Venezuela: hacia una guerra de despojo

Venezuela: hacia una guerra de despojo

Trump no hace más que continuar la larga tradición estadounidense de intervencionismo y atropellos a la soberanía de las naciones, ¿se repetirá la historia?

Por: Alvaro Morales Sánchez
febrero 22, 2019
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Venezuela: hacia una guerra de despojo
Foto: Instagram Nicolás Maduro / U.S. Navy

Una guerra de despojo es lo que Estados Unidos está fraguando en Venezuela. Ya hay antecedentes que debían ser aleccionadores para el mundo. Recientemente Félix de Bedout publicó un trino en el que trajo a cuento una frase que Donald Trump le dirigió a Andrew McCabe, exdirector adjunto del FBI, y a varios de sus funcionarios en 2017: "Venezuela es un país con el que deberían entrar en guerra, tiene petróleo y está justo en nuestra puerta trasera".

En esa dirección ha venido trabajando Trump intensamente, construyendo lo que Iván Duque, marioneta del titiritero gringo, ha llamado en forma eufemística, un "cerco humanitario". La primera parte del montaje fue aclamar como "presidente interino" a un provocador llamado Juan Guaidó, un personaje aparentemente desconocido, que sin embargo aparece en innumerables videos tomando parte o dirigiendo disturbios estudiantiles y de la oposición contra el gobierno chavista. El elegido como diputado en las últimas elecciones legislativas se autoproclamó presidente interino el pasado 23 de enero, desconociendo la elección de Maduro en los comicios de mayo de 2018, en los que no participó toda la oposición. Como era obvio, EE. UU. se apresuró a validar a Guaidó y puso a sus vasallos de varios gobiernos latinoamericanos a hacer lo mismo.

Desde entonces han orquestado toda una puesta en escena, con un guion muy preciso, en el que primero, desplegando su enorme poder mediático, hacen creer al mundo que a Guaidó lo asiste la legitimidad y Maduro es poco menos que un usurpador. A renglón seguido, bajo la velada amenaza de una intervención militar (Trump dice abiertamente en una entrevista reciente que contempla "todas las opciones" incluida la invasión militar, para "restablecer la democracia" en Venezuela), los gobiernos de los países alineados con Trump exigen a Maduro renunciar y entregar el poder. Sin embargo, no cuentan con las mayorías calificadas en la OEA, pese al control gringo de este organismo y tampoco lograron imponer una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Entonces, continuando con el plan orquestado bajo la batuta del pendenciero Donald Trump, ahora vienen dos acciones simultáneas: la entrega de "ayudas humanitarias" y el concierto "Venezuela Aid Live" en el que participan renombrados artistas. Sobre la primera parte, ya conocemos lo que son las "ayudas humanitarias gringas". Sobre el concierto, la autorizada opinión de Roger Waters, fundador de Pink Floyd: "Nada de eso tiene que ver con ayuda humanitaria, todo tiene que ver con que Richard Branson está trabajando para el plan de #EEUU que es tener el control de #Venezuela".

Después de la puesta en escena de la primera parte del guion de esta guerra —libreteada por el Pentágono y puesta en escena varias veces por distintos directores en diferentes escenarios (Bush, Obama, Trump, en Irak, Libia, Siria, Venezuela)— se aproxima el clímax cuando el próximo sábado el eje Guaidó-Trump-Duque haga el intento de entrar la "ayuda humanitaria" a Venezuela desde territorio colombiano para provocar a Maduro y a los militares, que han permanecido leales al gobierno del presidente elegido legalmente en mayo de 2018. Aunque se rodee de música y de invocaciones a la paz, a la libertad, a la democracia, a la ayuda y la solidaridad, la verdad es que detrás de todo este tinglado se esconde la más burda intervención de los Estados Unidos en uno de los países que se encuentran en su "patio trasero", precisamente aquel que más les interesa, por la gran riqueza petrolera que posee.

Trump no hace otra cosa que continuar la ya larga tradición estadounidense de intervencionismo y atropellos a la soberanía de las naciones para despojarlas a su antojo de los recursos naturales, para someterlas a su dominio y para imponer sus órdenes sobre el manejo de la economía, de la política, de la cultura y de todos los aspectos de la vida nacional, a la usanza de las antiguas potencias coloniales, pero adornada con el falso discurso de la "democracia", la "libertad" y escudándose en "razones de seguridad nacional". La diferencia con las antiguas formas coloniales radica en que los amos ya no envían a sus representantes personales desde la metrópolis para que ejerzan el poder en su nombre, cual lo hacía España con los virreyes, sino que ejercen el dominio a través de personajes nacionales cuidadosamente escogidos, formados en sus centros de estudio, entrenados en sus organismos de control económico; los modernos virreyes son los incondicionales lacayos que ejecutan a pie juntilla las órdenes del amo; ese es el papel que el imperio moderno ha reservado a los Duque, a los Uribe, a los Santos, a los Guaidó.

Y cuando las cosas llegan a los peligrosos extremos a los que las ha llevado el propio gobierno estadounidense, cuando logra el efecto que ha venido buscando, la guerra interna que provoque la caída del gobierno que no es de sus afectos, que no se somete a su dominio, pone a sus lacayos a que den la cara, a que respondan por la confrontación; es el triste e indignante papel que está jugando hoy el gobierno colombiano al aceptar convertirse en la punta de lanza de esta nueva agresión norteamericana que sabemos cómo se va a iniciar, con una "ayuda humanitaria" , pero no sabemos en qué va a desembocar, si en la guerra de despojo que Trump desea iniciar, o en el fracaso de esta nueva aventura por el rechazo del pueblo venezolano y de su ejército nacional y por el repudio de los demócratas del mundo. En lo que a mí respecta, rechazo totalmente la intervención norteamericana en Venezuela, sus llamados a desestabilizar al gobierno elegido democráticamente y la utilización descarada y abusiva que hace de Colombia como cabeza de playa de su aventura intervencionista.

Aclaro que nunca compartí la política económica y social de Hugo Chávez, ni comparto la de Nicolás Maduro y no estoy de acuerdo con la fundamentación ideológica y política del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) que hoy controla el poder político en el país hermano, pero creo que la contradicción principal actual de los demócratas del mundo en relación con la situación de Venezuela no es con Nicolás Maduro sino con el imperialismo norteamericano y su política de intervención y de dominio neocolonial. Por eso me uno al llamado que hace mi partido, el Polo Democrático Alternativo, a rechazar la intervención norteamericana en Venezuela y a abogar por una solución pacífica negociada entre los propios venezolanos sin ningún tipo de injerencia extranjera.

Para finalizar, a manera de reflexión, invito a los colombianos que lean estas líneas, a difundir esta idea: involucrar a Colombia en una guerra contra el gobierno venezolano no solamente traerá graves consecuencias de muerte y desolación para el pueblo venezolano, sino también para el pueblo colombiano, con soldados nuestros muriendo en una guerra ajena, en una guerra que solo le sirve a los intereses de dominación de EE. UU., a sus monopolios de la industria petrolera, a sus fabricantes de armas, a los grandes potentados que se lucran con la guerra; nuestra población civil, que no tendrá nada que ver con esta guerra ajena, sufrirá también las consecuencias de los ataques militares que se generen desde Venezuela en respuesta a la agresión de la que será objeto si Estados Unidos cumple su propósito de invadir a Venezuela desde territorio colombiano, con el beneplácito y la participación del gobierno y las fuerzas armadas de nuestro país. Por ello debemos levantar nuestras voces para exigir al gobierno colombiano y a nuestras fuerzas militares que no se involucren en una eventual guerra contra Venezuela ni permitan que nuestro territorio sea utilizado por Estados Unidos o cualquier otro país con este propósito.

 

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