Unidad para avanzar en el Valle de Aburrá, una estrategia política con visión de futuro

Unidad para avanzar en el Valle de Aburrá, una estrategia política con visión de futuro

La coyuntura actual exige unión de la izquierda y los sectores democráticos en torno a un programa mínimo democrático que consulte las necesidades más sentidas

Por: Tiberio Gutièrrez Echeverri
marzo 20, 2019
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Unidad para avanzar en el Valle de Aburrá, una estrategia política con visión de futuro

Teniendo en cuenta la cercanía de las elecciones de octubre y el posicionamiento de los candidatos a las alcaldías y gobernaciones, concejos y asambleas, es pertinente abordar el tema de la unidad de la izquierda y de los sectores democráticos con el fin de participar en el certamen electoral con verdaderas opciones de poder.

El problema de la unidad de las fuerzas progresistas es uno de los aspectos más importantes y definitorios para la transformación democrática de Colombia. El difícil proceso de construcción de la unidad implica, además de la elaboración de un programa, reconocer la diversidad de posiciones ideológicas, políticas y orgánicas de los diferentes de los diferentes movimientos y estructuras partidarias, y los niveles y modalidades de las alianzas entre partidos diferentes.

El momento político que estamos viviendo exige de la izquierda y de los sectores democráticos la unidad en torno a un programa mínimo democrático que consulte las necesidades más sentidas de las poblaciones en las regiones y localidades de Medellín, del Área Metropolitana del Valle de Aburrá y del departamento de Antioquia.

El proceso de construcción de la unidad tiene que venir desde abajo, es decir, desde los municipios con sus comunas populares en combinación con el trabajo unitario de las direcciones nacionales, para que el proceso tenga las suficientes raíces en las comunidades y se pueda sostener y estabilizar en el tiempo y en los espacios sociales donde se van a desarrollar las propuestas políticas.

Se trata de construir un movimiento que puede tomar la forma de un frente amplio, como táctica y estrategia para conducir la lucha de clases en esta nueva etapa del posacuerdo, en un ambiente democrático y civilizado.

En este sentido se debe recoger la herencia de los aspectos positivos que deja la experiencia, especialmente la que deja el Polo Democrático, teniendo en cuenta que en la mayoría de sus bases sociales y de los simpatizantes existe un sentimiento democrático y unitario que puede contribuir en gran medida a la conformación de un frente amplio, con unas líneas de organización y unos elementos programáticos esenciales que permitan definir una sólida identidad política de oposición democrática.

El movimiento debe tener una dirección colectiva integrada por los partidos y fuerzas sociales y políticas que hagan parte del proyecto emancipador y que asuma como principio la lucha por el poder, desmarcándose con claridad de las posiciones vacilantes y acomodaticias de una tercera vía que no hace sino disfrazar y defender las posiciones vergonzantes del modelo de desarrollo neoliberal en su versión más reaccionaria de capitalismo salvaje.

La construcción del frente amplio es absolutamente necesaria para poder superar la crisis del sistema y del gobierno que se profundiza y desarrolla en todos los niveles de la administración, haciendo del odio, el miedo y la mentira las herramientas políticas para adelantar la campaña en las elecciones de octubre, como ya lo hicieron con el plebiscito de 2016 y como lo continúan haciendo ahora con la promoción de la guerra contra Venezuela; con los oídos sordos ante el asesinato sistemático de los excombatientes de las Farc; de los defensores de los derechos humanos; de los activistas sociales y líderes de la oposición democrática y con la fumigación con glifosato a los cultivos de uso ilícito por encima de las consideraciones de las entidades competentes que alertan por el daño que causan al medio ambiente y a la vida de las comunidades campesinas.

La naturaleza social del frente amplio debe estar conformada por los trabajadores del campo y la ciudad, campesinos, indígenas y afrodescendientes, trabajadores independientes e informales, desempleados, amas de casa, estudiantes, trabajadores del arte y la cultura, intelectuales progresistas y por las llamadas capas medias de la ciudad que acojan el programa, respalden a sus representantes y ejerciten su ciudadanía con haciendo uso de la democracia participativa.

En su estructura política el frente debe estar conformado por el Polo Democrático, el Partido Verde, la Unión Patriótica, el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), Colombia Humana, el Congreso de los Pueblos, la Cumbre Agraria Campesina, Étnica y Popular, el nuevo partido de la Farc, y demás organizaciones y personalidades democráticas de oposición.

La consolidación del frente amplio es necesaria e indispensable para poder implementar y desarrollar los acuerdos de paz; superar las causas estructurales que originaron el conflicto armado y para construir y realizar un programa de gobierno democrático en esta nueva etapa que está viviendo el país.

Desde luego que la unidad, para que deje de ser un discurso de buenas intenciones, tiene que construirse a calor de la lucha de masas, combinando acertadamente la lucha parlamentaria con la movilización ciudadana y con la participación masiva en las jornadas electorales. El movimiento alternativo se debe mover en todos los terrenos, con el fin principal de construir la hegemonía cultural y política, moral e intelectual, de las mayorías populares, adoptando la táctica y la estrategia de la lucha de masas para la toma del poder en las regiones y localidades como paso inicial para la conquista del gobierno nacional.

Se trata, en fin, de recoger la experiencia y los resultados de las elecciones presidenciales en el 2018, y de aplicarlos a las realidades políticas del 2019. Es decir, saber escoger mediante mecanismo democráticos los candidatos fuertes, idóneos y confiables a los concejos y a las alcaldías, a la asamblea y a la gobernación, teniendo en cuenta un programa mínimo que debe estar encabezado por la defensa de la paz (la implementación y desarrollo de los acuerdos de La Habana), la lucha contra la pobreza, la educación pública y gratuita (en cobertura y calidad), la verdad, justicia, reparación y no repetición para las víctimas del conflicto armado, la no exclusión de los sectores LGBTI y el arte, la cultura y la formación digital como elementos indispensables para la competitividad democrática y la identidad cultural.

 

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