Vicente Pérez Silva, un nariñense de una generación brillante

Vicente Pérez Silva, un nariñense de una generación brillante

Este humanista es una especie de biblioteca viva del acontecer literario del país

Por: albeiro arciniegas
julio 13, 2021
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Vicente Pérez Silva, un nariñense de una generación brillante

Dialogar con Vicente Pérez Silva es acudir a la memoria de un humanista y académico que a su edad conoce de cerca la historia literaria de Nariño y el país. Es muy cercano a su terruño, a su progreso y a sus gentes y también a sus adversidades. “Mi espíritu vibra al lado de mi departamento”, afirma con acento evocador.

Escritor, investigador y abogado de la Universidad del Cauca. Nació en La Cruz de Mayo, al norte de Nariño, en 1929, y fue amigo y conocido de Aurelio Arturo, Guillermo Edmundo Chaves, un estudioso de la obra de Miguel de Cervantes y un caballero en el mejor sentido que tiene esa palabra quien, actualmente, reside en Bogotá.

“Sí, hace un par de años visité mi tierra natal, La Cruz del Mayo, un pueblo totalmente diferente. En mi época había placidez, tranquilidad, todos nos conocíamos, todos nos ayudábamos; mi padre fue un patriarca de grandes virtudes, un promotor de la acción civil, se involucró en todas las actividades que podían repercutir en el progreso de su pueblo. Él me dio una gran lección para que yo, posteriormente, me consustanciara con mi tierra y con sus gentes”.

La educación

“Las primeras letras, las primeras lecturas no se borran jamás”, expresa Pérez Silva. “Hay una diferencia abismal con la educación actual. Los maestros eran nuestros segundos padres, ¡qué educadores!, la pizarra, los castigos; nosotros íbamos con el pie al suelo y una bolsita con la pizarra y un borrador. Quizá por eso somos así, tan verticales, de un carácter allegado al terruño, hijos del paisaje, verdaderos hijos de la tierra”.

Autor de más de treinta libros entre los que se encuentran Anécdotas de la historia colombiana, Raíces históricas de La Vorágine, Quijotes y quijotadas, Bolívar habla de sí mismo, además de centenares de artículos publicados en diversos medios de todo el mundo, Pérez Silva se sintió fascinado por los libros desde sus años escolares.

“Eso viene por vocación, es una vocación entrañable; yo estudié bachillerato en el Colegio San Francisco Javier de Pasto, los dos primeros años en la Universidad de Nariño y concluí mis estudios profesionales de Derecho en Popayán. He sido ajeno a la burocracia, a los empleos, he llevado una vida independiente, sin olvidar las letras y las humanidades; así la mitad de mi tiempo lo dediqué a mi ejercicio profesional y la otra a las batallas del espíritu, a la lectura, a la investigación. Y de allí que haya publicado algunos libros que han tenido cierta repercusión, algunos históricos y otros de carácter literario”.

A sus 92 años, Vicente Pérez Silva conserva el entusiasmo y la lucidez mental para dedicarse a las letras. “Me hice solo, sin recomendaciones y escribí en El Tiempo y en El Espectador, pero siempre en función del Departamento de Nariño, destacando sus episodios importantes y sus valores intelectuales”.

José Rafael Sañudo

Había sido nombrado muy joven en la Academia Colombiana de Historia y, en 1972, se cumplía el centenario del nacimiento de José Rafael Sañudo. Solicitó, como nariñense, se le permitiera disertar sobre la vida y obra de Sañudo, pero lamentablemente –y debido a la entraña anti bolivariana del autor de los Estudios sobre la vida de Bolívar– esa oportunidad le fue negada. Y a Pérez Silva no le quedó otro camino que renunciar a su investidura y lo hizo por respeto al gran historiador, filósofo, escritor y erudito nariñense que fue Sañudo. “Un hombre supremamente grandioso”, apunta Pérez Silva quien, de esa manera, lo reivindicó de una censura que los tiempos terminaron revirtiendo.

La Universidad de Antioquia lo invitó, entonces, para que realizara su exposición en esa importante institución, tras la renuncia a la Academia. De igual manera, tuvo con él grandes deferencias la Universidad del Cauca.

Aurelio Arturo

Lo conoció, una mañana, estaba tomando un tinto en un café y Pérez Silva se presentó ante él. Fue el inicio de una gran amistad. Conversaban con frecuencia, la personalidad de Aurelio Arturo, un hombre monosilábico, profundo, de una sonrisa tierna y el don extraordinario de la poesía, lo impresionó bastante.

“Se nos fue tan temprano”, dice Pérez Silva. “La víspera, yo acudía a recibir una distinción que la Asamblea de mi departamento nos había concedido a Aurelio Arturo, a Guillermo Payán Archer y a mi persona y nos reunimos los tres y Aurelio dijo que debía viajar a Pasto en nombre de los tres. Pero el aeropuerto de Pasto estaba cerrado y no pude viajar”.

A las cinco de la mañana del día siguiente, tuvo una llamada del doctor Carlos Acosta, amigo entrañable de Arturo, quien le informó que el poeta había muerto. Producto de su amistad con el autor de Morada al sur es un libro que tituló y editó la Alcaldía de Pasto: Aurelio Arturo en el corazón de las palabras.

Cuando Pérez Silva habla del poeta nariñense en el acento de su voz se siente la nostalgia, la sensación emocionada y agradable de haber conocido y compartido con el más grande poeta colombiano del siglo XX en el país.

Guillermo Edmundo Chaves

“Era como un niño. De una sencillez extraordinaria, inimaginable. Fue mi docente. Él me dictó la cátedra de Derecho Internacional Público. De pocas palabras y con la sencillez que caracteriza al hombre grande, a los verdaderos hombres grandes”, recuerda Pérez Silva.

“Soy muy afecto a la novela Chambú, es una obra que debe consagrarse en la literatura nariñense. Chambú, al igual que La Vorágine, encarnan un grito de protesta y de denuncia; Guillermo es autor de Oro de lámparas un poemario que fue tan exaltado aquí en Bogotá por el Maestro Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez y los demás poetas de la época”.

Eso dice Vicente Pérez Silva, una especie de biblioteca viva del acontecer literario del país. Lo conocí en un homenaje que le rindió la Gobernación de Nariño. Lo rodeaban muchas personas. Todos deslumbrados por la calidez y la ternura que emanaba a través de cada uno de sus gestos y palabras. Es de contextura pequeña y de una formación humanística que ya poco se da por estos días. Había conquistado a los asistentes con una caballerosidad y delicadeza poco comunes. Solo atiné a preguntar, ¿cómo se llama ese señor? Y me dijeron: “Es uno de los grandes nariñenses que vale la pena conocer. Pertenece a la generación más brillante de poetas y escritores que nacieron en el sur”.

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