“¿Qué va a decir ahora Josías Fiesco?, ¿que Isis se va a tomar Colombia?”

“¿Qué va a decir ahora Josías Fiesco?, ¿que Isis se va a tomar Colombia?”

Un ciudadano se despacha contra el columnista del portal Josías Fiesco, por su última columna

Por: Esteban Salazar Giraldo
agosto 25, 2017
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“¿Qué va a decir ahora Josías Fiesco?, ¿que Isis se va a tomar Colombia?”

Por el respeto a los lectores y las víctimas del atentado en Barcelona, no puede ser posible que una persona que cuenta con un espacio de opinión en un medio de comunicación respetado como el portal de Las2Orillas, se atreva a comparar el vil ataque con un camión a personas desprotegidas en uno de los sectores turísticos más importantes de España, con la posibilidad de que las FARC-EP, ya desarmadas y en proceso de volver a la vida civil, entren a la arena política.

El primer error garrafal del “columnista” es intentar relatar el atentado como una crónica. Para ello, se necesita de un componente importante y es el de, siquiera, haber sido testigo presencial del mismo. No puede haber un fiasco más grande que el de un escritor que se inventa un drama para retratar un suceso desafortunado, del cual no fue víctima ni testigo. Pero eso es algo apenas entendible de alguien que desconoce el estilo y la redacción periodística, porque si bien tiene la oportunidad de escribir una columna de opinión, hace uso del espacio para fines políticos y para desinformar. Una práctica muy reconocida desde el plebiscito y la campaña del No: mentiras por doquier, llevar a la gente “verraca” a votar y hacer comparaciones fuera de contexto.

Es desafortunado el hecho que un profesional en ciencia política, con conocimiento de Relaciones Internacionales y la coyuntura internacional, no pueda diferenciar entre un grupo extremista de carácter religioso (sunita), en medio oriente; y un grupo exguerrillero (FARC-EP), que tuvo su génesis en las profundas asimetrías sociales y políticas que azotaban el país a mediados del siglo XX, actuando bajo la lógica de un conflicto interno.

La expansión del califato, como aduce el Daesh o Estado Islámico, responde a una conflictividad que trasciende fronteras, que no tiene un patrón centralizado y que tiene una bandera religiosa, antes que política; sus armas y sus prácticas son tan salvajes como el “todo vale”, porque hay motivaciones distintas, hay contextos distintos. Sus acciones se identifican como terroristas y el terrorismo ha sido una bandera política diseñada por Estados Unidos desde los atentados del 9/11 para justificar, en gran medida, la intervención militar en países de medio oriente por sus recursos petroleros.

Esa misma bandera de la lucha contra el terrorismo es la que, desde la presidencia de Pastrana, abrió la oportunidad de diseñar políticas perversas en Colombia para justificar el estatus de grupos terroristas a los grupos guerrilleros, y así obtener acceso a recursos en la lucha contra el terrorismo desde Estados Unidos. El balance es bien conocido: un exagerado gasto militar sin regulación, desmanes de la Fuerza Pública contra la sociedad civil y dos expresidentes fuertemente cuestionados.

Las FARC-EP, quienes no fueron necesariamente las santas palomas, ahora están buscando la transición hacia la paz y la terminación de un conflicto armado desgastante. Seguirle dando un estatus de grupo terrorista es perpetuar un discurso político amañado y vetusto. Dentro de la lógica de buscar salidas negociadas al conflicto, una de las bases fundamentales de la negociación entre el Gobierno nacional y las FARC-EP fue el Acuerdo sobre participación política. Uno no se sienta a negociar si se va a la Picota o a la Modelo. Uno no se sienta a negociar si darse un tiro en el pie o en la mano. Y la base de esa participación política fue eso mismo: un acuerdo.

Si el columnista discrepa, o no, con la participación de las FARC-EP en política, es apenas sensato que en una democracia sin armas pueda manifestarlo, argumentándolo; empero, lo que es un exabrupto es que lo convierta en un arma política de intereses propios en función de las mentiras y los improperios. Salir a decir públicamente, de forma irresponsable, que “nadie pidió en Barcelona una curul” es descontextualizado, es una burla a las víctimas de Barcelona y a los esfuerzos de los que trabajamos por un país mejor.

Estamos en un momento de construcción de paz, de construir puentes para lograr un país mejor. Aquellas personas que se aprovechen de los espacios mediáticos de opinión para volver al pasado, no solo son irresponsables con su país; sino también con la posibilidad de hacer un debate estructurado e inteligente.

Entonces, me pregunto, ¿qué pensará decir en su próxima columna Josías Fiesco?, ¿que el Estado Islámico se va a tomar Colombia?, ¿que vamos a volvernos Siria o Irak?, ¿que el castrosunismo nos va a gobernar?

Por favor, señor Fiesco, si tiene un espacio de opinión aprovéchelo para edificar, construir o al menos decir algo con sentido, argumentado. El país necesita de críticos que encuentren grietas para repararlas, no para hacerlas más grandes.

 

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