Una campesina que siembra arte

Una campesina que siembra arte

Lo más difícil es tallar la piedra pues requiere golpes fuertes. A veces uno está terminando una pieza y se parte. Un golpe mal dado y la vuelve añicos

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
febrero 10, 2022
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Una campesina que siembra arte
Foto: Cortesía

Se llama Flor Stella Sierra Gallo y vive en Pozos Azules, cerca a Villa de Leyva en Boyacá. Nació en Sáchica, y es una mujer campesina que ama y disfruta el arte, pero igualmente ama y goza el lugar que habita: una pequeña casa campesina que ha convertido en taller para ejercer el oficio que la apasiona: la escultura en piedra y en madera. Su parcela tiene un nombre hermoso: Piel de piedra.

Me habían hablado de ella y de su oficio. Me llamó la atención porque no es una escultora famosa sino una mujer campesina que combina el modelado de las piedras y la madera con los quehaceres de la tierra que cultiva y sobre la que a veces dobla su humanidad para extraer las cosechas que le brinda.

Desde muy niña, cuando caminaba por el campo, no veía lo que todos los mortales que andamos caminos observamos. Ella veía en las ramas de los árboles y en las piedras del campo figuras de animales o personas. Entonces cortaba las ramas y a punta de cuchillo hacia sus juguetes: muñecas, vacas, o burros con los que entretenía su infancia.

Inicialmente lo que más salía de sus manos eran pequeños burros que elaboraba en madera de “cucharo” o de “olivo”, mismos que trotaban en su imaginación de niña hacia horizontes lejanos de su tierra boyacense.

“Eso me da a entender que uno nace con ese don. –dice Stella- Dios, yo creo, que él le va mostrando a uno los oficios, porque uno bien chiquito, pasando por un camino, observando las raíces y de repente ver ahí un animalito o un personaje. Uno lo ve a veces nítido ahí en la piedra o en el árbol. No es sino llevar el cuchillo o los cinceles y sacar la figura que uno ha visualizado en ese pedazo de piedra o de árbol”.

“Luego me he especializado en figura humana –dice- aunque sigo tallando animales”.

A Flor Stella la inspira, para realizar sus trabajos, la vivencia campesina. Esa vida elemental, sencilla y dura de los hombres y mujeres que trabajan la tierra. “Me motivan esas personas que trabajan el campo con sus azadones, las mujeres que ordeñan las vacas; entonces replico en piedra o en madera esos momentos del hombre que va con su burrito cargado de maíz, o de la mujer que abre el surco para cultivar la tierra”.

Sobre su inquietud por la talla Flor Stella señala: “Al comienzo yo tallaba la figura según los dictados de la madera o de la piedra pues las formas me iban señalando lo que sería finalmente la figura”.

“Luego  apareció Cecilia Trujillo, quien compró un terreno cerca a mi casa; ella es escultora. Fue ella quien me enseño a tallar piezas más grandes. Cuando ella llegó a la vereda a buscar un terreno, pasó por mi casa y comenzamos a hablar. Me comentó que era escultora y yo le dije que también me gustaba tallar la piedra y la madera. Le enseñé mis burros y mis muñequitos que tenía escondidos pues alguien me había dicho que eran “mamarrachos” y yo los usaba de adorno acá en mi casa. Cecilia quedó encantada con mi trabajo y me animó a que siguiera y de paso me enseñó a usar algunas herramientas que alivianaron mi oficio”.

“Luego hice algunas exposiciones en Villa de Leyva. Recuerdo que lo primero que vendí fueron los burros que tenía guardados dice mientras ríe. Posteriormente la Alcaldía de Villa de Leyva nos asignó un salón para todos los artistas de la región y en cada exposición me iba superbién pues vendía todo lo que exhibía”.

Más tarde su arte la lleva a exponer en el Salón BAT que tiene sede en la ciudad de Bogotá y allí se ganó el  Segundo Premio del VI Salón BAT de Arte Popular.

Sobre su trabajo Flor Stella dice: “Lo más difícil es tallar la piedra pues requiere de golpes fuertes y a veces uno está terminando una pieza y se parte. Es de llorar pues con la obra casi terminada y un golpe mal dado la vuelve añicos. Se pierde el esfuerzo en un material tan duro como lo es la piedra”.

Los artistas como ella rara vez viven del arte que practican; así lo señala Flor Stella: “Es muy difícil vivir del arte que realizo y por eso en ocasiones me toca trabajar en agricultura: siembro maíz, alverja y hortalizas en general, pero a quien le guste esto de tallar, que lo hagan, que no se desanimen, pues a veces algo que uno piensa que es imposible, se logra. Y aunque siempre es difícil vender la satisfacción de lo que se realiza compensa todo el esfuerzo que se hace”.

¿Para qué sirve el arte en un mundo en el que son pocas las personas que aprecian trabajos como el suyo, mejor aún, para qué le sirva a usted el arte?

“Sirve para uno expresar lo que siente”. Guarda silencio, reflexiona…busca las palabras para definir, pero no las encuentra. Le animo. “Bueno-continua- más que todo es porque uno se encarreta con el trabajo que hace y a veces causa admiración ver como sale una figura de una piedra o de un pedazo de palo y eso para mí es emocionante”.

Sobre las que considera sus obras más reconocidas me dice: “Me gustan todas, pero han sido varias las que más han tenido aceptación del público.

Tengo una obra que se llama “La promesera” es una mujer en una carretilla con un crucifijo en la mano. Es un tema rural, de campesinos que hacen mandas. También he trabajado el tema del conflicto que vivimos.

He realizado trabajos sobre el contraste entre lo rural y la ciudad. Sobre el particular hice como una casita del campo abandonada y en contraste hice un edificio con los campesinos asomados por las ventanas tristes y aburridos.

Lo hice pensando en los campesinos que les toca obligadamente salir del campo a la ciudad y para ellos es muy duro”.

Le pregunto qué desea a futuro como la artista que ya va siendo reconocida. “Yo siempre he soñando con tener un lugar para exponer y mostrar así, de pronto, no sea para vender.

Aunque siempre hace falta el peso y por eso es necesario vender; me gustaría un lugar para mostrar y que los niños vengan a ver y poderles de pronto enseñar y escuchar sus preguntas, pues son curiosos y preguntan cómo se hizo  la pieza.

Llegan y dicen: mira un caballo, vea ese campesino; para mí eso es muy bueno porque siento que se contagian de ese deseo de hacer también cosas”.

Respecto al ambiente cultural en Villa de Leyva Flor Stella dice: “Es como regular y depende mucho de los alcaldes y su equipo de cultura. Ahora, por ejemplo, hay un sitio en el que nos permiten exponer cada año una obra, pero el talante de los artistas no nos ha permitido unirnos como uno quisiera”.

Le pregunto sobre a quién admira en el mundo del arte de la escultura y su respuesta es sincera y sencilla: “La verdad no tengo mucho conocimiento porque casi no me meto a las redes sociales o frecuento ese ambiente de artistas, pero conozco algo de ese que hizo El David y la Piedad, pero no recuerdo su nombre.

La verdad no tengo mucho conocimiento ya que solo estudie hasta 5º de primaria pues no nos daban más en mi época”.

Cuando la gente se dio cuenta de que ha recibido premios por lo que hace y que sus trabajos se venden ha cambiado el concepto de que lo que hace son “mamarrachos” y a veces le llegan con piedras o  trozos de madera para que las talle.

Finalmente quiero saber que es para Flor Stella el arte y me dice que sabe que vive pendiente de lo que le rodea a ver que ve para tallar, que ese oficio de la talla ya hace parte de su cotidianidad.

“Pienso que la escultura es un oficio que da alegría y que es muy difícil dejar de hacerlo así sea que no se venda pero es algo que a uno  lo hace feliz, se siente uno muy bien como lleno de alegría y de energía. Cuando uno ve un trabajo terminado piensa “cómo de esa piedra pude lograr esto tan bello”.

Entonces tome mí celular y le leí un fragmento de un texto que siempre me ha parecido hermoso. Lo hice en homenaje a su oficio

-¿Qué haces? – Preguntó el niño al escultor que trabajaba sobre un bloque de mármol.

-Espera y lo verás – le respondió el hombre.

Días después, el niño regreso y, mirando lleno de admiración el águila magnífica que el hombre acababa de esculpir, nuevamente le preguntó:

-¿Dónde estaba?

-Dentro del bloque de mármol.

-Pero… ¿cómo la sacaste?

-Solamente le quité el mármol que sobraba.

-¿Y todas las piedras guardan águilas?

-No, hay una gran variedad de figuras, y todas son diferentes.

-¿Cómo sé que hay una figura bonita dentro de un bloque de mármol?

-Todo depende de ti, si lo que deseas encontrar es algo hermoso o algo espantoso…

-Si yo deseo solamente figuras bellas, ¿qué debo hacer?

-Con mucho cuidado, paciencia y amor, ve quitando el mármol que sobra… Verás cómo la piedra se transforma en una escultura extraordinaria.

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