Una alianza por la modernidad y la reconciliación
Opinión

Una alianza por la modernidad y la reconciliación

No es posible que en un mundo cambiante a pasos vertiginosos, el discurso de los dinosaurios criollos siga imponiéndose, de espaldas a las grandes transformaciones del planeta

Por:
octubre 19, 2020
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Con pandemia y crisis económica incluidas, con los asesinatos y masacres, la insolidaridad de cada día, el lenguaje de la aniquilación, y de espaldas a los grandes cambios del mundo actual, los colombianos tenemos dos opciones: continuar el camino hacia la desesperanza y el abismo o, por el contrario, ver en estos momentos una oportunidad para salir del atolladero.

No podemos seguir dependiendo de los discursos y las acciones de los dinosaurios, ausentes de los retos del mundo contemporáneo, de los cambios tecnológico y climático, de la cada vez más profunda interdependencia entre individuos, empresas, regiones y países. Cambios que la pandemia ha acelerado.

Si la mayoría lo quiere, si los empresarios y los trabajadores son asertivos, si nuevas dirigencias  políticas se atreven, hay la oportunidad de salir de este trancón absurdo en el que nos encontramos en Colombia que, pareciera, desemboca en el abismo. Verdadero taco de insolidaridad, agresividad llevada a los límites en los foros de las redes sociales, ignorancia de cara a los retos del mundo actual y, para rematar, la vieja corrupción practicada por individuos de todas las edades.

Aprovechemos la oportunidad y creemos un escenario nuevo que permita movilizarnos, en medio de las dificultades, hombro con hombro, o nos seguiremos hundiendo. Los empresarios juegan un papel de primera línea. Por supuesto, me refiero a aquellos que comprendan que seguir apostándole a la perorata caduca, simplista y boba del castrochavismo, equivale a renunciar a las tasas de prosperidad que solo las economías del conocimiento, en las que la vida es sagrada, pueden ofrecer.

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Seguir apostándole a la perorata caduca, simplista y boba del castrochavismo, equivale a renunciar a las tasas de prosperidad que solo las economías del conocimiento pueden ofrecer

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El panorama en Colombia es doblemente duro. Por un lado, el impacto económico brutal de la pandemia, de cobertura planetaria y que en Colombia, de acuerdo con el último informe del FMI, se asocia a una caída del PIB de 8.2 % en el 2020 y un desempleo abierto superior al 17 %. Cifras que, en mayor o menor grado, tocan a todos los países y que, en América Latina, se traducen en mayor pobreza y hambre.

De otro, la nefasta particularidad colombiana, la de las masacres que ya se volvieron estadísticas y eufemismos, la de los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados, infamias que van en alza, la de los señalamientos que buscan aniquilar, realmente o de manera figurada, al otro. En el rubro de la muerte no tenemos quién nos compita a escala global, como tampoco en el de la insolidaridad. La intolerancia, inconcebible en un país en el que uno de sus grandes activos es su diversidad.

No es posible que en un mundo que, con pandemia incluida, está cambiando a pasos vertiginosos, el discurso de los dinosaurios criollos siga imponiéndose, unión de consignas que están de espaldas a las grandes transformaciones del planeta.

El cambio tecnológico, en la forma de inteligencia artificial, robótica, biotecnología, computación cuántica, impresión 3D, la conjunción de fenómenos que algunos asocian a la cuarta revolución industrial, está alterando la forma en que producimos, los modelos de negocios, las maneras de aprender. Nuevas ocupaciones poblarán el mercado laboral en pocos años. La pandemia no hecho sino acelerar el ya exponencial ritmo de cambio.

Así estén en boga los nacionalismos en política, la globalización de los mercados de bienes y servicios, de capitales, la movilidad de las personas y las migraciones son irreversibles y seguirán su marcha. La diversidad es un hecho de bulto.

Y, finalmente, el cambio climático es una realidad que nos apabulla, frente a la que no podemos ser indiferentes. Las energías, en poca décadas, tendrán que provenir de fuentes renovables.

Necesitamos de algún  tipo de coalición que, políticamente, gire alrededor del centro, que incluya derecha e izquierda democráticas, que construya escenarios de futuros para que Colombia pueda, por un lado, adaptarse a los cambios mencionados y, por otro, hacer realidad la reconciliación.

Los cambios son imposibles sin empresarios activos, visionarios, sin trabajadores que le apunten al futuro.

El discurso que los colombianos necesitamos es de reconciliación y respeto, de cambio tecnológico, de energías renovables, de nuevos horizontes educativos,  de cruzadas por el empleo y el ingreso.

Apuesto a que somos capaces.

 

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