"Votar bien" no alcanza

"Votar bien" no alcanza

Hay que dignificar la política plena, con todos sus componentes ideológicos y electorales

Por: Sebastián Acosta Zapata
mayo 28, 2021
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Foto: Twitter @Registraduria

Para plantearse una reflexión de cara a las elecciones al Senado de la República en el 2022, hay que analizar lo que pasó en el 2018, y tener luces sobre qué poder hacer para transformar las fuerzas políticas en la cámara alta del congreso. En las elecciones al congreso en el 2018 hubo 3 grandes electores de los que se podría pensar eran por opinión. Y frente a las elecciones de 2022 el panorama no es claro, pues Uribe no estará en el tarjetón, pero sí su legado; Mockus tampoco estará y no ha dejado legado para seguir; y Petro no estará en el tarjetón a congreso, pero sí en el de presidencia, emulando un escenario similar al de las elecciones anteriores.

De acuerdo a lo anterior, hay que tener en cuenta que la calidad de la democracia no solo se da por los procesos electorales, sino también por la pertinencia, transparencia, cualificación de los votantes y de los debates públicos. Por eso se analizan los resultados, la distribución de fuerzas en el senado y las características de cada grupo de votantes relacionados con las opciones políticas.

Uribe registró casi 800.000 votos, siendo el candidato al senado más votado en la historia del país. Eso sirvió para que el Centro Democrática pudiera contar con varios congresistas que, por medio del voto preferente, no hubieran podido por sí solos contar con una curul. Entonces, su posición en el congreso es gracias al arrastre de Uribe, le deben lealtad y devoción a él y a su proyecto. El mérito es ser aliados o socios en negocios o pertenecer a familias acaudaladas o ser de las élites conservadora y reaccionaria del país, sean estas terratenientes o militares. No hay un trabajo social detrás que respalde individualmente cada una de esas curules.

Mockus registró alrededor de 400.000 votos. La gente creyó en él y eso favoreció a Alianza Verde para alcanzar varios escaños más, en comparación con su récord histórico. Los senadores elegidos por esta colectividad en 2018 han desempeñado trabajo político de larga data como el caso de Iván Marulanda y Angélica Lozano. Tienen mérito propio aunque hubo una ayuda importante del voto de opinión por Mockus. Casi no tienen votos amarrados dependientes de redes clientelistas, lo que hace que sea muy vulnerable a la opinión de los electores.

La lista de los Decentes logró posicionarse gracias a su alianza con Petro. Casi todos sus votos son de opinión, y representan a un sector diverso de la sociedad donde están las corrientes de izquierda, los indígenas, las mujeres, los afros, los campesinos y demás sectores sociales históricamente excluidos. En la práctica funcionan como una bancada aunque sean de partidos como la Unión Patriótica y el MAIS. Igualmente, el Partido Polo Democrático Alternativo y el Partido Comunes configuran un bloque de oposición al gobierno. Aida Avella, Gustavo Bolívar, Feliciano Valencia son de las figuras más representativas de esa lista, con otros de oposición como Iván Cepeda, Alexander López y Wilson Arias. Gustavo Petro, impulsor de esta iniciativa está en el senado gracias a la implementación del Estatuto de la Oposición.

El resto de los partidos tienen estructuras políticas muy bien establecidas y organizadas. Se fundamentan principalmente por redes clientelistas. Sus votantes son inmunes a la opinión, no exigen rendición de cuentas y son estables. Estas redes se alimentan de diferentes estrategias, que van desde las más vulgares como la compra de votos el día de las elecciones, hasta repartir puestos públicos en diferentes entidades del Estado y no solo del gobierno, y dar contratos en diferentes campos como la educación, la salud o la infraestructura. Son auténticas empresas políticas, y como toda empresa siempre van a buscar el lucro y el beneficio particular, que en el juego político es la reelección a las diferentes corporaciones y la ampliación de su alcance. De esta manera logran permear concejos, asambleas, alcaldías, gobernaciones, entidades de control y descentralizadas, gobierno nacional, y en general toda la burocracia pública.

Los partidos Liberal, Conservador, de la U, Cambio Radical, los cristianos (que rondan entre estrategias clientelistas y de dominación tradicional instrumentalizando la religión), Centro Democrático en alguna medida, y muy marginalmente la Alianza Verde, usan esas estrategias. César Gaviria, David Barguil, Dilian Francisca Toro, Germán Vargas Lleras y los Char, son, respectivamente, los negociadores con el gobierno nacional, y se vuelven instrumentos que obstaculizan el debate público y democrático para que las decisiones se tomen conforme a la repartición burocrática, en la que entran los  ministerios.

Buena parte del país interesado en la política no va a dejar de ser uribista, porque ese sentimiento político y ese fervor, casi religioso, es a prueba de hechos. Otra parte del país político tampoco va a dejar de ser clientelista porque así soporta sus estilos de vida y sus beneficios. Y quedan entonces aquellas ciudadanías no uribistas y libres, que si bien son una fuerza importante no pueden solos. No se trata de convencer a los uribistas; la mayoría de ellos se morirán siguiendo a Uribe. Tampoco de convencer a los que aumentan las redes clientelistas que se liberen; no lo van a hacer. Muchos de estos votos son favores entre familiares y amigos que directamente no tienen nada que ver con la burocracia ni con la política electoral, entonces regalan el voto, “ayudan” a los que dependen directamente de estas estructuras.

Se trata de buscar a los casi 17 millones de abstencionistas, la mitad del universo electoral colombiano, y politizarlos. Señalar la forma en que los falsos positivos, la corrupción de Agro Ingreso Seguro, la Yidispolítica, la persecución del DAS, las alianzas con narcotraficantes y paramilitares, los crímenes y el terrorismo de Estado, entre otros hechos verificados y consumados, han hecho de este país un lastre de violaciones a los derechos humanos, corrupción y profundización de la desigualdad y la pobreza. No será tarea fácil porque en casi todos los sistemas democráticos el abstencionismo electoral es muy grande, debido a la poca legitimidad que tienen las instituciones y a la poca penetración que tiene el Estado en la gente. Además, es una característica histórica de Colombia y su sistema político. Asimismo, hay gente que orgullosamente dice que nunca ha votado y que no ha elegido a esos políticos.

No se trata de discursos vacíos, insulsos, huecos y solapados de “hay que votar bien” o “vote por el que quiera, pero vote” o “infórmese bien leyendo las propuestas de los candidatos y vote”. Eso solo le quita importancia al sistema electoral, primero porque lo moraliza, segundo porque lo desnuda de su carácter decisorio, y tercero porque le quita los antecedentes a los candidatos. Se trata entonces de saber qué proyecto político se quiere, con una discusión ideológica, ética y política de verdad, no solo votar porque es cool. Hay que dignificar la política plena, con todos sus componentes ideológicos y electorales.

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