El pasado 20 de enero, me programe para observar por el canal regional Telecaribe, la transmisión de la Lectura del Bando, evento que sirve de apertura a los tradicionales carnavales de Barranquilla, que por cierto son catalogados como una de los mejores del mundo.
Al frente de mi televisor a miles de kilómetros de Barranquilla, pero vestido con la nostalgia de mi tierra viaje por la vía mágica de la caja audiovisual que me permitía disfrutar del derroche de la fantasía que los bailarines más de 400 plasmaban en la tarima central adornando a la reina del carnaval, un evento propio de los barranquilleros.
El reloj avanzaba y ya sobre la media noche los presentadores anunciaban la presencia de los artistas invitados, primero Álvaro Ricardo (tropical y salsa), y luego la gran atracción central el cantante vallenato Martin Elías Díaz Acosta y su acordeonero Ronaldo Ochoa, ambos dignos herederos del folklore uno por ser sangre de Diomedes Díaz Maestre y el segundo de Calixto Ochoa, ambos ya fallecidos. La emoción para mí era desbordante mi habitación estaba impregnada a sabor a carnaval confundiéndose con los aromas de la selva, de la selva porque vivo en Mocoa Putumayo, pero a la segunda canción que interpreto “el gran Martin Elias”, lo que invadió a mi cuerpo fue una decepción total.
Este hijo del “Cacique”, no estaba cantando si no estaba gritando, y fuera de ello que su agrupación o marco musical introducía una acordes de guitarra en ritmo rokeros que n eran compatibles con la canción que entonaba Martin Elías.
A medida que avanzaba las manecillas del reloj a descompases avanzaban las canciones de Martin Elias, o mejor la gritadera; pena ajena con los verdaderos amantes del vallenato y con el público que se encontraba en la Plaza de La paz, publico no solamente currambero sino de otras regiones del país.
El vallenato se canta no se grita, y este mensaje es para todos los nuevos cantantes del vallenato que están saltando a la palestra musical, canten, canten bonito que para eso se hizo el vallenato.-
