Un héroe ciudadano

Un héroe ciudadano

En medio de la indiferencia, aún hay esperanza: el hombre que persiguió el carro en el que la policía llevaba a una mujer en contra de su voluntad lo demuestra

Por: Emilio Lagos Cortés
diciembre 11, 2019
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Un héroe ciudadano

En la noche de ayer Colombia fue testigo de una terrorífica escena en donde una estudiante universitaria fue metida a la fuerza a un automóvil particular por parte de un grupo de policías, mucho más de diez uniformados.

Un video tomado por un ciudadano que pasaba por el lugar registró el momento en que la estudiante era empujada por decenas de policías y miembros del Esmad dentro de un vehículo particular, que de inmediato arrancó por las calles de Bogotá hacia cualquier lugar. De esa manera una persona puede ser desaparecida y nadie daría razón de ella. Este ciudadano de inmediato decide seguir el vehículo policial en su propio automóvil, y, mientras avanzan a alta velocidad, logra hablarle a la estudiante y a sus captores, advirtiéndoles que los está grabando. En el video se logra escuchar la voz de la estudiante que grita llorando: “Auxilio, la policía me secuestró”.

Se entiende el terror y el llanto de la estudiante. Ser encerrada a la fuerza en un vehículo particular por parte de cuatro policías, ser conducida por las calles de Bogotá durante la noche, en manos de un grupo de policías, es motivo de terror para cualquiera. Los miembros de esa institución que, a la luz del día y ante cámaras de televisión, han propinado golpizas a ciudadanos indefensos, destruido ventanas de casas de particulares, y vandalizado el edificio del Icetex, ¿qué no pueden hacer con una mujer indefensa, encerrada de noche en un carro, en manos de cuatro “hombres”?

Afortunadamente, en medio de la indiferencia generalizada que campea en Colombia, de cuando en cuando se presencian hechos esperanzadores. La conducta de ese ciudadano pone de presente que en Colombia los héroes sí existen. Una persona del común que observa a un semejante en peligro y arriesga su seguridad personal para ponerlo a salvo. Ese héroe debe hinchar su pecho, lleno de orgullo, se comportó como un humano solidario con un semejante puesto en estado de indefensión y con un muy probable riesgo de su vida.

El comportamiento de este héroe pudo haber salvado a una persona, una mujer, de haber sido torturada, desaparecida, abusada sexualmente, asesinada. Cada una de estas cosas las ha hecho la policía colombiana muchas ocasiones anteriores. Este héroe puede dormir con su conciencia tranquila, sabiendo que tiene el derecho de exigirle a los demás colombianos un comportamiento similar cuando otro colombiano sea puesto en peligro, por quien sea, aun por la policía. Si todos actuáramos así, estaríamos mucho más seguros.

Ante un héroe de esos toda la sociedad colombiana debería colocarse de pie y quitarse el sombrero. Conductas como la suya hacen posible pensar en una sociedad justa, que defiende al semejante, aun a riesgo de sufrir daño personal. La policía, incapaz de capturar a los delincuentes, procedió a detener a este héroe y conducirlo a una unidad policial. Una manera de decirle “no se meta con la policía”. Triste sociedad aquella donde los ciudadanos deben protegerse de la policía.

La respuesta de la policía, mediante el comandante de la institución en Bogotá ha sido decir que el procedimiento fue legal y pedirle a los ciudadanos que no critiquen todo procedimiento que realicen los policías. Eso no se le pide a ningún ciudadano en el mundo. Claro que los ciudadanos tienen el derecho a criticar, vigilar y controlar el comportamiento de la institución que debería protegerlos, pero que, en lugar de ello, muchas veces los atropella. Tal derecho existe en Suiza o Canadá, mucho más en Colombia donde cada día se denuncia un nuevo delito cometido por policías, una nueva violación de derechos humanos cometida por estos, o un nuevo caso de brutalidad policial; de estos últimos vemos decenas a diario en estos días de movilizaciones.

Posdata. Urge no solo el desmonte del Esmad, sino una reestructuración de toda la policía, que debe proteger al ciudadano, pero que en lugar de ello asesina estudiantes por la espalda y persigue vendedores ambulantes mientras el crimen campea en la calle y oficinas gubernamentales.

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