El fútbol colombiano ha producido talentos excepcionales, pero también una constante preocupante: la búsqueda del dinero por encima del desarrollo profesional. Esta mentalidad ha llevado a que muchas de nuestras promesas terminen en ligas de menor competitividad, limitando su potencial de convertirse en figuras de élite.
El caso más reciente es el de Jhon Jáder Durán. Con apenas 20 años, el delantero pasó del Chicago Fire a la Premier League con el Aston Villa, una liga que podría haber sido su plataforma de crecimiento. Sin embargo, este 2025, optó por unirse al Al-Nassr de la liga saudí, conocida más por su poder económico que por su nivel competitivo. La pregunta es inevitable: ¿cuánto importa el crecimiento deportivo en la toma de decisiones de los futbolistas colombianos?
No es un fenómeno nuevo. James Rodríguez, tras un espectacular Mundial en 2014, decidió fichar por el Mónaco, club que le ofrecía un contrato multimillonario, pero con menor exigencia deportiva que otros destinos. Luego, su paso irregular por el Real Madrid y el Bayern Múnich dejó dudas sobre su disciplina y compromiso con la alta competencia. Su constante cambio de equipos en ligas de menor nivel (Everton, Al-Rayyan y Sao Paulo) refuerza la percepción de que su prioridad ha sido la estabilidad económica sobre la grandeza deportiva.
Radamel Falcao es otro ejemplo. Luego de brillar con el Atlético de Madrid, con el que conquistó la Europa League y la Supercopa de Europa, decidió irse al Mónaco en 2013. Aunque financieramente fue un gran negocio, deportivamente marcó el inicio de su declive. Una grave lesión de ligamentos en 2014 lo alejó del Mundial y su recuperación nunca fue la misma. Pasó sin éxito por el Manchester United y el Chelsea antes de encontrar cierta estabilidad en el Galatasaray y el Rayo Vallecano. ¿Qué habría pasado si hubiera permanecido en un equipo de élite como el Atletico de Madrid en lugar de elegir un destino de menor exigencia?
Esta realidad parece estar arraigada en la mentalidad nacional. El filósofo Estanislao Zuleta, en su ensayo Elogio de la Dificultad, advertía sobre la tendencia a evitar el esfuerzo y buscar el éxito inmediato. Para Zuleta, el crecimiento real proviene de enfrentar desafíos y no de optar por el camino más fácil. En el fútbol, esta reflexión nos lleva a cuestionar si los jugadores colombianos están realmente dispuestos a sacrificar el dinero a corto plazo para convertirse en verdaderos referentes mundiales.
Nietzsche decía que “lo que no me mata, me hace más fuerte”. Pero, en el fútbol colombiano, la pregunta parece ser: ¿lo que me hace más rico me hace mejor? La respuesta está en las decisiones que tomen nuestras estrellas emergentes. De ello dependerá si recordamos a Durán como un ídolo fugaz o como una leyenda que trascendió por su entrega y ambición de ser el mejor del mundo.
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