País de pocos y para pocos

País de pocos y para pocos

En Colombia se ve con buenos ojos legitimar una familia o clan para que se eternice en el poder y, si puede, en su tiempo libre trabaje por la sociedad civil

Por: Carlos Andrés Martínez
agosto 09, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
País de pocos y para pocos

En Colombia, se ha podido constatar cómo ciertas familias se apropian de diferentes entidades, cargos y corporaciones del poder público. Sin embargo, la reacción por parte de la sociedad civil ha sido variada: algunos simplemente se impresionan; otros, como de costumbre, son indiferentes. Los valientes denuncian y, finalmente, un grupo de individuos de ética dudosa decide formar parte de esa familia.

El problema no radica en que dos miembros de una misma familia hayan coincidido en desarrollar una convicción por el servicio público en aras de mejorar la sociedad. La controversia aparece cuando se entreteje toda una estrategia de técnicas diversas, muy poco ortodoxas y hasta por fuera del reglamento, para aterrizar en una oficina pública y no salir de ella jamás.

Culminadas dichas estrategias y técnicas, aparecen familias repartidas entre congreso y alcaldías “trabajando” fuertemente por sus intereses; familias que encuentran la manera de eternizarse en una gobernación departamental y, finalmente, un reducido grupo de los denominados “delfines”, que de “delfines” no tienen nada porque hasta el momento Colombia no es monarquía, al menos no en el papel.

Y hablando de delfines, si bien la Edad Media terminó hace bastante tiempo, (529 años, cuando Colón llegó a América), en Colombia se ha visto con buenos ojos legitimar una familia, un caudillo o un clan para que se eternice en el poder y en su tiempo libre nos haga el favor de “trabajar” por la sociedad civil.

Esto ha generado una mentalidad atrasada colectiva, que le ha costado al país una incalculable pérdida económica, pero peor aún: un atraso cultural y social que parece no tener fin.

Como siempre, la solución está en manos de los electores. Obviamente, estas familias en cuestión no son culpables de ser ganadoras en los comicios una y otra vez a lo largo de las décadas; estas familias siguen las reglas electorales al pie de la letra y las conocen muy bien. Lo grave del asunto es el elector desinformado.

Este individuo, el elector desinformado, no vota o vota sin saber a quién elige en realidad. En algunas capitales de departamento, triunfan electoralmente los candidatos libres de faltas. No obstante, los municipios alejados de las ciudades capitales, las provincias y otros territorios pueden ser manipulados fácilmente para elegir a los mismos de siempre. El mismo apellido con el mismo manejo de los recursos.

Si usted, querido lector, sigue sin saber que esto pasa en Colombia, por favor infórmese. Ahora mismo ponga en su buscador de internet: escándalos recientes e investigaciones en curso de familias en el poder.

¡No más familias!

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