El problema de la movilidad en Bogotá es el más fundamental para estas elecciones. Darse cuenta cuál es la apuesta en el modelo de ciudad y de movilidad de los candidatos para la alcaldía es importante para el votante promedio para examinar más o menos cuál serían los posibles resultados en movilidad caso de que el candidato por el que votó gane y para que no se cometan los mismos errores del pasado.
Para comenzar a analizar el problema, recordemos que Colombia es un país en vía de desarrollo. Eso implica que hay muchas familias y personas buscando mejores oportunidades de vida y por lo tanto un fuerte movimiento migratorio desde zonas rurales hacia las grandes ciudades. Este fenómeno ha sido agravado por la existencia de un largo conflicto armado que ha expulsado a las personas de sus lugares de origen. Tenemos, además, una tasa de crecimiento poblacional de 1,48% según el DANE. Todas estas condiciones hacen que haya cada vez más personas requiriendo un medio de transporte para desplazarse por la ciudad, en muchísimos casos desde las periferias de la ciudad hacia el centro o incluso el otro extremo de la ciudad.
En términos un poco más formales ha habido una creciente demanda de transporte público durante los últimos años -por no decir décadas- que es en proporción mucho más grande que la de cualquier país en desarrollo promedio dadas las características especiales de Bogotá y de Colombia.
Desafortunadamente esta creciente demanda no es tan fácil de satisfacer. Se ha logrado hacer en el pasado pero por un período de tiempo muy corto con Transmilenio. Desde su construcción en el 2000 los problemas de transporte en la ciudad fueron grandemente aliviados por unos cuantos años. No obstante apenas una década después se empezó a notar un gran deterioro. Lo que se construyó no fue, al parecer, una solución de largo plazo sino un paño de agua tibia: Buses articulados pensados para Bogotá como solución principal usados en otros lugares como transporte público de segundo nivel. Volviendo al lenguaje de economistas, en este entonces empujamos la oferta un poquitico para aliviar la demanda pero ésta volvió a crecer muy rápidamente.
Con una calidad de transporte público deteriorada algunos buscaron las alternativas: unos compraron un carro (u otro carro para evadir el pico y placa) o una moto aumentando la demanda de calles y vías y en el mejor de los casos bicicletas. El resultado fue entonces también un deterioramiento de la movilidad en transporte privado disminuyendo velocidad y aumentando los tiempos. En otras palabras: trancones por todos lados.
Toda esta carreta es clave para estás elecciones de alcaldía porque es preocupante ver a las mismas personas cayendo en los mismos errores: poniendo el acento en pavimentar a diestra y siniestra para agrandar las principales vías de la ciudad como si eso fuera una solución definitiva para la movilidad de Bogotá. Es claro que si le damos tanta prioridad a eso en otros 10 años la gente habrá comprado tantos carros que otra vez nos encontraremos en medio de innumerables trancones acusando al alcalde de turno cuando probablemente fue una mala decisión tomada en el pasado.
Evidentemente es bastante importante mejorar la movilidad del transporte privado en Bogotá pero no es el problema más grande. Es más urgente y prioritario consolidar un sistema de transporte público gastando la mayor parte del dinero en el mismo. Más aún porque la inversión en transporte público tiene impacto en el transporte privado: si tenemos un buen transporte público y demasiados trancones vamos a dejar de usar el carro, descongestionando al mismo tiempo las vías. Es muy probable que muchas personas prefieran ir cómodas en sus carros que compartiendo el transporte público. Pero afrontémoslo, vivimos en una gran comunidad de 8 millones de personas; pensar que habría espacio para que carros individuales movilizaran a tanta gente es caer en el círculo vicioso de trancones y luego construcciones de vías años y años.
Afortunadamente es un consenso entre los candidatos la importancia de construir la primera línea de metro. Sin embargo, es evidente la fuerte apuesta que hay por parte de unos por priorizar el gasto en el transporte privado. Más bien se debería pensar cuál es la mejor manera de seguir mejorando el transporte público y por qué no la posible ruta de la segunda línea de metro. La excusa del pasado para no construir el metro fue que era demasiado costoso ¿Acaso no ha sido más costoso el tiempo muerto que desperdician a diario miles de persones transportándose? ¡Es increíble que una ciudad del tamaño de Bogotá aún no tenga su propio metro! ¡Y más increíble aún que la persona que prefirió en su momento a los buses rojos que al metro siga poniendo tanto acento en el transporte privado como solución para la movilidad en Bogotá!
Recordemos que como ciudad que pertenece a un país en desarrollo no contamos con tanto dinero para hacer todo al tiempo, y por lo tanto es fundamental priorizar el gasto en la mejor manera de transportar a la ciudad: en medios de transporte económicos y ambientalmente sostenibles que logren transportar al mayor número de personas. ¡Ya es hora de que como ciudadanos exijamos prioridades para poder convivir en semejante metrópoli tan grande! ¡Ya es hora de que Bogotá tenga el transporte público que se merece!
