Una falsa retórica

Una falsa retórica

"No se puede caer en el error garrafal de dejarse llevar por el discurso mentiroso, politiquero y populista"

Por: Santiago Lozano Rhenals
abril 28, 2021
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Una falsa retórica
Foto: Las2orillas

En Colombia es común ver a las personas no estar de acuerdo con las propuestas que hace el gobierno nacional. La reforma tributaria ha sido un tema de que hablar en todas las reuniones familiares, académicas y laborales. Debido al descontento que existe en la población contribuyente que, entre otras cosas, es exorbitante. El aumento de los impuestos se ha traducido a un robo estatal, cosa que es real, no pueden llamarse de diferente forma. Nos hemos dado cuenta de que el mero hecho de pagar algo obligatorio denota un acto criminal por parte del estado.

En un gran porcentaje de las personas que no están de acuerdo con la reforma son simpatizantes de la izquierda. He aquí el problema, se supone que el objetivo de tal reforma es ayudar a las familias más vulnerables mediante subsidios y acceso a servicios de forma gratuita. Para ello, se necesitan recursos para poder solventar los gastos. Si el gobierno no ofreciera estas “ayudas” no hubiera excusa alguna para proponer una reforma tributaria. Estas intervenciones gubernamentales aumentan el tamaño del estado y por lo tanto también la corrupción. Quizás el desconocimiento de la naturaleza de las cosas entre en juego, sin embargo, para estar en desacuerdo de algo, primero se necesita conocer ese algo.

Las personas constantemente comparan a Colombia con otros países en aspectos sociales, pero en la práctica económica no se quieren implementar esas políticas. No obstante, es necesario recordar que Colombia tiene un déficit fiscal muy preocupante. Se ha gastado más dinero de lo que se ha recaudado, lo que puede producir a mediano plazo una hiperinflación y devaluación de la moneda. Claro ejemplo de aumento del gasto público son las transacciones a las personas más vulnerables, el subsidio a la nómina de las empresas por medio del PAEF, etc. Por esta razón la decisión de hacer una reforma tributaria es lo más plausible este caso.

El estado de las cosas es neurálgico porque si no se equilibra la balanza económica, se pone en riesgo la sostenibilidad fiscal y el grado de inversión del país, lo cual tiene secuelas nefastas en el mediano y largo plazo. De estos aspectos dependen la llegada de capital, la generación de más empleos, la provisión de bienes públicos, y el financiamiento de programas sociales. Esta panorámica podría tener consecuencias negativas sobre el futuro, la calidad de vida de las personas y las familias en general.

Si bien es cierto que la reforma tributaria es absolutamente necesaria, esta no puede generar tanto caos en especial por los más necesitados. Pero no nos confundamos, el hecho de que en varios puntos de la reforma existan aspectos engendrados por el déficit, no significa que las propuestas de las centrales obreras y elites políticas sean correctas. Los grupos sindicales, alineados a personajes siniestros como Gustavo Petro, proponen una teoría muy rozagante, pero que en su práctica es un desastre. Al nublar la mente al populismo, que ofrece cosas gratis, lo que en realidad se va a conseguir es que los impuestos suban y exista mayor burocracia. Pero lo que más preocupa es que existan propuestas de subir impuestos de manera excesiva, lo que generaría una migración mercantil que estancaría los trabajos de millones de colombianos.

El malestar que hay en nuestro país parece no tener reversa. Un elemento transversal del inconformismo tiene que ver con que la creciente clase media exige más bienes y servicios cuando el Estado está mal equipado para satisfacerlos; el recaudo va hacia las centrales obreras. Esta no es una lucha del pueblo contra el gobierno, sino de dos elites que representan los intereses políticos de este país. Es claro que el doble racero existe y que las personas son pasionales encima de cualquier síntoma racional.

No se puede caer en un error garrafal de dejarse llevar por el discurso mentiroso, politiquero y populista. Aun cuando la mayoría de las personas que hoy dicen no a la reforma ni siquiera han leído la primera línea de este proyecto. Las cadenas de WhatsApp, Instagram y Twitter demuestran lo poco capacitados que están las personas para hablar de este tema. Es un juego, no se puede caer en el error de comerse el cuento de estas elites, porque las consecuencias van a ser un desastre para nuestra patria. Y, por último, no hay que dejarse llevar de una “falsa retórica”.

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