Y cesó la horrible noche...

Y cesó la horrible noche...

"Aún así sigue la sombra de la impunidad inundando nuestros cielos"

Por: Bruno Santamaría
diciembre 17, 2019
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Y cesó la horrible noche...

Como si de una película de ciencia ficción se tratara, el pasado 22 de noviembre de 2019 se vivió en Colombia un toque de queda, después de cuarenta años.

Vecinos angustiados con palos, machetes, bates y cuanto elemento de protección tuvieran a su alcance salieron a las calles para no permitir el acceso a sus casas y apartamentos de unos "vándalos" que vendrían a sus casas a saquear sus pertenencias.

La conmoción causada por la histórica marcha del 21N y el cacerolazo sorpresivo en esa misma noche hizo que el gobierno recurriera a tácticas antiguas y desconocidas por muchos para crear un ambiente de caos y confusión entre las personas.

Saqueos a locales y supermercados, donde la policía no capturó a ningún sospechoso, un bus robado y otros casos que la televisión transmitió con celeridad y fanatismo para alimentar el morbo y la ignorancia de su audiencia fueron la comidilla de ese día. El circo se fue descubriendo al pasar los días y ahora se le agotan las artimañas a las clases dirigentes porque el pueblo está despertando de un letargo histórico de más de doscientos años.

Ahora solo resta seguir unidos y salir a las calles a exigir más educación para todos, una pensión digna para los trabajadores y mejores condiciones laborales, de salud y garantías sociales para todos los ciudadanos.

Todos estamos cansados de la violencia, de una guerra sin sentido que se alimenta del odio que se han encargado de propiciar entre nosotros los partidos políticos, las clases dirigentes y familias poderosas que nos han gobernado por muchos años.

Colombia son ocho letras de un país que tiene incontables historias de injusticias, un país que llora a sus desaparecidos, que reclama justicia y reparación para todas las víctimas del conflicto armado. Ocho letras de un país que prefiere perdonar para seguir adelante, porque todos se merecen una segunda oportunidad, además de mejores condiciones de salud, vivienda, alimentación y dignidad.

Es un lugar donde los campos y veredas han sido testigos de desplazamientos, secuestros, masacres y desapariciones. Los ríos y mares se han teñido de la sangre de miles de colombianos por culpa de la violencia que tanto daño nos ha hecho por tantos años. Una lucha entre pobres, donde los más ricos siguen amasando fortunas, mientras la mayoría de las personas sobreviven con un salario mínimo que no les ofrece la oportunidad de acceder a una mejor calidad de vida.

Y cesó la horrible noche, pero sigue la sombra de la impunidad inundando nuestros cielos, con el sonido de las balas que han silenciado muchas voces, de los gritos desesperados de las madres que reclaman una respuesta, de la sangre que empaña a muchas instituciones y de las personas asesinadas por protestar y reclamar por sus derechos.

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