Volodimir Zelenski: marioneta de Estados Unidos y perro de compañía de la Unión Europea

Volodimir Zelenski: marioneta de Estados Unidos y perro de compañía de la Unión Europea

¿De dónde salió este Zelenski, cómo llegó a ese sitio, es producto de qué cultura, su carácter responde a qué tipos de comportamiento, se tropezó con este destino?

Por: Franz Henao
mayo 02, 2022
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Volodimir Zelenski: marioneta de Estados Unidos y perro de compañía de la Unión Europea
Foto: Wikimedia

Antes de la iniciación de la Operación Militar Especial de Rusia nadie daba un maravedí por el presidente Zelenski, estaba completamente devaluado, y en su país su imagen era deplorable. Lo consideraban un cobarde que huiría en caso de invasión rusa. Sus índices de aprobación no llegaban al 26%.

Las amenazas de Putin se concretaron el 24 de febrero cuando los tanques rusos entraron a las calles de Ucrania. A partir de ese momento, en vez de amilanarse, el presidente de Ucrania empezó a crecer, su carácter inició a oscilar entre lo lírico, lo patético y una firmeza, que con el paso de las semanas se agigantó hasta llegar a rozar lo valeroso.

Los medios occidentales al unísono lo colocaron en el nicho de lo icónico. Empezó a funcionar el marketing publicitario, en lo cual Hollywood, Netflix y las redes sociales ejercen un papel subliminal para poner en la cúspide a quien les interesa, o elevar a la depravación a su némesis.

¿Recordáis a Twiggy, esa chica de los sesentas, que con ese corte de cabello vintage, que se inventó el genial estilista Leonard, la imagen anoréxica y los ojos vacíos, se convirtió en la imagen icónica que las chicas del orbe querían imitar y lucir como ella?

Zelenski ícono vintage

A donde iban las personas, en cualquier lugar de la calle, veían el rostro cetrino de Twiggy. Análoga situación con Zelenski, aunque su imagen se ha entrometido en todos los parlamentos del mundo convirtiéndose en látigo de los países y penetrando en la casuística de la moral, hasta el punto de crear escrúpulos en los líderes políticos: ¿Mi comportamiento es criminal? ¿Debo entregar armas ya mismo, sin considerar que potencialmente con ellas se puede matar a miles de seres humanos?

Armas, sin más, como si se tratase de un estilo de pelo Twiggy, y en una era donde los lobbystas y los defensores de animales pelean con uñas y dientes para defender, pongamos por caso al lobo, o al águila calva, cuya muerte provocada puede llevar a la cárcel o a una considerable multa a su perpetrador.

¿De dónde salió este Zelenski, cómo llegó a ese sitio, es producto de qué cultura, su carácter responde a qué patrones o tipos de comportamiento, se tropezó con el destino cayendo en el momento y el sitio adecuados por pura casualidad, o es esa persona como el Conde de Montecristo que encuentra el tesoro en el sitio indicado por el abate Farías, dándole así la posibilidad de realizar sus planes?

De vedette a la presidencia

La única carta que tenía en la mano cuando fue elegido presidente en abril de 2019 era la de ser un humorista, con el propósito de gobernar un país en guerra y hacer frente a una potencia militar mundial.

El anhelo era firmar la paz con Rusia, que también había sido la promesa de su antecesor Petró Poroshenko, sin lograr nada. Pero a lo mejor podría producirse lo kafkiano: Que un payaso hiciera entrar en razón al temible ogro Vladimir Putin para que transigiera a cambio de algunas concesiones.

Si alguna virtud se le debe reconocer al presidente Zelenski es su disponibilidad para asumir el papel que indica el libreto: al estallar la guerra pasó de ser un tarambana a alcanzar estatus de “héroe”; y cuando fue elegido presidente pasó de ser un bufón a mandatario de un país joven pero milenario.

Y mucho antes, en 2015, alcanzó gloria en la televisión ucraniana, con la serie cómica, ‘Servidor del Pueblo’, interpretaba a un ciudadano cualquiera, sin títulos y cuanto más ignorante mejor, (Vasili Goloborodko) que termina como presidente iconoclasta de Ucrania.

Tal parodia presidencial, escenificada en la televisión por cinco años, se hizo realidad, parecía un chiste de la vida dispuesto a reírse del establishment ucraniano y de los oligarcas que controlan los hilos del poder.

El rol de su vida le llegó en un guion preciso, escrito para una historia de suspenso de Hitchcock, símbolo de la resistencia a la invasión rusa, que caza muy bien con sus condiciones de histrión que sabe llegar al espectador, con vídeos donde mezcla la burla y la invectiva.

Esa experiencia escénica acompañada de la camiseta verde caqui –su rival Poroshenko también sale en videos con ropas militares, enseñando un Kaláshnikov- y un aire nacionalista deseoso por escenificar la victoria contra las fuerzas de ocupación que quiere apoderarse del mundo y terminar con la libertad y la democracia, le han dado preponderancia.

Se puede argumentar que Zelenski derrota a Vladimir Putin desde el punto de vista retórico, como dice Oliver Pieper en DW.

Cómo llegó a lograr la distinción de presidente

Pero una cosa es el Zelenski que sabe interpretar el rol asignado por el guion y otra cosa es pasar de arlequín a mandatario de un país en conflicto tremendo con un vecino poderoso y sediento de recuperar las viejas glorias perdidas. Las dos cosas se excluyen mutuamente.

La presidencia de Ucrania que ganó Zelenski se debió a una extraña casualidad, tanta que se pensaba que era una broma. Una broma nada atractiva para un país sumido en el desespero y la inacción política, que llevó al escritor Igor Lesev a decir: “Hubiéramos votado a un gato muerto si fuera necesario”.

No sobra preguntarse ahora que el mundo padece esta terrible crisis: ¿Era Zelenski el hombre apropiado que necesitaba el Gobierno de Ucrania? ¿No estará fuera de foco y en el sitio inadecuado para el hito histórico que vivimos? Es muy fácil decir que está a la altura de Churchill, el señor de la guerra. Pero ¿acaso Churchill fue una figura imprescindible de la historia? Su estatua fue pintada por los manifestantes de Londres, en junio 2020, y en ella escribieron: “Fue un racista”.

Hoy Zelenski es amigo de Estados Unidos, goza de su predicamento. Se sabe que esta situación puede terminar en cualquier momento, así lo atestiguan las vidas de Sadam Hussein, Hosni Mubarak, el general Noriega, Muamar el Gadafi, Milosevic, Idi Amin Dada. Este intríngulis no es asunto de gobernanza, ni de ideas democráticas, sí de intereses económicos y, en estos momentos, se privilegia lo geoestratégico como es el caso de Ucrania, que sirve de punta de lanza contra Rusia.

Un país irrealizable y en manos de los acreedores

Zelenski tiene el grave problema de la credibilidad. A él le gusta retratar a su país como un estado modelo. Más bien tiene las trazas de ser un trampantojo. Ucrania es una democracia imperfecta que le ha hecho el juego a Putin durante mucho tiempo. Transformar el país en un estado democrático modelo es una ilusión, como dice Marco Reinke en Welt.

Ucrania es un gobierno de y para los oligarcas, sumido en la economía informal y que vive gracias a las remesas que envían desde el exterior 10 millones de ucranios que se han visto obligados a salir porque en su país la política mató sus ilusiones. Ucrania es más pobre hoy que en 1991. Y con la maldita guerra quedará viviendo como en la Edad de Piedra.

En sus tres años de gobierno Zelenski no ha hecho más que decrecer. En esto se parece a Emmanuel Macron. Son como gemelos. Tienen la misma edad. Asumieron jóvenes e inexpertos sus respectivos gobiernos. Los dos son judíos. Se excluye el mérito en su ascenso al poder, salvo que se atribuya al “poder invisible” que, para Oscar Wilde, parecía mover a los seres como meras piezas de ajedrez o como vasijas en manos de un alfarero, como contaba en El crimen de lord Arthur Savile.

Macron, como dijo Eric Zemmour, convirtió su quinquenio en un “proceso de deconstrucción”, transformó a Francia en un polvorín de descontento, división social y la convicción –que François Hollande nombró en voz alta- de ser el “presidente de los muy ricos”.

Su afinidad con los oligarcas

Zelenski también se dedicó, con esmero y persistencia, a “deconstruir” el país, en los tres años de mandato que lleva. Como Macron, no se enemista con los oligarcas de Ucrania. Anatoly, refugiado en Lviv, no siente orgullo patriótico por su presidente. “Él solo es el tipo que Kolomoiski puso ahí”, se refiere al oligarca dueño del canal de televisión 1+1, en el que Zelenski se hizo famoso como humorista antes de ser presidente.

A diferencia de Macron, Zelenski sí hizo estallar el polvorín, que hoy tiene al mundo dividido y en la angustia de esta calamidad humanitaria –¡habría que ser pánfilo, para no pensar en el martirizado pueblo ucranio! - y al borde de la tercera guerra mundial. Esto no es una alegoría. Ni es para sembrar pánico. En el 69° Día de Guerra es una realidad.

En este estropicio, ojalá no sea nuclear, culpables hay muchos. No es solo Putin, Zelenski, la OTAN, Macron, Olaf Sholz [que a última hora se subió al tren de la guerra], Jaroslaw Kazinskyi, Boris Johnson que se convirtió en auténtico y hambriento halcón, y el mayor responsable de todos Joe Biden y sus famélicos halcones: la industria militar. Ninguno de ellos se puede lavar las manos. El mundo lo sabe, porque el mundo no es cretino.

La historia le hará rendir cuentas

Zelenski tiene que apechar con lo suyo. Ante la historia de Ucrania tiene que responder por sus actos. Está claro que él es una simple marioneta de los poderes exteriores. En la reunión de líderes militares en Ramstein, base militar de Estados Unidos en Alemania, 26 abril, organizada por el Pentágono, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, dio a conocer el cronograma de la guerra, las armas que se enviarán y, sobre todo, dejó en claro un, vamos a ganar la guerra.

El 29 abril, Estados Unidos, activó un plan de la guerra en 1941: la llamada Ley de Préstamo y Arrienda que aportará $ 33 mil millones de dólares para la guerra en Ucrania. Y el 30 abril, de sorpresa, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, acudió a Ucrania y allí declaró: “Vamos hasta la victoria final”.

Ucrania es un pretexto. Zelenski, de forma brillante, hace su papel de títere. Y con su actitud pedigüeña hacia Europa pierde toda su capacidad de maniobra, queda a merced de Bruselas, y sume a su pueblo en la pobreza eterna.

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