Visitando un supermercado sin plástico
Opinión

Visitando un supermercado sin plástico

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octubre 14, 2014
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Estuve en Berlín por invitación de Mendoza, y llegué más aburrido que nunca. Siendo Alemania la casa de BMW y Porsche, me emocionaba mucho sentarme en uno de esas máquinas animales, para disfrutar el olor único de sus brillantes timones. Sin embargo, desde que perdimos las elecciones, los jeques de la industria automotriz ya no nos cumplen las citas.

Nos tocó quedarnos una semana entera en Berlín, sin viáticos y sin conductor. ¡Qué experiencia tan horripilante! Además de que me vi obligado a movilizarme solamente en bicicleta, por los cientos de kilómetros de ciclorrutas cubiertas por árboles, que conectan toda la ciudad, también tuve que recurrir a sentarme en los parques verdes, y observar gente sonriente, para pasar el tiempo.

Por insistencia de mis seguidoras pseudoambientalistas en el Twitter, me tocó visitar el lugar de moda en la capital de la cuarta economía más poderosa del planeta: un supermercado sin desechables. Así es, un lugar donde se venden productos sin botellas de plástico, sin bandejas de icopor, sin bolsas, tapas, ni otros accesorios de moda hechos a base de petróleo.

El lugar se llama ‘Original Unverpackt’, y una visita ordinaria transcurre así:

  1. El cliente pedalea a través del parque Görlitzer, y parquea justo al frente de la tienda, ubicada en el primer piso de un edificio con una sana mezcla de usos.
Fachada del supermercado, con el parqueadero para los usuarios justo al frente. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Fachada del supermercado, con el parqueadero para los usuarios justo al frente. Foto: Carlos Cadena Gaitán

 

  1. Al entrar, el cliente se da cuenta que hay una pesa electrónica donde tendrá que pesar algo. Aparentemente, yo debía traer mis propios recipientes para llevarme mis productos. De haberlos traído, tendría que pesarlos primero allí, la pesa me daría una etiqueta con el peso de mi recipiente, y luego al llenarlos del producto seleccionado, el cajero podrá restar el peso original de mi recipiente del precio a pagar.

 

La pesa electrónica con explicación visual. Foto: Carlos Cadena Gaitán

La pesa electrónica con explicación visual. Foto: Carlos Cadena Gaitán

  1. El cliente se emociona con la variedad de productos orgánicos, locales y de alta calidad. Llena sus recipientes, y cae en cuenta que solo tiene que llevar la cantidad que quiere. Jamás se verá obligado a comprar el tamaño extragrande para ahorrarse unos pesos.
Hay todo tipo de semillas, frutos secos, granos, especias y cereales. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Hay todo tipo de semillas, frutos secos, granos, especias y cereales. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Venden gran variedad de superalimentos con alto poder nutricional. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Venden gran variedad de superalimentos con alto poder nutricional. Foto: Carlos Cadena Gaitán

  1. El cliente termina de escoger sus frutas, verduras y semillas, y mientras que piensa que todo acabó, recibe el gran shock: se da cuenta que también venden champú y jabón (sin recipientes), pasta, dulces, pan y harinas (sin bolsas), aceite de oliva, vino y vodka (sin botellas), y diversidad de detergentes (sin icopor).
Vinos de mesa y café molido o en granos. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Vinos de mesa y café molido o en granos. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Detergentes y jabones líquidos. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Detergentes y jabones líquidos. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Pastas artesanales y harinas. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Pastas artesanales y harinas. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Champú, cremas para el cuerpo y para cepillar los dientes. Foto: Carlos Cadena Gaitán

Champú, cremas para el cuerpo y para cepillar los dientes. Foto: Carlos Cadena Gaitán

  1. El cajero le informa al cliente que su compra es más económica que en los supermercados elegantes, gracias al hecho de que no se utiliza ningún tipo de empaque ni trucos de marketing. Además, en algunos de estos supermercados se explora la posibilidad de reportar que porcentaje de cada precio va para el agricultor, y los trabajadores de la tienda.

Como bien se imaginarán mis lectores usuales, yo no compré nada. No tengo ningún interés de vivir en un mundo donde haya que tener consciencia por las consecuencias de nuestros patrones de consumo. Por el contrario, me encanta que todas mis frutas viajen desde granjas de compañías multinacionales ubicadas en otros continentes, me deleito comprándolas en bandejas de icopor y recubiertas por una sabana plástica imposible de reutilizar. Me tiene sin cuidado que en California ya hayan prohibido el uso de bolsas plásticas, que una tercera parte de todo el plástico en Estados Unidos venga de los paquetes desechables, y que un 72 % de los ciudadanos de ese país no sepa que el plástico viene del petróleo (Owen, D. 2012. Green Metropolis, Pág. 83).

Mucho menos me interesa evitar la necesidad de depender (al final de la cadena de consumo) en el reciclaje, a través de estrategias de “preciclaje”, como las utilizadas en este supermercadito berlinés. De mi no depende que en Colombia se generen 31.000 toneladas de residuos al día, o que como sociedad aceptemos con absoluta tranquilidad (mientras felicitamos a los locales por su buen comportamiento) que una sola ciudad generen 520 toneladas de basura durante una sola fiesta.

¿Piensa que son un loco más? A ver, ¿acaso ustedes estarían dispuestos a dejar de consumir agua en botella con pitillo plástico, comida lista para meter en el microondas, y paquetes extrajumbo de cubiertos desechables, solamente para evitar aportar a la catástrofe? Esa es la detestable pregunta que me dejó esta experiencia.

Así transcurre la visita corta al supermercado. Video: Carlos Cadena Gaitán

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