. Y contar que hace poco, mi mejor amigo Alejo, murió de un doloroso cáncer. En alguna conversación se lo comenté a Gabriel. Y en sus últimos meses de vida, llamo a Alejandro prácticamente cada día para “ver como podía ayudar”. Apenas lo conocía. Por eso cuando vi ese cuadro en que Gabriel se cuestiona “cuantas lágrimas se necesitan para inundar un país?”  Me pregunté “cuantos gerentes, artistas y seres humanos como él para transformarlo?

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