Voto en Blanco: revolución sin muertos
Opinión

Voto en Blanco: revolución sin muertos

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febrero 16, 2014
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De la nada, silencioso como las armas letales, mudo, sin rostro, sin pedir permiso y con irreverencia que encanta a la ciudadanía, apareció en el panorama electoral una figura que andaba dormida entre las muchas letras muertas que descansan en paz dentro de la Constitución Nacional. Se llama el voto en blanco, encarnado en un personaje al que llamamos “Nadie”.

Lo empezamos a planear hace tres años cuando constituimos la Fundación Manos Limpias. La primera fase consistió en desprestigiar a la clase política a través de las redes sociales y hasta con actos públicos circenses. Entonces hicimos una marcha disfrazados de ladrones (Marcha de los Antifaces). Al finalizar la marcha bautizamos la calle 26 con el nombre de “Calle de la Corrupción”. Luego hicimos, en plena plaza de Bolívar, una #Corzotón para recoger fondos a los congresistas a quienes, según las propias palabras del presidente del Congreso de la época, Juan Manuel Corzo, no les alcanzaba el “sueldito” para pagar la gasolina de sus camionetas blindadas. Después creamos los Premios Carroña y empezamos a premiar a los buitres de la patria. Buitres revelación, buitres toda una vida, buitres del año… etc.

Pero no lo hicimos solos. Muchos políticos y entidades nos ayudaron en esta campaña de desprestigio: los Moreno y los Nule con la cantidad de aberraciones que fueron aflorando durante los eternos juicios que se les siguen a los integrantes del Carrusel de las Contrataciones. Regalando miles de millones a ricos terratenientes, reinas y caciques regionales de la política, Andrés Felipe Arias también aportó su grano de arena. El Congreso de la República a través de la fallida Reforma de la Justicia, con su intento de borrar de un tajo las inhabilidades e incompatibilidades que le impuso la Constitución Nacional a sus integrantes, también puso su cuota. Juan Manuel Santos nos ayudó varias veces pero las dos fundamentales fueron el desconocimiento del paro agrario con su famosa frase: “Ese tal paro no existe” y, aumentando en 50% los ingresos a dos mil altos funcionarios y a 268 congresistas (salvo cuatro que no aceptaron el incremento: Iván Cepeda, Juan Lozano, Ángela Robledo y Camilo Romero). Nos ayudó también Roy Barreras con su forma dictatorial de tratar a las minorías durante su presidencia en el Congreso y con la compra infame de 200 camionetas blindadas para sus colegas. Ayudaron los concejales de Bogotá, Andrés Camacho Casado, Hipólito Moreno, Orlando Parada y José Juan Rodríguez, todos en la cárcel por venderle la ciudad a contratistas hampones como Julio Gómez y Emilio Tapias.

Para empezar la campaña, citamos por Twitter a una reunión de ciudadanos de todos los movimientos interesados en promover el Voto en Blanco. Llegaron los pacifistas de la Ola Blanca, varios exintegrantes del Partido del Tomate que se sintieron engañados por sus líderes y ciudadanos sin matrícula, deseosos de sacar tarjeta roja a todos los partidos. Fijamos los objetivos y empezamos a unificar y a construir un discurso. Sobre el financiamiento acordamos no recibir dinero del Estado. Cada quién paga su publicidad, sus desplazamientos y aporta en eventos colectivos. Uno de los asistentes se ofreció a regalarnos el diseño del logotipo que es el que hoy inunda los perfiles de Facebook y Twitter de miles de personas.

Empezó a crecer la mancha blanca. Creamos un candidato ficticio que se llama “Nadie” y lanzamos nuestro primer eslogan de campaña: “Nadie te da educación, nadie te da empleo, Nadie te da salud, Nadie te da seguridad, entonces, vote por Nadie”. La noticia del Voto en Blanco se regó como pólvora. Entonces aparecieron cientos de personas en las cuestas de Facebook y Twitter a preguntar la manera de colaborar y a exigir publicidad para distribuir en sus ciudades y regiones. Les dijimos que no había publicidad, que el costo de pertenecer a esta campaña histórica era meterse la mano al bolsillo y producir su propia publicidad. La mayoría lo entendió. Estábamos cambiando la forma de hacer política. En vez de regalar camisetas y cachuchas estábamos pidiéndole a la gente que las mandara a hacer por su cuenta. Colgamos los diseños y, de la noche a la mañana empezaron a llegarnos fotos, desde todos los rincones del país, de afiches, volantes, pancartas, avisos para autos, afiches en ventanas y puertas, manillas y un sinnúmero de souvenirs fabricados o mandados a fabricar por los simpatizantes.

Y el movimiento que nació como una venganza en las urnas contra todos los partidos políticos muy pronto se transformó en un mecanismo de protesta nacional, luego en la necesidad de reivindicar la dignidad de millones de colombianos despreciados, vejados e ignorados por la clase política, luego en una necesidad de purificar con votos independientes libres y puros una democracia enferma y secuestrada por el fraude electoral, hasta convertirse en lo que es hoy, un sentimiento, un sentimiento colectivo de amor por Colombia.

Vino entonces la primera encuesta en noviembre y los medios no le prestaron atención. Confundieron el 24% que marcó el Voto en Blanco con indecisos. Luego instamos a las firmas a encuestadoras a no perder credibilidad dejando de lado a “Nadie” nuestro candidato”. Exigimos que sondearan la intención del voto en Blanco entre los encuestados. Entonces vino la segunda encuesta y el voto en blanco se trepó al 31%, por encima incluso del candidato presidente. Nadie lo podía creer. Los analistas atribuyeron el alto porcentaje a que aún no se habían lanzado todas las candidaturas. Luego vino la encuesta de enero: 30,6% contra 25% de Santos y los medios ya se empezaron a interesar por el fenómeno. No solo los medios nacionales sino también los internacionales. Periodistas de al menos 15 países indagan sobre un fenómeno que amenaza con poner en jaque el sistema electoral en Colombia por cuenta de un país que se cansó de su clase política. Por cuenta de un país que no cree en sus dirigentes. Por cuenta de un país que desea con urgencia un cambio desde la sociedad civil ya que sabe que ese cambio, ni remotamente, pueden producirlo quienes han demostrado que al Congreso solo llegan a vegetar, a enriquecerse, a legislar para mafias y contratistas y a expedir leyes que benefician a unas pocos potentados en detrimento de millones de habitantes.

Entonces, ante la inminencia de un triunfo del voto en blanco empezaron las campañas de desprestigio. El Canal Caracol emitió una noticia diciendo que el Voto en Blanco era un negocio. Ni siquiera se tomaron la molestia de investigar en la Registraduría para saber cuántos movimientos se habían inscrito para acceder a las ayudas del Estado. Les hubieran dicho que ninguno, porque en realidad no hay un solo movimiento inscrito para las elecciones de Congreso. Es decir, nadie cobrará ni ganará un peso. Luego empezaron los partidos políticos a hacer matoneo al Voto en Blanco. Que favorece a Santos y a Uribe, dicen los partidos de izquierda. Que favorece a la guerrilla y a los mamertos dicen los partidos de derecha. Que los va a borrar del mapa dicen las minorías que en 2010 aprobaron la reforma que elevó el umbral y que no se pusieron de acuerdo para bajarlo cuando el año pasado el gobierno presentó al Congreso un proyecto en ese sentido.

Quieren privar a la ciudadanía de expresarse contra la corrupción, contra la clientelización de los partidos, contra el abuso de poder. Nunca antes habían hablado del Voto en Blanco que ellos mismos crearon y que ahora, cuando se sienten amenazados por esta herramienta de disenso y protesta pacífica, quieren desvirtuar.

Independientemente del resultado y de quien gana o quien pierde, este despertar es ganancia. Un triunfo del Voto en Blanco, porque ganar es apenas una utopía acariciable,  partiría en dos la historia de la democracia en Colombia. Sería decirles a los partidos políticos que la ciudadanía está por encima de ellos, que nosotros mandamos, que somos sus jefes, que rechazamos su representación. Esto traería consecuencias en la democracia representativa. La ciudadanía exigirá reformas y quien resulte elegido, ya sin la legitimidad del constituyente primario, tendrá que buscar su gobernabilidad con el pueblo y no con las castas políticas corruptas como ocurre ahora. Si esto no es una revolución, ¿qué lo es?

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