¿Y por qué mejor no intentamos un cerco diplomático con Duque?

¿Y por qué mejor no intentamos un cerco diplomático con Duque?

"Necesitamos que se implemente esa estrategia en favor de la paz, para que Duque se sienta reducido con voces de conciencia, pacifismo, dignidad y tranquilidad"

Por: Fabian A. Fonseca C.
mayo 22, 2019
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¿Y por qué mejor no intentamos un cerco diplomático con Duque?
Foto: Twitter @infopresidencia

Desde antes de que Iván Duque se convirtiera en presidente se le ha escuchado hablar y vociferar en cuanto medio de comunicación se topa del famoso término "cerco diplomático" en contra del gobierno de Maduro en Venezuela. Un cerco que de diplomático creo que poco o nada tiene, y que más bien posee tintes o camuflaje de intervención militar. Sin embargo, el propósito de este artículo no es debatir el fenómeno político que ha suscitado la clara dictadura en Venezuela, ni mucho menos el papel del gobierno colombiano en este, a pesar de que ya posiblemente vislumbremos una respuesta.

El propósito de este artículo es más bien tratar de que como colombianos veamos la importancia de las problemáticas que hoy nos acechan, unas que están pasando muy desapercibidas por la ciudadanía, de seguro porque la atención se quedó anclada en nuestro vecino (Venezuela) y no en el país de usted y yo. Ese país que últimamente se siguen asesinando líderes sociales, ese país donde nuevamente se ha reactivado la máquina de la guerra, ese país que volvió a escuchar de los falsos positivos, ese país que volvió y con más frecuencia a utilizar el lenguaje y la política del todo vale y ese país donde se está haciendo a como dé lugar, política y jurídicamente acabando con aquel anhelo de tranquilidad que ya muchos estábamos suspirando, sobre todo por los pueblos y reales víctimas de ese visceral fenómeno y empresa de la violencia, esa que ha dejado centenares de muertos, desplazados y víctimas que al día de hoy claman justicia, verdad y reparación, y que seguramente esperan que esa justicia y verdad no quede extraditada, falseada, amenazada, exiliada o asesinada por la mezquindad, el odio y la conciencia amoral de algunos políticos y del gobierno de turno.

Infortunadamente las noticias que a diario nos llegan son cada vez más desesperanzadoras que las del día anterior. Por un lado, los oídos de los que queremos escuchar y los ojos que queremos ver quedamos atónitos cuando se aprueba un plan nacional de desarrollo, que ni presupuestal ni narrativamente habla de esas políticas de cuatrienio en favor de ese derecho universal y constitucional colombiano, llamada paz, y más aún uno se queda atónito, cuando descarada e irresponsablemente el presidente Duque, desconociendo el poder judicial y los acuerdos firmados del proceso de paz con las Farc, objeta seis artículos de la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) logrando hasta el día de hoy socavar y estar en una incertidumbre de un acuerdo que solo necesita de una implementación seria, responsable y humana para que opere y se pueda cerrar el capítulo de la horrible noche que llevamos más de cincuenta años en Colombia, pero por lo que vemos se seguirá posponiendo cada vez más, gracias y fundamentalmente a un gobierno que más que argumentos, vocifera son odios y falacias.

Sé que muchas personas como yo defendemos la paz, y los acuerdos logrados, sé que podemos alzar nuestra voz y movilizarnos en favor de este y todos los acuerdos que vengan, pero lamentablemente sé y tengo que ser realista, que a pesar de todo ello, nosotros no tenemos decisión directa en estos importantes y coyunturales temas, quisiera decir todo lo contrario, pero la realidad es más que evidente, y los resultados sí que peor. Con lo anterior no les estoy diciendo que dejemos de alzar nuestra voz y nuestra opinión en defensa de la paz, Dios me libre, lo que quiero es que seamos realistas de que junto a nuestra voz ciudadana se hace necesario urgentemente una voz y un apoyo mundial. Necesitamos a como dé lugar que desde afuera se haga ese famoso cerco diplomático en favor de la paz, un cerco que garantice que Duque se sienta reducido con voces de la conciencia, el pacifismo, la dignidad y la tranquilidad, aquellas voces que solo utilicen la presión del argumento, y no de la amenaza militar como la profesa Duque y sus aliados, sino esa que haga reflexionar desde el poder mundial, como el de la ONU, la CIDH y todo aquel digno gobierno que vea las acciones de Duque una amenaza no solo para la estabilidad del pueblo colombiano, sino la del mundo, ese que necesita y clama más mandelas, que uribes. Hago un llamado para que mundialmente se apoye a esos colombianos como yo que deseamos un país que en vez de que brote sangre, brote esperanza. Solo digo, ojalá no regrese la horrible noche.

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