Se acercan las elecciones al Congreso, ya empiezan los ánimos a exaltarse; pero también empiezan a movilizarse los incautos, los mezquinos, los autoproclamados estrategas. En fin, todo lo maluco de la política empieza a pulular.
Resulta triste en algunos casos, en otros jocoso, advertir como individuos ávidos de protagonismo se arrodillan ante los caudillos y estrategas, otros sin advertir la trampa sirven de carne de cañón, para estrategias que no comprenden.
Y es que la democracia otorga a cualquier pendejo el espejismo, o la incrédula convicción, de sentirse probo para la tarea de representar al pueblo. Un pueblo del que a duras penas entienden sus afugías y una tarea para la cual poca formación ostentan.
Quedémonos ahí un momento, ese tema de la formación, pues es bien importante. ¿Me pregunto si con un título universitario bastará? De entrada, descarto que con un bachiller académico baste, pues me resulta grotesco siquiera pensar que con ese mínimo requisito, hoy se pueda pertenecer al Congreso.
Me excusarán lo crudo y pragmático, pero es mi opinión. A un bachiller no se le puede entregar tan alta dignidad y tan compleja responsabilidad.
Ahora bien, ¿un título universitario será suficiente?, ¿es imprescindible contar con especialización o maestría?, ¿y qué tal cuando de experiencia se trata?, ¿qué tipo de experiencia debería ser esa que garantice una representación completa?
Pues resulta que nada de eso importa. Lo populista e incendiario del discurso es lo que prima; la ignorancia generalizada y la apatía hacen que los altos requisitos se hayan diluido, así como los valores que como sociedad poseemos.
Sin embargo, nos quejamos sistemáticamente de la clase política y nos hacemos los pendejos cuando nos toca cumplir nuestra obligación de votar con objetividad; cuando es menester pensar; analizar; opinar. Afirmo con contundencia que, cualquier voto revestido de análisis, es un voto valioso.
Además, surgen criterios de decisión tan estúpidos, como el aspecto físico del candidato o la candidata; si está gordo o flaco; si registra bien en la cámara o no; si es un payaso simpático que picotea cuanto bebé se encuentra, o peor, cuando el criterio se mide en mercados repartidos.
Triste y vergonzoso, no existe un calificativo menor. Como sociedad estamos jodidos y lejos de corregir el rumbo. Nos dejamos meter en un discurso amañado de extremos y polarización. Somos peones en un escenario de autodestrucción que aturde.
Pero ojalá ahí parara la cosa, pues como sociedad estamos en una situación más precaria. Puede uno advertir que cuando se acercan las elecciones empiezan los buitres a rondar, unos personajes que se hacen llamar a sí mismos “líderes”; unos carroñeros de oficio.
Huelen al candidato a kilómetros, se aproximan a él o ella sin vergüenza en su discurso, van directo a la yugular. Sin en el más mínimo atisbo de pena, despliegan su lista de demandas y necesidades; todo esto claro está, "para garantizar el éxito electoral".
Se dicen dueños de votos, se autoproclaman motivadores de la opinión de su barrio o sus grupos de interés... Y nada más alejado de la verdad. Estos individuos solo saben aprovechar el hambre del pueblo, la necesidad de la gente y por supuesto, son maestros lambe botas.
Pero lo más triste aquí no es que estos necrófagos existan, pues la dinámica política hace de ese rol algo imprescindible. Lo realmente doloroso, es que la ciudadanía siga atendiendo las voces de estos galafardos políticos.
Por eso acordemos que, como sociedad estamos lejos de votar con opinión. Estamos lejos, pues no hemos entendido que nos tienen de peones en un tablero que ni sabemos que existe.
Pero, llegará el día que asumamos nuestra responsabilidad como actores de esta sociedad. Ese día entenderemos que no es destruyendo partidos; ni sentándonos a la mesa primero; menos anteponiendo el beneficio personal al general, que se logra construir sociedad.
No es con plataformas políticas apoyadas en las falencias del otro que se debe movilizar la masa, mucho menos con narrativas torpes y mal intencionadas.
Pero mientras sigamos dejando que nos usen como idiotas útiles, de peones y carroña, no llegaremos a nada. Conquistará el mismo discurso trasnochado, obsoleto; el tablero seguirá igual y usted y yo, en las mismas.
Siga así, vote por el más lindo y el más simpático. Hágale que ese de seguro trabajará sin descanso por su bienestar.