¿Y quien carajos es Mick Jagger?

¿Y quien carajos es Mick Jagger?

A una semana de la histórica presentación, recordamos al vocalista de los Stones en este rarísimo perfil

Por:
marzo 03, 2016
¿Y quien carajos es Mick Jagger?
Revelan las rojas lenguas, como la diseñada por John Pascher en 1971 para el álbum “Sticky Fingers”, cuya portada para los Stones compuso Andy Warhol, qué Mick Jagger -uno de los personajes más conocidos del planeta- tiene su corazoncito “salsero”, como lo poseía Marlon Brando, quién adonde quiera que iba, entre su equipaje, introducía su bongó, como el descubierto por Edgar García Ochoa, Flash, entre las manos y piernas del actor más famoso del mundo en época del rodaje de Quemada, tras subirse de cuatro a cinco días por semana al techo de la casa vecina a donde residía Brando con el fin de redactar una crónica “íntima” para el Diario de la Costa, ya que su vida era un misterio en Cartagena: “Se la pasaba tocando bongoes”, así como fumando marihuana acompañado, entre ellos “una persona idéntica a Brando, quien vivía con él y hacía las veces de doble. Casi siempre salía de la residencia el otro y no el actor, y luego, al rato, salía él”.
O como explicarse que en el himno “stoniano”, “Sympathy for the Devil”, el mismo sobre el que se rumora que Ray Barreto tocó las congas en su versión original, Jagger se suelta, de vez en cuando, a ejecutar las indianas maracas pese a sus limitadas habilidades para “tocar los cueros”, iguales a las que tañe en el video de Hey Negrita, disfrazado, todo verde, de la cabeza a los pies, con el atuendo guarachero que Hollywood, en tiempos de Carmen Miranda, adaptara del carnaval carioca y la rumba flamenca, de la que Jagger es admirador, en particular de Camarón de la Isla, a quién, cuenta Manuel Bohórquez Casado en su libro “A palo seco, veinte años de crítica flamenca”, “una vez se le apareció  por el hotel en el que se hospedaba con la intención de cambiar sus calzoncillos para que se le pegara algo”. Según Sandro Romero Rey, conocedor como ninguno otro de la obra de los Stones, “Barreto y Jagger tocan juntos en el corte final de la cara A del álbum ‘Metamorphosis’”. Para Ned Sublette, autor entre otros textos de  “The Kingsmen and The Chachachá”, la inclusión de las congas, y del percusionista ghanés Rocky Dijon, este sí, en la estructura de “Sympathy for the Devil” fue determinante, pues “dio vida a un canto en principio fúnebre, y por lo tanto aburrido”.
Y como entender, en consecuencia, aquellas visitas que Jagger, Su Divina Majestad, efectúa a bares “salseros” en ciudades “salseras”. Una rutina que por ahora, faltando datos de otros municipios y establecimientos nocturnos, se remonta a los martes latinos del Soundscape, una inmensa bodega con la música de vanguardia que existió en “la capital del mundo”, en donde durante casi tres años, empezando los ochenta, los hermanos González, Andy y Jerry, lideraron sus descargas en las que alternaban Tito Puente, Hilton Ruíz, Jorge Dalto, Paquito D´Rivera, Arturo Sandoval, Daniel Ponce, Ignacio Berroa, Don Alias, Mario Rivera, Steve Turre, Papo Vásquez, Nicky Marrero, Gene Golden, Milton Cardona, Frankie Rodríguez, Orlando “Puntilla” Ríos, y hasta Celia Cruz y Chick Corea, según el relato de Jerry en entrevista publicada en junio de 2001 por Michel Rolland para los Cuadernos del Jazz, y según la información aleatoria que navega en la mar internet. Allí, en Soundscape, se materializó, en cada jam sesión, aquel álbum histórico y ya clásico, “Ya yo me curé”, con el que Jerry nos impresionó en 1979. Y fue allí, según el propio González donde visualizó a su Fort Apache Band, además de conceptualizar aquellas dos maravillosas producciones grabadas, sendas, en vivo durante los festivales de jazz de Berlín: “The River is Deep”, en 1982, y de Zurich: “Obatalá”, en 1988, que reviven aquellas noches del Jagger hechizado por la magia sonora de tanto monstruo de la música en aquel Nueva York de edificios en llamas, ya separado de Bianca, su esposa nicaragüense, la ex modelo quizá responsable de su aproximación en profundidad a la música latina.
O como aquella visita que Jagger en el año 2000, estando en Cartagena de Indias, realizará a Quiebra Canto, la “salsoteca” cuyo origen se halla en el bogotano barrio Las Aguas, en un local de una casucha, otrora tienda ubicada al costado izquierdo de la estatua de La Pola, activista en su tiempo por los derechos humanos como ahora Bianca lo es, donde entre añejos sones cubanos que nunca pasaran de moda y novísimas trovas entonadas por Silvio y Pablo, y cuando la salsa neoyorquina incendiaba la noche, el pinchadiscos caleño soltaba “Satisfacción”, anunciando que los Stones también tendrían un lugar en la rumba salsera “quiebracantera”, y presagiando que algún día el Caballero de la Corona Británica sería una de las celebridades que pisarían la prestigiosa marca en Cartagena, la indiana. Como aquella madrugada de aquel lunes del enero del 2000, adonde arribó acompañado de Enrique Santos Calderón, el hermano del presidente, una de los contadas personas que sabían quién era aquel anciano registrado en el hotel Santa Clara con el nombre de un árbol hermosamente florido propio del trópico, pero a su vez titular de una fundación inglesa que atiende infancia africana desamparada, así como igualmente nomina al festival creado por el irreverente John Cage, y como si fuera poco fue el aviso en la puerta de la taberna en Liverpool que catapultó a Los Beatles. ¡Polisemia a la enésima potencia!
Jagger como John Jacaranda, sin aún saberse a plenitud que era el mismísimo Jagger, arribó al Quiebra bajo un sombrero claro y una camisa hawaiana, luego de escuchar al grupo de son que animó su cena en el elitista Vitrola Bistro Bar, colegas a quienes escuchó y observó con respetuosa y admirable atención desde las notas iniciales, girando en su asiento para jamás darles la espalda. Cenada la comitiva, salió cuando aún transcurrían las primeras horas de la noche a Tu Candela, pero Sir Michael Phillip Jagger no estaba para escuchar “música internacional” como la ofrecida por la discoteca abierta en el Portal de los Dulces, quería escuchar salsa. Conducta semejante exteriorizaría en La Habana años después, en octubre de 2015, cuando abandonó Shangri La -el restaurante discoteca en boga asistido por los nuevos ricos del socialismo cubano, como los descendientes de los burócratas custodiados por agentes de la seguridad estatal que merodean el sector-, para dirigirse hacia un lugar donde disfrutar de la nueva música cubana, enrumbándose al oeste habanero a un salón animado por Bamboleo, una de las bandas líderes de la escena timbera. Y en verdad S.M. quería escuchar salsa auténtica, esas descargas infinitas como las programadas, a lo Panart, por Shaka y Mañe en el sitio de Manosalva, quién paseando por Italia en absoluto pudo conocer en su aprestigiado establecimiento a Jagger, como tampoco Matallana, el administrador del Quiebra bogotano, encargado entonces del local cartagenero y residenciado temporalmente en el piso superior. Hasta allá ascendió su hija a contarle quién se encontraba abajo, pero Ismael, incrédulo, suponiendo que era una broma de Diana prefirió continuar acostado. A su vez Jagger, creyendo que aún su resguardada presencia era anónima, vestía las mismas prendas con las que algunos transeúntes en la tarde lo habían desenmascarado mientras caminaba las amuralladas calles acompañado por una mujer rubia, seguido con discreción por un guardaespaldas que transitaba lento, siendo escoltados a una velocidad ídem por un Mercedes Benz verde.
- ¿Viste ese tipo? ¡Ese tipo se parece a Mick Jagger!, exclamó más de un turista.
“¡Aquí hay gato encerrado!” se dijo Ensuncho de la Bárcena, escriviviente de la crónica “Yo vi a Mick en Cartagena”, hallándose en el pasillo del hotel el día del arribo de Jagger y siendo presente de una agitación fuera de lo común que lo puso avizor. El causante era ese anciano blanco con aspecto europeo, hippie y juvenil, extremadamente delgado, quién vestía camisa desteñida de mezclilla roja, morral de espalda agarrado por la mano derecha, jean negro y sandalias, y quién era recibido por una avanzada del personal administrativo y de servicios del hotel encabezada por el gerente. “¡Qué tipo tan arrugado!” pensó. “¡Este señor se me hace muy conocido! (…) ¿Acaso no es Mick Jagger?”. Tuvo tiempo hasta para evocar a Caicedo, el caleño que reinventó su ciudad. “¿Qué hace aquí? ¡Si aquí bajaron a gritos a Fito Páez para pedir que subiera Diomedes Díaz!”. Entonces Ensuncho, luego de observar el ritual protocolario se dirigió a la recepción. “¿Ese que acaba de llegar es Mick Jagger?”, preguntó con cierta discreción al conserje. “¡Si, es el señor Jagger, todos estábamos a la espera!”, le contestó olvidando el apócrifo registro. ¿Cómo esperando a Godot? Era un entramado distinto en todo al que el mítico cantante viviría en La Habana, donde toda la capital, como el orbe entero, fue enterado por los medios de la presencia del dios del rock mundial, quién acompañado por uno de sus hijos prefirió trasladarse a donde tocaba la muchachada de Lázaro Valdés -la intérprete del éxito “Yo no me parezco a nadie”-, que asistir al Maxim Rock, el templo del rock habanero donde lo esperaban, para proseguir posando con su camisa desabotonada, despejado, obsequiando autógrafos, tal como en febrero de 2006 en el Niuyorrican Café de la capital puertorriqueña, según el repique de Oscar Serrano: “Tras llegar a la Isla el jueves por la noche con el resto de su banda, (…) no perdió tiempo y se fue a janguear en el Viejo San Juan hasta la madrugada. (…) Jagger, de 62 años, se paseó por las calles adoquinadas hasta parar en el Niuyorrican Café a eso de las 2:30 de la madrugada (…) se sentó en una mesita a la derecha de la tarima, saludó a los que se le acercaron, exhibió su ‘gran sonrisa libidinosa’, según una testigo. (…) En un momento, y cuando los músicos en tarima tocaban un ritmo intenso de batucada, (…) se quitó su camisa y rompió a bailar junto con el público veinteañero que usualmente abarrota el lugar (…) rodeado de muchachas, tomó algunos tragos y hasta conversó con los que se aventuraron a sentarse en su mesa”. Performance que similar repitió, pero sin quitarse el camisón, en el Quiebra estacionado en el segundo piso del edificio Puerta del Sol donde permaneció casi dos horas. Allí, Jagger también fue “jaggerístico”, moviendo sus piernas, brazos y caderas al ritmo de las interminables descargas de Julio Gutiérrez, como cuando Watts le marca los golpes en los parches de la batería, cuando es imposible despegar los ojos del hombre reptil del rock planetario.
Al día siguiente Jagger en su suite pasaba su resaca, cuando ya sus fanáticos se aglomeraban al frente del hotel a esperar al ídolo salir y os saludara. A ellos se sumaban amigos de Ensuncho, quienes prevenidos intentaban confirmar el chisme, pese a que en el Centro Histórico es “natural” toparse con personalidades del “jet set”, quienes apenas se atreven a traspasar la inmediatez de los extramuros, los que Bianca sin complejo alguno hubiese superado. Pronto, la murmuración se transformó en confirmación, atravesada por la suspicacia y la “mamadera de gallo” tan a la idiosincrasia de los paisanos de García Márquez. Uno de los hinchas, sobresaltado hasta más no poder exhibía un papel con algo escrito, un saludo junto a un autógrafo que según él había obtenido gracias a un empleado con acceso al aposento privado. Cuando los fans, tan sobrexcitados como aquel, revisaron lo escrito, ¡vaya sorpresa!, desembucharon, describe Ensuncho, con una caligrafía casi impecable, un: “Con mucho gusto, Juan Pérez”. Desde el más allá, Héctor Lavoe, el verdadero Héctor Juan Pérez, mediado por algún diablillo, le había jugado una de sus bromas al entusiasta de Su Divina Majestad Sir Mick Jagger.
Transcurría el día tercero de la fecha que El Hombre Hicotea descubrió a Jagger, y desde aquella tarde que reveló, en una esquina, a algunos de sus colegas sentados alrededor de unas frías, con el Joe al fondo, a quién había visto en el Santa Clara. Fue entonces, cuando el corresponsal del diario más leído de la Costa, entre jodedera, un “déjame tranquilo” y "un tómalo con suavena", atinó a preguntar “en costeño”: ¡Eché! ¿Y quién carajos es Mick Jagger?
Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
1
¿Por qué el gobierno retirará las placas conmemorativas del fiscal Barbosa?

¿Por qué el gobierno retirará las placas conmemorativas del fiscal Barbosa?

Ella es la influencer que se la devolvió a Galán y le preguntó si se está bañando con su esposa

Ella es la influencer que se la devolvió a Galán y le preguntó si se está bañando con su esposa

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--